Читать книгу Antología Palatina I. Epigramas helenísticos - Varios autores - Страница 26
NICIAS
ОглавлениеSabemos de él que era médico y amigo de Teócrito, a quien es posible que conociera en alguna estancia en Cos, donde se cursaban famosos estudios de Medicina: nos consta, por otra parte, que Nicias fue lo que pudiéramos llamar compañero de clase de un galeno muy conocido, Erasístrato. Todo ello le sitúa plenamente en la primera mitad del s. III . Cuatro de los poemas de Teócrito están relacionados con él: el epigrama 365; los idilios XI y XIII, dirigidos al médico; y el XXVIII, escrito como dedicatoria de una rueca de marfil que Teócrito llevó a Mileto, ciudad (cf. el 50 de Ánite y 78) probablemente natal de su amigo, como obsequio para Teogénide, su esposa (cf. 79). Aunque Teócrito le dedica grandes elogios (XI 6, XXVIII 7), no parece que su talla poética excediera de lo discreto (en 77 y 79 hay claras imitaciones); ni tampoco es genial la réplica a XI, cuyo primer verso conocemos: el bucólico había dicho que la poesía cura los males de amor, y el médico responde, con paráfrasis del fr. 663 N. de Eurípides, que, en cambio, el amor convierte a los hombres en poetas. La especie de menta asignada a Nicias por Meleagro (776, 19-20) es la cultivada (Nicandro, fr. 74, 57 G.-Sch.) y olorosa (Teofr. Hist. pl . VI 6, 2).
77 (VI 122)
Eco del 28 de Ánite: diálogo entre un viandante y una lanza ofrendada por Menio, que probablemente luchó como mercenario en alguna de las continuas guerras de la época de los Diácodos. Los Ódrisas son un pueblo tracio; el arma es considerada aquí como ménade o bacante consagrada no al culto de Dioniso, como es lo usual, ni al de Atenea, como dice el lema, sino al de Enialio, otro nombre de Ares.
—Ménade brava de Enialio, ¿quién vino a ofrecerte,
veloz lanza, a la diosa que convoca al combate?
—Menio fue, cuya mano en vanguardia lanzábame rauda
por que al Ódrisa hostil matara en la llanura.
78 (VI 127)
Habla un arma, probablemente un viejo escudo ofrendado quizás en un templo de Mileto (cf. intr.) donde con frecuencia actuarían las muchachas en ritos de Ártemis.
Era, pues, mi destino dejar el odioso combate
de Ares para oir a los virgíneos coros
junto al templo de Ártemis, donde mis miembros roídos
por canosa vejez Epíxeno ha ofrendado.
79 (VI 270)
Anfáreta (cf. el 18-19 de Perses) ofrenda a Ilitía, que la ha protegido en un parto, su mantilla y velo nupcial. A este último le llama flotante, adjetivo que recuerda al empleado por Teócrito en Id . XXVIII 11 para referirse precisamente a tejidos de lana hechos por la esposa de Nicias (cf. intr.), con el que se alude a algo que imita, en su finura y flexibilidad, las ondulaciones del agua. Nótese la alusión final a las tétricas figuras que se remontan a la tradición épica.
La mantilla y el velo flotante de Anfáreta quedan
encima de tu imagen puestos, Ilitía,
porque a ti en los dolores del parto con preces rogaba
que apartaras de ella las siniestras Ceres.
80 (VII 200)
Habla una cigarra capturada por un niño (cf. el 47 de Ánite); pero el animal no «canta» con las alas, sino que utiliza un complicado aparato estridulador situado en el tórax y no demasiado distinto de una zambomba.
Ya no gozaré entre el espeso follaje de un árbol
haciendo sonar mis alas delicadas,
pues la mano menuda de un niño cogióme de pronto
cuando estaba posada sobre las verdes hojas.
81 (IX 315)
Hablan probablemente las ninfas esculpidas en el relieve de una fuente erigida por un padre en memoria de su hijo. Sobre la sombra del álamo, cf. el 45 de Ánite.
Bajo los álamos siéntate aquí, fatigado
viajero, y a beber ven de nuestro chorro
por que luego recuerdes de lejos la fuente que Simo,
a la muerte de Gilo, levantó en su memoria.
82 (IX 564)
Inscripción para una colmena.
Parda abeja, que, amando la rosa estival, nos anuncias
la pintada estación en que brota el deseo,
activa recorre volando el vergel oloroso
para que se llene tu cérea celda.
83 (XVI 188)
El dios ha abandonado su monte natal Cilene, de Arcadia, para convertirse en patrono de un gimnasio, donde habla su estatua. La viola es flor difícilmente identificable, seguramente no la violeta.
Yo, protector del famoso Cilene escarpado,
Hermes, estoy a cargo de este gimnasio amable;
por eso a menudo los niños me adornan con frescas
guirnaldas de violas, mejorana y jacintos.
84 (XVI 189)
Habla la estatua de Pan, al que llama erróneamente Hermes el lema y que guarda el colmenar (cf. 82 y, sobre el Ménalo, el 17 de Perses). No es seguro que el poema sea de Nicias.
Las laderas menalias dejé y custodiando aquí quedo,
por orden de Perístrato, sus enjambres, no sean
las abejas de miel espoliadas. Rehuid, pues, mi mano
y la ágil carrera de mis rústicas patas.