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Capítulo 10

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Estaba progresando. Lo sentía igual que sentía la espuma salada de la Bahía.

Jason rodeó los hombros de Lauren con el brazo mientras caminaban por el paseo marítimo del club náutico. Acababan de disfrutar de una cena magnífica, aunque Jason se sentía culpable por haber hecho esperar una hora a una mujer embarazada.

Odiaba llegar tarde a una cita, pero no había podido evitarlo. Prentice había cambiado de opinión sobre la contratación de una joven estrella del pop para anunciar una colección de ropa de playa, y Jason estaba enfrascado además en otros cuatro nuevos proyectos.

Pero al menos habían conseguido salir juntos para disfrutar de la noche del sábado, y Jason quería aprovechar hasta el último minuto para enseñarle las mejores vistas de San Francisco. Y qué menor manera de hacerlo que desde un…

–¿Tienes un barco? –exclamó ella, deteniéndose en el muelle bajo las aves acuáticas que planeaban sobre sus cabezas. En invierno las marismas estaban llenas de aves migratorias.

–¿No te lo había dicho?

–No creo, porque estoy segura de que me acordaría de algo así –señaló el velero Beneteau de quince metros de eslora.

–Se lo compré a un buen precio a un tipo que tenía problemas económicos. Se lo fabricaron por encargo, y apenas dos meses después de haberlo recibido tuvo que venderlo para hacer frente a sus deudas.

–Entonces, ¿es nuevo?

–Prácticamente. No tiene ni seis meses –se subió la cremallera de la cazadora y confió en que Lauren no se mareara en el agua–. ¿Te gustaría salir a navegar?

–Claro, ¿por qué no? –dijo ella, visiblemente sorprendida por el cambio de planes.

¿Le molestaría que fuera impulsivo? No parecía probable, viendo cómo hacían el amor en cualquier momento y lugar. De camino al restaurante tuvieron que desviarse por una carretera secundaria para evitar un accidente, y ella lo había provocado de tal manera que tal vez fuera el sexo en el coche, y no el trabajo, el motivo por el que se habían retrasado.

La ayudó a subir a bordo y le dio las gracias al empleado del club que había izado las velas, de modo que pudieron zarpar inmediatamente. Ella parecía sentirse muy cómoda en el barco, sentada en la proa de cara al viento. En cuanto a él, un paseo en barco era lo que más podía relajarlo después de un largo día de trabajo.

A Lauren también parecía gustarle el silencio, algo que Jason agradeció. La mayoría de las personas a las que conocía sentían la irrefrenable necesidad de romper un agradable silencio con toda clase de comentarios.

Salieron a la bahía, donde la luna y las luces de la orilla ofrecían una vista privilegiada del barrio de Fisherman’s Wharf y de la isla de Alcatraz.

Al cabo de una hora de navegación, Jason echó el ancla y se unió a Lauren en la proa. Las luces de posición del velero se reflejaban en las olas, y en la costa destellaba la animada vida nocturna de San Francisco.

Jason le echó una manta sobre los hombros y se sentó junto a ella.

–¿Tienes frío?

Ella negó con la cabeza.

–Llevo mucha ropa, como me ordenaste antes de salir de casa. Pero de todos modos agradezco la manta. Aquí hace más frío que en la orilla.

Él la apretó contra su costado. Le encantaba sentir su cuerpo acurrucado contra el suyo a través de la manta.

–¿Has trabajado mucho esta tarde?

–No mucho, pero al menos he solucionado los problemas con los acreedores –le puso la mano en la rodilla–. Gracias de nuevo. Mi empresa significa mucho para mí.

–No tienes por qué dármelas. Me vas a devolver el préstamo, ¿recuerdas?

Ella se echó a reír.

–A un interés ridículamente bajo.

Jason esperaba que pudieran saldar pronto aquella maldita deuda. Su intención había sido ayudarla, y no le gustaba que ella se negara a aceptar nada más de él. Con un poco de suerte, el detective que había contratado para seguir la pista del ex contable no tardaría en averiguar algo. Si Lauren conseguía recuperar su dinero, su empresa estaría a salvo. Y eso se traduciría en una mayor flexibilidad para ella.

Tal vez no aceptara más dinero, pero quizá él pudiera convencerla para que se quedara con el préstamo que ya le había hecho y lo invirtiera en la expansión de su negocio. Si abría una sucursal en San Francisco sería lo mejor para el bebé… Y para él también.

Ella giró la cabeza para mirarlo, y el viento azotó su larga cola de caballo sobre el rostro.

–Me alegro de que sugirieras este paseo. Supongo que es normal que esté un poco estresada últimamente.

–El mar tiene un efecto muy relajante.

Las olas mecían suavemente el barco, y de vez en cuando un pez salía a la superficie. A lo lejos brillaban las luces de otras dos embarcaciones.

–Podrías vivir en este barco. Tiene más muebles que tu casa.

Jason decidió que había llegado el momento de atacar. Sólo le quedaba una semana hasta que Lauren volviera a Nueva York. El tiempo para actuar se le acababa.

–Mañana podríamos ir a Fisherman’s Wharf y comprar algunos muebles.

–Ya veremos –le acarició distraídamente la rodilla, con la vista fija en el horizonte–. ¿Por qué dejaste la Marina? Prentice comentó algo durante la cena sobre tu heroica actuación con unos piratas, pero tú te quedaste muy callado.

Jason se puso tenso ante aquella inesperada intromisión en su pasado, pero respetó el cambio de tema ya que al menos Lauren seguía en sus brazos.

–Sólo cumplía con mi deber. Se lo conté a Prentice porque su sobrino está en el ejército.

–¿Qué ocurrió?

Sus años en la Marina parecían muy lejanos, pero nunca podría olvidarlos. Formaban parte de su vida y le habían inculcado los valores y la disciplina que su padre insistía en que recibiera, en vez de ser él mismo quien lo educara por estar siempre ausente. Jason sintió cómo su hijo se movía ligeramente bajo sus manos y se juró que él no cometería los mismos fallos.

–Unos piratas habían capturado un barco con rehenes en la costa de Malasia. Yo pertenecía al grupo de los SEAL encargado de la operación de rescate. Era un hombre rana especializado en la desactivación de explosivos.

–Parece muy peligroso –murmuró ella, estremeciéndose.

–Había momentos de peligro, desde luego, pero nos entrenaban para no sentir nada durante una misión.

–Tu trabajo actual debe de parecerte muy aburrido, comparado con aquello.

–Aburrido no. Tan sólo diferente. Admito que a veces lo echo de menos, pero estoy satisfecho por haber servido a mi país y llegó el momento de seguir adelante. Al fin y al cabo, en la universidad me preparé para este trabajo, y es lo que siempre quise hacer. Si me alisté en la Marina fue para demostrarme que podía ser distinto a mi padre, durante un tiempo, al menos.

–Has conseguido escapar de la sombra de tu padre, tanto aquí como en Nueva York. Eres un hombre independiente, Jason.

Él agradeció que lo entendiera.

–Fui a la universidad con una beca del ejército, ya que no podía tocar la herencia de mis abuelos hasta cumplir los veinticinco. A cambio de esa ayuda económica, tuve que servir varios años en la Marina después de graduarme. Pero me gusta creer que me habría alistado de todos modos, aunque no hubiera necesitado el dinero.

–¿Tus padres no quisieron pagarte los estudios? –le preguntó.

–Desde luego que lo habrían hecho, pero había demasiadas condiciones.

–¿Como cuáles?

–Tendría que haber ido a la misma universidad donde estudió mi padre y entrar en la empresa familiar. Agradezco las facilidades que mi familia me proporcionó cuando era niño, pero no quería seguir así toda la vida.

–Y te hiciste a ti mismo.

–Aún me sigo haciendo –y sería un proceso que le llevaría toda la vida.

Pensó en la madre de Lauren, quien se permitía despreciar el trabajo de su hija porque no era lo mismo que ella había hecho. Tal vez Lauren pudiera entender mejor que nadie los problemas que él tenía con sus padres.

–En general, me siento bien aquí. En esta ciudad y con este trabajo.

–Viendo lo mucho que te gusta navegar, San Francisco parece el lugar perfecto para ti. Y no tienes que soportar los duros inviernos de Nueva York.

–Llevo practicando el submarinismo desde que estaba en el colegio, y aquí puedo tener mi propio barco en vez de perder tiempo desplazándome a un lugar turístico –apoyó la barbilla en la cabeza de Lauren–. Es muy emocionante explorar los barcos hundidos y los arrecifes de coral. Me encantaría llevarte después de que nazca el bebé.

–Ya veremos –volvió a decir ella, pellizcándole el muslo.

–No podemos seguir a este paso para siempre –arguyó él–. En algún momento tendremos que hacer planes.

Ella se giró y lo miró a la luz de la luna.

–¿Sabes qué? Tengo un plan fabuloso para esta noche…

Jason le estaba hablando en serio. Quería convencerla de que sus vidas podían encajar tan bien como sus cuerpos. Pero los ojos de Lauren brillaban con peligrosa determinación.

Lo empujó contra el asiento y tiró de la manta sobre los dos.

–El plan es meternos bajo la manta y ver quién es el primero que hace gritar al otro de placer.

Apoyó las manos en la cubierta, a cada lado del rostro de Jason, y lo besó mientras se abandonaba a la pasión que bullía en sus venas. El desconcierto inicial de Jason le dio unos segundos de ventaja, pero no mucho más. Él la colocó rápidamente bajo su cuerpo y se cubrió con la manta.

La conversación la había asustado tanto que no le había quedado más remedio que actuar. No quería hablar. Él ya debería saber que tenía sus propios sueños, su propia empresa y su propia vida. Y además estaba su madre, quien no tenía a nadie más en el mundo. Por todo ello, debía regresar a Nueva York. Su tiempo con él había acabado. Sólo le quedaba una semana para almacenar recuerdos y asentar las bases de una futura relación amistosa por el bien de su hijo.

Pero en aquellos momentos sólo quería sentir su cuerpo y memorizar el sonido de su voz cargada de deseo.

El barco se mecía suavemente bajo ellos, y el movimiento de las olas imitaba el contoneo de sus cuerpos. Lauren le quitó la camiseta con frenesí y él se apartó un momento para desabrocharse los vaqueros y bajarle a ella las bragas hasta los tobillos. Lauren le rodeó el miembro con los dedos y se rozó la mano contra la cremallera abierta al guiarlo hacia su sexo.

Y entonces lo tuvo en su interior, colmándola con sus embestidas, con su deseo, con su fragancia corporal mezclada con el olor del mar.

Le agarró las nalgas a través de los vaqueros y lo apremió a que se moviera más rápido, más fuerte, más cerca de lo que el abultado vientre permitía. Él deslizó la mano entre sus cuerpos y la tocó en su punto más sensible mientras seguía empujando dentro de ella.

Habían alcanzado una compenetración ideal, instintiva y maravillosa. Sus cuerpos se entendían a la perfección y Lauren se sentía tan excitada como asustada. ¿Cómo era posible? Jason le despertaba los deseos más atrevidos, como hacer el amor al aire libre en la cubierta de un barco.

Él le mordisqueó el lóbulo de la oreja mientras sus dedos seguían trazando círculos en sus partes íntimas.

–¿Quién va a gritar primero, Lauren?

Ella apretó las rodillas contra sus caderas y lo masajeó suavemente hasta que él gimió de placer en su oído.

–No lo sé… Dímelo tú.

Jason levantó la cabeza y la miró con todo el rostro en tensión.

–Creo que va a ser algo simultáneo…

La promesa de un orgasmo sincronizado la llevó hasta el límite. Jason le capturó la boca con la suya y los dos ahogaron un gemido de placer compartido. Un torrente de lava invadió a Lauren, derritiendo sus músculos, huesos y nervios hasta que quedó exhausta y jadeante sobre la cubierta.

Él se dejó caer a su lado, también jadeando en busca de aire, y la apretó contra su pecho en silencio. Tiró de la manta sobre ellos y rodeó a Lauren con los brazos.

Las luces seguían parpadeando en la costa de San Francisco, muy lejos de Nueva York. Las olas que rompían suavemente contra el casco le recordaban que sus defensas iban menguando a cada segundo que pasaba con Jason, sobre todo porque él le había demostrado lo bien que podrían estar juntos.

Lauren siempre había dependido de la fría lógica, y Jason nunca le había hablado de amor. Sin embargo, no podía escapar a la verdad inexorable.

Se estaba enamorando de Jason.

E-Pack Se anuncia un romance abril 2021

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