Читать книгу Antología Palatina I. Epigramas helenísticos - Varios autores - Страница 21

TEETETO

Оглавление

Muy poco sabemos de él excepto que, como Crantor murió antes que el también filósofo Polemón, cuya vida debió de terminar hacia el 270 (cf. el 52 de Antágoras e intr. al mismo), es probable que escribiera en la segunda mitad del s. III : Page, sin embargo (cf. intr. gen.), le sitúa hacia el 275. En todo caso, nada se opone a que sea él la persona citada por Calímaco en 331, escritor que fracasó en un concurso dramático, en pro de lo cual hablaría el hecho de que en 57 menciona a uno de Cirene, capital de la libia Cirenaica, patria de aquél. El más interesante y original de sus epigramas es el 58.

54 (VI 357)

Un viandante dialoga con las figuras masculina y femenina que figuran en un sepulcro.

—Sed dichosos, muchachos. ¿Cuál es el linaje y el nombre

bello que a personas tan hermosas fue dado?

—Yo soy Nicanor; Eupteeto es mi padre y Hegeso

mi madre; macedón soy en cuanto a mi estirpe.

—Y yo Fila soy, que a mi hermano acompaño; y un voto

de nuestros padres es causa de que aquí estemos.

55 (Dióg. Laerc. IV 25)

Epitafio (cf. intr.) del filósofo platónico Crantor, famoso por sus virtudes, que, según cuenta el propio Diógenes un poco antes, era autor de unos 30.000 versos, parte de los cuales dejó sellados en un templo de Atenea antes de abandonar su ciudad natal, Solos, ciudad de Cilicia, región costera del Asia Menor limítrofe con Siria, para ir a Atenas, y del que sabemos, por el mismo biógrafo, que murió de hidropesía y pidió ser enterrado en los repliegues de la tierra querida . Los dos versos finales reflejan la serenidad de Crantor, que aun en el otro mundo encuentra la felicidad.

Agradó a los humanos Crantor, pero más a las Musas,

y no pudo llegar a edad muy avanzada.

Tú, Tierra, el cadáver del santo varón acogiste

y él en tu seno sigue viviendo dichoso.

56 (VII 727)

Epigrama un poco raro, pues la alusión a la envidia no parece venir muy a cuento y la comparación del final es inapropiada: Minos, el mítico rey de Creta ocupa en los infiernos una posición privilegiada como juez de los muertos y Tersites, el personaje repugnante del canto II de la Ilíada, es feo y contrahecho, pero no tonto. El tono cínico de la anécdota está claro (cf. el 51 de Ánite).

Parecía no ser inferior a ninguno en talento

Fíleas, y que ante ello sufra el envidioso;

mas vana es la gracia que otorga la fama, pues Minos

no es en el Hades más honrado que Tersites.

57 (VII 499)

Para un cenotafio de Cirene (cf. intr.) Zeus es mencionado aquí con el apelativo de Xenio u Hospitalario porque lo que se pide es misión amistosa y en cierto modo diplomática; las rocas Icarias estarían cerca de la isla de Ícaros o Icaria, de las Espóradas, situada al O. de Samos.

Viajeros del mar, Aristón, cireneo, os suplica

a todos que digáis, por Zeus Hospitalario,

a su padre Menón que su vida perdió en el Egeo

y que yace al lado de las icarias rocas.

58 (VII 444)

Epigrama dedicado a los muertos de una gran catástrofe. En la casa del rico Antágoras, una noche de invierno, se estaba celebrando un gran banquete, al que asistirían muchos invitados y en el que servirían la mesa todos sus esclavos. El vino correría libremente y todos, comensales y criados, estarían demasiado eufóricos para darse cuenta de que, sin duda por causa de la calefacción central con hipocausto calentado desde abajo, se había declarado un incendio. En un caso semejante, el de la casa de Escopas en Fársalo, ciudad de Tesalia, región del N. de Grecia, cuenta Cicerón (De or . II 353) que el lírico Simónides de Ceos, muy experto en recursos mnemotécnicos, pudo identificar los cadáveres por el sitio que ocupaban en la mesa; pero allí fue posible por haberse producido las muertes en el acto, al derrumbarse el techo, mientras que en este caso se habrían levantado todos para intentar huir.

Nadie supo en la noche de invierno que el fuego invadía

la gran casa de Antágoras, en que reinaba el vino,

y ochenta es la suma de libres y siervos mezclados

que ardieron en aquella pira abominable.

Imposible a los deudos les fue separar osamentas:

común se hizo la urna, comunes las honras

y erigióse tan sólo una tumba; pero Hades conoce

muy bien las cenizas de cada uno de ellos.

59 (Dióg. Laerc. VIII 48)

Habla al espectador una estatua de deportista erigida, como era costumbre, en un recinto agonal. Pitágoras de Samos, hijo de Crates, se presentó en Olimpia, el famoso santuario de la Élide, región occidental de Peloponeso, para competir en la Olimpíada del año 588: llevaba el pelo largo y un manto de púrpura que le daba un cierto aspecto afeminado, por lo que fue eliminado con vilipendio de la competición infantil, a la que correspondía por su edad; pero luego logró entrar, no sabemos cómo, en la prueba de los hombres, donde, con sorpresa general, derrotó a todos.

Sí, Pitágoras, sí, caminante, si tal vez recuerdas

al melenudo púgil samio, tan famoso,

ése soy; si, queriendo saber de mis gestas, preguntas

a cualquier Eleo, creerás que exagera.

Antología Palatina I. Epigramas helenísticos

Подняться наверх