Читать книгу Dramas: Hernani; El Rey se divierte; Los Burgraves - Victor Hugo - Страница 15
ESCENA II
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D.ª Sol.—¡Eres tú, Hernani!
D. Carlos (Aparte.)—¡Pardiez! No hablemos.
(Vuelve á hacer la señal.)
D.ª Sol.—Bajo al momento.
(Cierra la ventana y muy luégo se abre la puerta pequeña apareciendo Sol con una lamparilla en la mano y un manto al hombro.)
D.ª Sol.—¿Hernani?
(Don Carlos se cala el sombrero y se le acerca precipitadamente.)
D.ª Sol (Dejando caer la lámpara.)—¡Dios mío! ¡No es su paso!
(Quiere retroceder, pero el rey la detiene por el brazo.)
D. Carlos.—¡Doña Sol!
D.ª Sol.—¡Cielos! ¡No es su voz! ¡Desdichada de mí!
D. Carlos.—¿Qué voz quieres más amorosa? Siempre es la voz de un amante y de un amante real.
D.ª Sol.—¡El Rey!
D. Carlos.—Pide, manda... un reino te ofrezco; porque éste, cuyo amor desdeñas, es el rey, tu señor; es Carlos, tu esclavo.
D.ª Sol (Pugnando por desasirse.)—¡Socorro! ¡Hernani!
D. Carlos.—No te espantes: es el rey quien te tiene, no el bandido.
D.ª Sol.—No, el bandido sois vos. ¿No os da vergüenza? ¿Son estas las hazañas que han de daros fama? ¡Venir de noche y por fuerza á robar una doncella! ¡Ah, mi bandido vale cien veces más que vos! Oíd, rey de Castilla. Si el hombre naciera donde lo eleva su alma, si Dios concediera la jerarquía á la altura del corazón, el rey sería él, y el bandido vos.
D. Carlos.—Señora...
D.ª Sol.—¿Olvidáis que mi padre era conde?
D. Carlos.—Yo os haré duquesa.
D.ª Sol.—Basta. ¡Qué vergüenza! (Retrocediendo algunos pasos.) Nada, nada puede haber entre nosotros, don Carlos. Mi padre derramó por vos su sangre y yo soy doncella noble, y celosa de mi sangre y de mi honor;... soy mucho para manceba y muy poco para esposa.
D. Carlos.—¿Princesa?
D.ª Sol.—Rey don Carlos, id con vuestros amoríos á mujerzuelas dignas de ellos, pues si os atrevéis á tratarme á mí con tal infamia, podré muy bien demostraros que soy dama y que soy mujer.
D. Carlos.—Pues bien, venid á compartir mi trono: seréis reina, emperatriz...
D.ª Sol.—Comprendo la añagaza. Concluyamos: prefiero con mi Hernani vivir errante fuera del mundo y de la ley, con hambre y sed, compartiendo su destino, abandono, guerra, destierro, persecución, miseria, á ser emperatriz con un emperador.
D. Carlos.—¡Cuán dichoso es ese hombre!
D.ª Sol.—Es pobre y hasta proscrito.
D. Carlos.—Hace bien en ser pobre y hasta proscrito, puesto que es tan amado. Yo estoy solo y un ángel le acompaña á él. En fin, ¿me odiáis?
D.ª Sol.—No os amo.
D. Carlos (Asiéndola con violencia.)—Pues bien, me améis ó no, vendréis conmigo; mi mano es más fuerte que la vuestra. Vendréis. Yo lo quiero así. ¡Pardiez! Vamos á ver si soy rey de España y de las Indias para nada.
D.ª Sol (Forcejeando.)—¡Ah! ¡Señor, por piedad! Pues sois el rey, duquesa, marquesa ó condesa, no tenéis más que escoger: las damas de la corte tienen siempre amor para vuestro amor. Pero mi proscrito ¿qué ha recibido del avaro cielo? Vos tenéis á Castilla, Aragón, Navarra, Murcia, León y diez reinos más, y Flandes y las Indias con sus minas de oro; tenéis un imperio en que nunca se pone el sol; y con todo esto ¿habréis de quitarle á él lo único que tiene... yo?
(Se hinca de rodillas á los piés del rey.)
D. Carlos.—Ven, no escucho nada. Ven; si correspondes á mi amor te doy á elegir entre mis Españas.
D.ª Sol.—No quiero más de vos que este puñal. (Se lo arranca del cinto y el rey la suelta y retrocede.) Atreveos ahora. Dad un paso no más.
D. Carlos.—¡Qué hermosa está! No extraño ya que ame á un rebelde.
(Va á dar un paso y Sol alza el puñal.)
D.ª Sol.—Un paso hacia mí y os mato y me mato. (El rey retrocede más. Sol se desvía y grita.) ¡Hernani! ¡Hernani!
D. Carlos.—¡Callad!
D.ª Sol.—Un paso y todo acaba.
D. Carlos.—Señora, ya que á tal extremo reducís mi bondad, sabed que para obligaros tengo ahí tres hombres de mi séquito.
Hernani (Surgiendo á su espalda.)—Habéis olvidado uno.
(Vuélvese el rey y ve á Hernani con los brazos cruzados bajo su larga capa y con el ala del sombrero levantada. Sol da un grito y corre á abrazarle.)