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ESCENA V

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HERNANI, DOÑA SOL, DON RUY GÓMEZ

D. Ruy (Inmóvil y con los brazos cruzados.)—He aquí el pago de mi buena hospitalidad.

D.ª Sol.—¡Dios mío! ¡El duque!

(Se aparta con sobresalto.)


D. Ruy.—¿Es este el pago, señor huésped?—Buen señor, id á ver si la muralla es segura, si están las puertas cerradas y el arquero en su torre. Revisa tu castillo, busca en tu arsenal una armadura á tu medida; requiere á los sesenta años tu arnés de batalla: he aquí la lealtad con que pagaremos la tuya.—¡Santos del cielo! He vivido más de sesenta años, he encontrado á veces gentes desalmadas; muchas veces al sacar mi espada de la vaina he levantado caza de verdugo; he visto asesinos, traidores, monederos falsos, criados infieles que envenenan á sus amos; he visto á Sforza, á Borgia, á Lutero; pero nunca he visto perversidad tan grande que no hubiera temido el rayo de Dios haciendo traición á su huésped. Esto no es de mi tiempo: tan negra traición petrifica á un anciano en el umbral de su casa, como si fuera la estatua de su misma tumba. ¿Quién es este hombre? ¡Oh vosotros, todos los Silvas que aquí me escucháis! (Á los retratos.) perdonad si ante vosotros, perdonad si en mi cólera, llamo á la hospitalidad mala consejera.

Hernani.—Señor duque...

D. Ruy.—¡Silencio! (Adelanta unos pasos.) ¡Muertos sagrados! ¡Mayores míos! ¡hombres de hierro, que veis lo que viene del cielo y del infierno! decidme quién es este hombre. ¿Es Hernani ó Judas Iscariote? Hablad, decidme su nombre. (Crúzase de brazos.) ¿Visteis en vuestros días nada semejante?

Hernani.—Señor duque...

D. Ruy (Á los retratos.)—¿Veis? ¡Quiere hablar el infame! Pero mejor que yo veis vosotros su alma. ¡Oh, no le escuchéis, es un trapacero! Prevé sin duda que mi brazo va á ensangrentar mis lares, que mi corazón acaso engendra en sus tempestades una venganza, hermana del festín de las Siete cabezas, y os dirá que es proscrito, que se hablará de Silva como se habla de Lara, y... que es mi huésped, y que también lo es vuestro... ¡Antepasados míos! ya lo veis: suya es la culpa, mía no. Juzgad entre los dos.

Hernani.—Ruy Gómez de Silva, si jamás se elevó al cielo una frente noble, si hay un corazón hidalgo, un alma grande en el mundo, es vuestra alma, señor; es la tuya, huésped mío. Soy culpable y no tengo que decir nada en mi abono, sino que soy digno de tu cólera. Sí, he querido robar á tu esposa, y hasta manchar tu lecho: es una infamia. Pero sangre tengo: derrámala, limpia luégo tu espada y en paz.

D.ª Sol.—Señor, yo sola soy la culpable; castigadme á mí sola.

Hernani.—Callad, doña Sol, porque esta hora es suprema y me pertenece á mí: no tengo ya nada más. Así, dejad que á solas me explique aquí con el duque. Duque, cree en mis últimas palabras. Soy culpable; pero no te inquietes: te juro que es pura. Así, para ella, pura, tu amor y tu fe; para mí, culpable, tu espada ó tu hacha ó tu puñal; después mandas tirar afuera mi cadáver, y lavar el suelo, manchado con mi sangre y... en paz.

D.ª Sol.—¡Ah! Yo soy la causa de todo, porque le amo. (Don Ruy retrocede sorprendido y mira á la novia con fulgurantes ojos. Sol cae de rodillas y añade.) ¡Oh! Perdonad, señor; pero le amo.

D. Ruy (Con escándalo.)—¿Le amáis? (Á Hernani.) ¡Tiembla pues! (Són de trompetas fuera. Entra un paje.) ¿Qué es eso?

El paje.—El Rey; señor duque, el Rey que viene en persona con un cuerpo de arqueros; toca su heraldo.

D.ª Sol.—¡Gran Dios! ¡El Rey! ¡Esto faltaba!

El paje.—Pregunta el Rey por qué está cerrado el castillo y manda abrir la puerta.

D. Ruy.—Abrid al Rey.

(Sale el paje.)

D.ª Sol.—¡Está perdido!

(Don Ruy va á un cuadro, que es su propio retrato y el último á la izquierda, toca un resorte, y se abre una puerta dejando ver un escondrijo practicado en el muro. Luégo se vuelve á Hernani.)

D. Ruy.—Entrad aquí.

Hernani.—Mi cabeza es vuestra. Entregádsela, señor: estoy dispuesto á morir.

(Entra en el escondrijo y vuelve á cerrar don Ruy.)

D.ª Sol (Al duque.)—¡Señor, piedad para él!

El paje (Volviendo.)—¡El Rey!

(Sol se baja precipitadamente el velo. Ábrese de par en par la puerta del fondo, y entra don Carlos de punta en blanco, seguido de multitud de caballeros y demás gente de guerra.)

Dramas: Hernani; El Rey se divierte; Los Burgraves

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