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2.3. UNA DEFINICIÓN DESCONTEXTUALIZADA, QUE DESCONOCE LAS DINÁMICAS SOCIALES

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La geografía social ha señalado la importancia de entender el territorio como un producto de las acciones, las prácticas, las relaciones y las experiencias sociales, pero también como parte integrante de ellas46. Es así como para los teóricos de esta disciplina, como Lefebvre, el espacio debe ser entendido a través de tres elementos: el espacio percibido, el espacio concebido y el espacio vivido47.

El espacio percibido está relacionado con las prácticas espaciales de la sociedad, o mejor, con la continuidad de las relaciones de los individuos con lugares específicos. El espacio concebido corresponde a las representaciones del espacio que tienen que ver con las relaciones de producción y el orden derivado de ellas; en otras palabras, se trata del espacio mayoritario y dominante. Por último, el espacio vivido hace referencia a los espacios de representación, que por lo general corresponden a situaciones marginales al espacio dominante que suelen producir resultados simbólicos48. En resumen, la propuesta de la geografía social es entender que el territorio debe reconocer las dinámicas sociales que se dan en el espacio que define el Estado, en las relaciones individuales e interpersonales, y en la marginalidad o periferia; es decir, reconocer los diferentes niveles y espacios para las relaciones sociales.

No obstante, la definición social de territorio requiere también del uso de herramientas de otras ciencias sociales como la antropología y la sociología, en la medida en que son estrictamente necesarias para comprender el contenido de las relaciones sociales. Así por ejemplo, gracias a la antropología se ha podido concluir que no es posible reducir la definición de territorio a la de un espacio determinado dentro del cual tienen lugar unas relaciones sociales. Por el contrario, a partir de esta disciplina se explica que el territorio también es una parte importante de las relaciones sociales puesto que condiciona algunas de ellas, ya sea mediante la idea de apropiación o de la concurrencia de relaciones sociales en varios territorios49.

En consecuencia, la propuesta de una aproximación social al territorio reconoce fenómenos que son importantes para la definición del territorio y su ordenación. En ese sentido, desde esta perspectiva las movilizaciones sociales, los fenómenos migratorios y las reivindicaciones minoritarias son determinantes para comprender el territorio. Y también son importantes las disidencias, las oposiciones y las luchas armadas y contra hegemónicas que ocurren dentro y por el territorio. Así por ejemplo, el reconocimiento de problemáticas y realidades como la afectación de la población por el conflicto armado, o las barreras de acceso físico de la población con discapacidad en las ciudades, son cuestiones que desde la perspectiva social deberían ser tenidas en cuenta al momento de definir el territorio y ordenarlo50.

En conclusión y como lo bien destaca Criado de Diego, desde la aproximación social al territorio, el orden jurídico y el orden social son diferentes y, por tanto, puede ocurrir uno de tres supuestos: que coincidan, que se complementen o que se contradigan51. En otras palabras, el ordenamiento jurídico puede definir al territorio de conformidad con las prácticas sociales; puede complementar dichas prácticas, o, en su defecto, puede contrariarlas. Sumado a lo anterior, es importante señalar que, en realidad, al reconocer el carácter social del territorio no se puede obviar la literalidad del concepto, como le ocurrió a buena parte del movimiento de la geografías social52. Así las cosas, es necesario recordar sus dimensión estrictamente espacial/geográfica y abordar también las características físicas y naturales del espacio.

Ordenación del territorio, ciudad y derecho urbano: competencias, instrumentos de planificación y desafíos

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