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ESCENA VII

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RUY GÓMEZ, HERNANI

D. Ruy.—Sal. (Sale Hernani, á quien indica el duque las dos espadas.) Elige. El rey está fuera del castillo. Ajustemos, pues, la cuenta pendiente. Elige, pues, y despachemos pronto. ¡Vamos! ¡Tiembla tu mano!

Hernani.—¡Un duelo! No, no podemos batirnos.

D. Ruy.—¿Por qué? ¿Tienes miedo? ¿No eres noble? Noble ó no, para cruzar las espadas, el hombre que me ultraja es harto caballero.

Hernani.—Anciano...

D. Ruy.—Ven á matarme ó á morir, joven.

Hernani.—Á morir sí. Me habéis salvado á pesar mío, y os pertenece mi vida: tomadla pues.

D. Ruy.—¿Tú lo quieres? (Á los retratos.) Ya veis que él lo quiere. (Á Hernani.) Está bien. Ponte bien con tu conciencia y dirige á Dios tus ruegos.

Hernani.—Á vos, señor, dirijo el último.

D. Ruy.—Habla al otro Señor.

Hernani.—No, no, á vos. Anciano, matadme: daga, espada ó puñal, todo es bueno para mí. Mas por piedad, dignaos concederme una gracia suprema. Señor duque, antes de morir permitidme que la vea.

D. Ruy.—¡Verla!

Hernani.—Á lo menos permitidme que la oiga por la última vez.

D. Ruy.—¡Oirla!

Hernani.—¡Oh! Comprendo, señor, vuestros celos; pero ya en manos de la muerte ¿qué podéis temer de mí? ¿Queréis que la oiga, aunque no la vea siquiera? Y luégo moriré. ¡Oh! ¡Con cuánta dulzura exhalaría el último suspiro de mi vida, si antes de volar al cielo pudiera ver mi alma la suya en sus ojos! No le diré nada: vos estaréis presente y después me mataréis.

D. Ruy (Indicando el escondrijo aún abierto.)—¡Santo Dios! ¿tan profundo es ese albergue, tan sordo y tan perdido que no haya oído nada?

Hernani.—Nada he oído.

D. Ruy.—Ha sido preciso entregar á doña Sol ó á ti.

Hernani.—¿Á quién?

D. Ruy.—Al rey.

Hernani.—¡Estúpido viejo! ¡El rey la ama!

D. Ruy.—¿La ama?

Hernani.—¡Es nuestro rival y nos la ha robado!

D. Ruy.—¡Maldición! ¡Á mí mis vasallos! ¡Á caballo! ¡Persigamos al raptor!

Hernani.—Escuchad: la venganza á pié firme hace menos ruido en el camino. Yo os pertenezco y podéis matarme. Pero antes ¿queréis emplearme en vengar á vuestra sobrina? Voy á la parte en la venganza y os juro que he de ayudaros... ¡Oh! Concededme esta gracia, que os pediré de rodillas si es preciso. Sigamos al Rey los dos. Vamos; yo seré vuestro brazo; yo os vengaré, señor duque. Después me mataréis á mí.

D. Ruy.—¿Y entonces como ahora me estarás sumiso?

Hernani.—Os lo juro.

D. Ruy.—¿Por quién?

Hernani.—Por la memoria de mi padre.

D. Ruy.—¿Te acordarás de esto un día de tu propia voluntad?

Hernani (Presentándole una bocina que se quita del cinto.)—Guardad esta bocina. Suceda lo que quiera, siempre que á bien lo tengáis, en cualquier lugar y á cualquier hora, si creéis que es llegada la de mi muerte, no tenéis más que tocar el cuerno y yo mismo acudiré á ponerme en vuestro poder.

D. Ruy.—La mano. (Se la estrecha.) Todos vosotros sois testigos. (Á los retratos de sus mayores.)

Dramas: Hernani; El Rey se divierte; Los Burgraves

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