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ESCENA IV

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HERNANI

Sí, de tu séquito ¡oh rey! de tu séquito soy. De noche y de día, en efecto, y paso á paso te sigo, con el puñal en la mano y los ojos fijos en tu huella. En mí persigue en ti mi raza á tu raza. Y como si no fuera bastante, has venido también á ser mi rival. Hubo un momento en que me quedé indeciso entre amar y aborrecer. Mi corazón no era bastante ancho para ella y para ti, y amándola olvidé el odio que te tengo; pero una vez que tú lo quieres, una vez que vienes tú á recordármelo, en buen hora, lo recuerdo. Mi amor hace inclinar la incierta balanza y cae del lado de mi odio. Sí, soy de tu séquito; tú lo has dicho. ¡Oh! ningún cortesano de tu maldita elevación, ningún señor de los que lamen tus manos y besan tus piés, ningún perro de palacio adiestrado en seguir á un rey seguirán jamás tus huellas más tenaces y asiduos que yo. Lo que quieren de ti todos esos cortesanos es algún título ó juguete de relumbrón; para querer tan poco, no querría yo nada; lo que yo quiero de ti no es un vano favor, es el alma de tu cuerpo, la sangre de tus venas, lo que un puñal ansioso hurgando largo tiempo puede arrebatar á un corazón. Vé delante; yo te seguiré. Mi vigilante venganza me acompaña siempre y me habla al oído. Vé, aquí estoy yo; yo espío y escucho, y sin ruido mi paso busca el tuyo y lo sigue y persigue. De día ¡oh rey! no podrás volver la cabeza sin verme inmóvil y sombrío en tus solemnidades; ni de noche podrás tampoco volverla sin encontrar mis ojos fulgurantes detrás de ti.

(Vase.)


Dramas: Hernani; El Rey se divierte; Los Burgraves

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