Читать книгу Antología Palatina I. Epigramas helenísticos - Varios autores - Страница 7
FILITAS
ОглавлениеAunque 1 y 2 son atribuidos en el lema a un nativo de Samos, la gran isla vecina a Asia Menor, es posible que estos cuatro epigramas procedan del cálamo del bien conocido Filitas o Filetas de Cos, isla del S. del mar Egeo, gran poeta a juzgar por lo que de él se cuenta, pues no es mucho lo conservado; inspirador de toda la escuela poética alejandrina, autor de elegías y epigramas; filólogo también y maestro de Zenódoto de Éfeso, la gran ciudad de Asia Menor; primero de los bibliotecarios de la Alejandría egipcia y, en fin, preceptor de Ptolemeo II Filadelfo, es de suponer que en su madurez, pues el rey nació en 308 y reinó entre 285 y 246 y las fuentes nos presentan a Filitas escribiendo ya en las épocas de Filipo II de Macedonia (359-336) y Alejandro III el Magno (336-323). Los epigramas aquí recogidos no son sensacionales, pero merecen elogio por su limpia sencillez.
1 (VI 210)
Llegada la edad del retiro, una cortesana ofrenda a Afrodita, llamada como tantas otras veces Cipris con alusión a su culto en Chipre, los utensilios de su oficio, entre ellos un espejo y tal vez un falo artificial.
Al cumplir por lo menos cincuenta la dulce Niciade,
en el templo de Cipris colgó como ofrenda
sus sandalias, sus bucles postizos, un límpido bronce
que no ha perdido nada de sus fieles reflejos,
su faja preciosa y aquello que un hombre no debe
nombrar y que aquí ves con las artes de Cipris.
2 (VII 481)
Primera de las muchas alusiones al Hades, morada del dios infernal.
La estela afligida nos cuenta: —Llevóse a la niña
Teódota, de tan cortos años, el Hades.
Mas ella le dice a su padre: —Contén tu tristeza,
Teódoto: es de humanos el sufrir desdichas.
3 (Estob. IV 56, 11)
No te lloro, mi amigo querido, que muchos momentos
felices gozaste con tu porción de penas.
4 (Estob. IV 17, 5)
El poema, breve y posiblemente incompleto, admite dos interpretaciones: la que hemos aceptado, en la que un marinero, desolado ante la inmensidad del mar desierto, desea ardientemente ver tierra, u otra posible en que alguien profetizaría que de las aguas va a brotar una isla.
Algún día veremos la tierra por obra divina;
ahora el mar es un circo para el saltar del viento.