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SALIENDO DE LA CASA: LA CREACIÓN DE UNA CULTURA POLÍTICA FEMENINA
ОглавлениеEntre 1880 y 1922 –año de la semiindependencia de Inglaterra– los y las nacionalistas desarrollaron diferentes respuestas políticas a la presencia colonial británica. La cultura política masculina se manifestaba en periódicos, partidos y en una asamblea legislativa que se distinguía más por su oratoria que por su legislación. Durante este periodo, los hombres de élite oscilaron entre la cooperación con las autoridades inglesas en la administración del Estado y la oposición a la ley colonial. Al mismo tiempo, sus mujeres comenzaron a organizarse en colectivos y generaron una nueva cultura política femenina (Baron, 2005). Aisha Taymur o Zeinab Fawwaz, entre otras destacadas poetizas, escritoras y ensayistas reivindicaron en sus escritos el lugar de la mujer y son consideradas por ello como pioneras del movimiento feminista (Hatem, 1998).
La segregación de sexos llevó a las egipcias de las clases media y alta a crear organizaciones e instituciones conformadas únicamente por mujeres, lo que les dio cierta autonomía para establecer una agenda propia. Comenzó así a tomar forma una incipiente prensa femenina, seguida de la creación de una variedad de asociaciones. Estas desarrollaban programas de bienestar social y educativo, con algunos componentes que pueden considerarse como protofeministas. Las primeras demandas que se erigieron fueron la expansión de la educación, reformas a las leyes de familia y la ampliación de derechos. Como lo habían hecho algunas organizaciones predecesoras, buscaban promover el desarrollo social y educativo de las mujeres, aunque ya a partir de las primeras décadas del siglo XX comenzaron a desarrollar una visión feminista más definida. En este plano, se plantearon nuevos objetivos, como la eliminación de la prostitución legal y la lucha contra el abuso de las drogas y el alcohol (Baron, 1997).
Tras la caída del Imperio otomano, la revolución de 1919 se dio como el desenlace natural ante el incumplimiento de Inglaterra de dar la independencia a sus colonias. Las primeras negociaciones para culminar con la ocupación del país acabaron con la concesión de una tibia semiindependencia en 1922, que otorgó a los políticos egipcios mayor control sobre los asuntos internos del Estado. La Constitución de 1923 garantizó los poderes ejecutivos y legislativos en manos del rey Fuad, restringió el Senado a las clases altas y le dio el poder de veto sobre la Cámara de Diputados, cuyos miembros debían ser exclusivamente hombres alfabetizados. Se conformaba así una sociedad en la que solo los hombres de las clases más altas tenían alguna posibilidad de participación política; por lo que poca o ninguna atención se prestó a la reforma social y a la consideración de los derechos de las mujeres.
La militancia femenina en el periodo 1919-1922 fue el puente de lo que era un feminismo socialmente invisible a uno organizado y colectivo. La primera protesta pública en reclamo por el fin de la ocupación británica y la independencia nacional en la que participaron mujeres tuvo lugar el 16 de marzo de 1919. Durante este periodo, los egipcios celebraron la participación femenina en el movimiento nacionalista ya que el Comité Central de Mujeres del partido nacionalista Wafd ayudó a aumentar el apoyo popular a lo largo del país. Sin embargo, luego de la semiindependencia declarada en 1922, las egipcias fueron tratadas como ciudadanas de segunda clase. A pesar de que la Constitución de 1923 declaraba la igualdad de todos los ciudadanos, una nueva ley electoral garantizó el derecho al sufragio solo a los varones. Ese mismo año se produjo un hito en la historia de las mujeres de la región: las feministas Nabaweya Musa, Hoda Shaarawi y Saiza Nabarawi se quitaron el velo en la estación de tren cuando regresaban de una convención de mujeres en Roma.
El desaire a los derechos de las mujeres y este gesto simbólico de liberación fueron el punto de inflexión de la participación política femenina que bajo la dirección de Hoda Shaarawi se aglutinó en la primera organización explícitamente feminista: la Unión de Feministas Egipcias (UFE). La UFE, en coordinación con el Comité Central de Mujeres del Wafd, promovió una serie de demandas que incluían derechos educativos y laborales plenos para las mujeres y la reforma de la Ley de Estatus Personal Musulmán. Miembros de la Sociedad de la Nueva Mujer llevaron las demandas al inicio de sesiones del nuevo parlamento en 1924, aunque no tuvieron éxito en poner en agenda su discusión.
Los años siguientes se registró una gran cantidad de logros del movimiento feminista. En 1925 se abrió la primera escuela secundaria para niñas, la escuela Shubra, con un currículo igual que el de los niños, y en 1929 se logró el ingreso femenino a las universidades y el acceso a cargos en sus claustros. Sin embargo, a pesar de numerosos intentos no se pudo cambiar la Ley de Estatus Personal. Dicha legislación mantenía –y mantiene– el derecho masculino a la poligamia y al divorcio unilateral (repudio), que marcan un claro desbalance de derechos.
En los años treinta y cuarenta, la UFE comenzó a relacionarse con otras asociaciones de mujeres árabes. A mediados de los años treinta, en el contexto de la revolución palestina4, las organizaciones sortearon todos los obstáculos impuestos por el poder colonial para organizar una Conferencia por la Defensa de Palestina. En 1944, la UFE encabezó la Conferencia Feminista Árabe (CFA) con la liberación de las mujeres y la discusión sobre su rol en la lucha por la liberación de Palestina como primeros puntos en la agenda. El nivel de conciencia política era tal que cuando en 1945 se creó la Liga Árabe sin mujeres entre sus delegados, la presidenta de la CFA expresó: “Han ampliado la brecha entre ustedes y sus mujeres al decidir construir su nueva gloria solos. La Liga no es más que media liga, una liga de la mitad del pueblo árabe” (Badran, 1995, p. 245). Como respuesta, la CFA dio nacimiento al feminismo panárabe creando la Unión Feminista Árabe (UFA), que existe hasta nuestros días.
En esta etapa de crecimiento vigoroso las feministas buscaron, no solo establecer redes con sus compañeras de la región, sino también ampliar las bases para hacer el movimiento más popular. Así, proliferaron las organizaciones y pronto surgieron tres nuevas referentes: Doria Shafiq, Fatima Ni´mat Rashid e Inji Aflatun. Doria Shafiq llevó adelante una iniciativa feminista dinámica y amplia. Creó Hija del Nilo (Bint al Nil) en 1948 tras fundar tres periódicos. Hija del Nilo fue el primer movimiento en establecer sedes en todo el país. Abrió centros de salud y alfabetización a lo largo del territorio para mujeres de las clases más bajas y puso el voto femenino en el centro del debate. Shafiq fue, de hecho, la más destacada militante por este derecho; llevó adelante protestas, sentadas y hasta huelgas de hambre (Nelson, 1996). Fatima Ni´imat Rashid creó el primer movimiento político de las mujeres, el Partido Nacionalista de las Mujeres (PNM) en 1941. El PNM propuso una agenda de cambios económicos y sociales, y estableció nexos cercanos con los partidos de trabajadores y campesinos. Por su parte, Inji Aflatun fue una lideresa estudiantil de izquierda y una de las artistas más destacadas del país. Fundó y formó parte de una serie de asociaciones de orientación marxista-leninista en línea con los movimientos del tercer mundo de Asia y África (Zuhur, 1998, p. 167).
Así, entonces, la puerta de entrada de las mujeres en la escena pública fue a través de su participación en el movimiento nacionalista. En las primeras dos décadas esta fue tímida, pero a partir de los años treinta y hasta 1952 el feminismo creció hasta convertirse en una pujante fuerza política. En enero de ese año comenzó un nuevo proceso revolucionario con el despliegue de guerrillas en la zona del Canal de Suez. Allí, el Comité de Resistencia Popular de Mujeres reunió participaciones femeninas de todo el espectro político para unirse a las filas de los nacionalistas. Una vez más fueron bienvenidas por los varones (Badran, 1991). En julio, con el triunfo de la revolución de los Oficiales Libres, comenzó un proceso de silenciamiento del feminismo como discurso político independiente y la institucionalización del espacio público. A través de leyes, programas sociales, y la creación de nuevas instituciones que rediseñaron los parámetros de lo público, el nuevo régimen buscó hacer de las mujeres sujetos políticos desmantelando las estructuras familiares tradicionales pero creando nuevas subjetividades de género y movilizándolas al servicio del desarrollo nacional-estatal. De este complejo proceso me ocupo en el apartado siguiente.