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LA GUERRA DE 1967, AL-NAKSA (LA CALAMIDAD: LA NUEVA DERROTA)

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El 5 de junio de 1967, en un contexto de movimiento de tropas egipcias hacia sus fronteras en común, Israel invadió a sus vecinos árabes dadas las condiciones que juzgó propicias. Durante la noche, su ejército destruyó las fuerzas aéreas de Egipto, Jordania y Siria; así los dejaba sin cobertura aérea. Los combates terminaron en una semana y representaron una derrota asoladora para los Estados árabes, más aún para los seguidores del nacionalismo árabe nasserista. En la narrativa árabe, la llamada “Guerra de los Seis Días” con Israel pasó a denominarse la Naksa y complementó al-Nakba de 1948. Según el propio ejército israelí, se trató de hostilidades como continuación directa de lo ocurrido en 1948. Por tanto, en las dos décadas posteriores a este año, alrededor de tres cuartas partes de los palestinos se convirtieron en refugiados a causa de los efectos acumulativos de las políticas sionistas.

El conflicto militar provocó una sacudida en Medio Oriente, reapareció la cuestión fronteriza, al tiempo que el interés por la llamada bíblica de la “Gran tierra de Israel”, la tierra prometida. El sionismo laico usufructuó los textos bíblicos con la finalidad de justificar sus intenciones políticas, como en el libro de Josué. Los israelíes sionistas enarbolaron sus pretensiones sobre la totalidad de lo que ellos consideraban la “tierra prometida” al invocar los siguientes asuntos: de seguridad, económicos, demográficos o religiosos (Masalha, 2002, pp. 26-28).

Tel Aviv y Washington se propusieron debilitar a los regímenes de nacionalismo popular, desarticular la alianza con la URSS y reposicionar la región hacia los términos estadounidenses. Entonces, esta potencia consintió una nueva colonización sionista. El Estado de Israel recurrió a imágenes bíblicas con el propósito de legitimar su asentamiento en la zona. Asimismo, nombraron a Cisjordania como Judea y Samaria en su documentación oficial, con el objetivo de aumentar en forma progresiva las colonias israelíes. Además, ocupó los territorios habitados por los palestinos de Cisjordania y Jerusalén Este –administrados por Jordania– y la Franja de Gaza –administrada por Egipto–, junto a la península del Sinaí egipcia y los altos del Golán sirio.

Como contrapartida, en septiembre de 1967, en la cuarta Cumbre Árabe en Jartum (capital de Sudán) se aprobó la resolución que incluía los tres “no” a Israel: “No a la negociación, No al reconocimiento, y No a la paz con Israel”. Los Estados árabes no pudieron recuperar esos territorios, excepto Egipto que los intercambió por paz en 1977.

Este conflicto bélico supuso otra derrota de los países árabes frente al Estado de Israel. Como resultado de ello, la reacción palestina abandonó las directivas árabes, con la dificultad imperiosa de que gran cantidad de los palestinos pasaron a vivir bajo la ocupación militar israelí. La derrota marca un punto de inflexión para la política de la diáspora palestina pues 800.000 habitantes palestinos de Jerusalén Este y Cisjordania, y 400.000 residentes de Gaza pasaron a estar bajo el gobierno militar israelí en forma directa. Pese a esto, los exiliados y las partes del movimiento lograron avanzar hacia una coordinación eficaz de sus actividades y sus objetivos. No obstante, los israelíes hicieron todo lo posible para frustrar dicha coordinación (Cobban, 2003, p. 168).

Las particularidades de la cuestión palestina han provocado que desde al-Nakba, a través de la Asamblea General de las Naciones Unidas, se haya ido prorrogando el mandato a la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA, por sus siglas en inglés) para que prosiga con sus trabajos de apoyo humanitario y desarrollo hasta la resolución de su coyuntura. Por su parte, cabe aclarar que la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) –que rige con la excepción de los palestinos– indica que los refugiados deben tener la posibilidad de decidir libremente entre: integración local, reasentamiento en terceros países o retorno a su país de origen. Esto no ha sido posible para los refugiados de Palestina, puesto que las dos primeras son inadmisibles para ellos y para los países en los que se encuentran, y la tercera es impugnada por Israel.

Según estimaciones de la propia UNRWA, unos 400.000 palestinos fueron desplazados como resultado de la guerra de 1967, de los cuales cerca de la mitad lo fueron por segunda vez. Este número ascendió a una tercera parte de los más de 1,1 millones de palestinos que habían residido dentro de las zonas de Gaza y Cisjordania antes de la guerra. Otra situación semejante fue la de los cien mil civiles sirios desplazados de los altos del Golán después de la guerra.

En líneas generales, las hostilidades resultaron decisivas en un conjunto de dimensiones. En primera instancia, la confrontación alteró el equilibrio de fuerzas de la región. Israel demostró superioridad militar sobre los Estados árabes, lo que modificó el vínculo de cada uno de ellos con el exterior. Estados Unidos y Europa mantuvieron su simpatía por Israel, de hecho, la potencia norteamericana lo consideró a partir de entonces como aliado indispensable en la región. En segunda instancia, la conquista y ocupación israelí de Jerusalén Este –lugares santos para judíos musulmanes y cristianos pasaron a control israelí– incorporó el aspecto religioso al conflicto. En tercer término, para los Estados árabes, la derrota reflejó los límites de su capacidad militar y política; para la URSS también fue un revés que inclinó a los soviéticos a impedir algo similar para sus socios en el futuro. Por último, la conflagración dejó su huella en los habitantes del mundo que se reconocían con la condición de judío o de árabe; este conflicto local alcanzó escala mundial (Hourani, 2004, p. 495).

El conflicto del Mashriq representó un microcosmos de la política internacional: los intereses de las grandes potencias, la historia de las minorías en el mundo árabe, la revolución sociopolítica y el legado del colonialismo occidental, y el imperialismo en la región. Desde 1967, los palestinos han vinculado su lucha con lo ocurrido en Vietnam, Argelia, Cuba y la denominada África negra. Esta modificación de la perspectiva se debió tanto al incremento de una conciencia política mundial como a la lucha universal contra el colonialismo y el imperialismo (Said, 2013, pp. 202-204). Lo desmedido de la intromisión de las potencias en la región, más las disputas generadas por la Guerra Fría, ese contexto regional y mundial, influyó en la “Cuestión de Palestina”. Por consiguiente, debemos interpelar en qué medida lo ha hecho cada factor. A nivel internacional, Estados Unidos junto a Israel y, en menor medida, Jordania, negaron de manera constante la posibilidad de un Estado Palestino independiente a toda regla.

A partir de la génesis de la OLP y la reanudación de la lucha armada, la cuestión de los refugiados se posicionó como un asunto humanitario del que se encargaría la UNRWA. La guerrilla contribuyó a que los refugiados fueran tenidos en cuenta en el futuro Estado secular democrático. En aquellos años, la Organización tenía dos objetivos principales: primero, la creación de dicho Gobierno nacional; y segundo, ser reconocida a nivel global como única representante legítima de su pueblo. La invasión y ocupación israelí sobre el 22 % restante de Palestina en 1967 generó unos 200.000 refugiados más. Pese a ello, en algún sentido, esa situación pasó a un segundo plano en la agenda de la OLP. El empeño de esta organización por lograr el reconocimiento internacional y como socio negociador para la creación de un mini Estado absorbió la mayoría de los recursos, en detrimento de los derechos e intereses de los habitantes de los campamentos (Aruri, 2005, pp. 147-148).

Para este caso en particular, el efecto de mayor trascendencia fue la ocupación israelí de lo que quedaba de Palestina. En consecuencia, más palestinos se han convertido en refugiados e inician la política de colonias que en forma escalonada fragmentan su territorio. De manera paradójica tal vez, esta situación fortalece el sentido de su identidad y la convicción de que ese pueblo solo podía depositar su confianza en él mismo. Los palestinos, en su mayoría sometidos al dominio israelí, reclaman una existencia nacional particular e independiente (Hourani, 2004, p. 496) que construyeron durante el siglo XX.

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