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ESCENA III

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Los mismos, DOÑA SOL, pajes, criados, doncellas

D. Ruy.—¡He aquí á mi Virgen del Pilar! Orar ante ella, te traerá felicidad. (Va á ofrecer la mano á Sol.) Futura esposa mía, venid, venid. Pero ¡cómo estáis todavía sin el anillo nupcial ni la corona!

Hernani (Con voz de trueno.)—¿Quién quiere ganarse aquí mil carlos de oro? ¡Yo soy Hernani!

(Todos se vuelven sorprendidos. Hernani desgarra su hábito de peregrino, lo pisotea y queda en su traje ordinario.)

D.ª Sol (Aparte, con júbilo.)—¡Aún vive! ¡Gracias, Dios mío!

Hernani (Á los criados.)—Yo soy el proscrito á quien se busca. (Al duque.) ¿No queríais saber si me llamaba Pedro ó Diego? No, me llamo Hernani. Aquí tenéis la cabeza puesta á precio. Vale bastante oro para pagar vuestras bodas. Á todos os la ofrezco. Tomadla. Atadme de piés y manos... Pero es inútil: me liga una cadena que no puedo romper.

D.ª Sol (Aparte.)—¡Infeliz de mí!

D. Ruy.—¡Qué locura! Estáis sin duda loco, huésped mío.

Hernani.—Vuestro huésped es un bandido.

D.ª Sol.—No, no le escuchéis.

Hernani.—Dicho está.

D. Ruy.—¡Mil carlos de oro! Tan fuerte es la suma que no respondo de todos mis criados.

Hernani.—Me basta uno solo. Delatadme, entregadme.

D. Ruy.—Callad, callad, no sea que os cojan la palabra.

Hernani.—La ocasión es propicia. Os aseguro que soy el proscrito, el rebelde Hernani.

D. Ruy.—Callad.

Hernani.—¡Hernani!

D.ª Sol (Á su oído.)—¡Oh! ¡calla, por Dios!

Hernani.—Aquí por lo visto estáis de bodas. Yo también quiero celebrar una fiesta imperial. Mi esposa me espera: no es tan bella como la vuestra, señor duque, pero no es menos fiel... es la muerte. (Á los criados.) ¡Ninguno de vosotros da un paso todavía!

D.ª Sol (Bajo.)—¡Por piedad!

Hernani.—¡Hernani! ¡Mil escudos de oro!

D. Ruy.—Es el mismo demonio.

Hernani (Á un paje joven.)—Ven, ven tú; tú ganarás los mil carlos, y rico entonces, el paje será un hombre. (Á los criados.) Pero ¿qué hacéis vosotros? ¡Temblar! ¿Hay peor suerte?

D. Ruy.—Tocando á tu cabeza arriesgarían la suya. Aunque fueras Hernani ú otro cien veces peor, y así en lugar de oro ofrecieran un imperio, en mi casa debo protegerte contra todos, contra el mismo rey, porque al huésped lo envía Dios. ¡Muera yo, antes que nadie toque á un cabello de tu cabeza! Sobrina mía, dentro de una hora serás mi esposa. Vuelve á tu aposento. Voy á poner en armas el castillo y á cerrar sus puertas.

(Sale seguido de sus criados.)

Hernani (Mirando con desesperación su cinto desarmado.)—¡Ah! ¡ni un puñal!

(Luégo que ha desaparecido el duque, da Sol algunos pasos como para seguir á sus doncellas; después se detiene, y cuando salen, vuelve con ansiedad hacia Hernani.)

Dramas: Hernani; El Rey se divierte; Los Burgraves

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