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CÓMO FUNCIONAN LAS MEMORIAS DE NUESTRO CEREBRO

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Más allá de que las memorias sean unas herramientas para archivar recuerdos o aprendizajes, también son indispensables para hablar, pensar y entender el presente, así como para imaginar futuros, para planificar, para proyectarnos y también para tomar decisiones.

Por ello, nos referimos a «memorias» en plural, en tanto que todas ellas expresan la existencia de distintos mecanismos cerebrales de gestión de la información.

Las memorias están basadas en circuitos de redes neuronales que se distribuyen por todo el cerebro. Una memoria concreta y estable se corresponde con la activación de un grupo de neuronas interconectado y sincronizado entre sí, lo que en su día se bautizó como engrama.

Dependiendo de las conexiones, una misma neurona puede participar en distintas redes de memorias. En la actualidad, tal y como hemos comentado en el capítulo 2, sabemos que la sincronización y la conexión son conceptos estrechamente relacionados, y que el proceso de aprendizaje fortalece las conexiones entre neuronas, lo que conduce a cambios estructurales y funcionales de los engramas. A su vez, estos cambios vuelven a activarse y modificarse durante el proceso de recordar.

También hemos comentado que en el cerebro hay unos ochenta y cinco mil millones de neuronas que se relacionan entre sí a través de miles de millones de conexiones, y este dato tiene su importancia porque lo que verdaderamente define la riqueza y versatilidad de los procesos memorísticos es la plasticidad sináptica cerebral.

Intentaremos explicar este concepto: algunas de las conexiones entre neuronas son fuertes o duraderas; otras, en cambio, son débiles. Esta versatilidad es la que explica la diferente organización en distintos tipos de memorias. Por ejemplo, en las memorias a corto plazo, la fuerza y duración de las conexiones es débil o transitoria, mientras que cuando se crea memoria a largo plazo se produce una síntesis de nuevas proteínas que permite que se formen redes con conexiones duraderas.

Pues bien, si las neuronas de una red de memoria se estimulan con frecuencia, sus conexiones sinápticas aumentan y se refuerzan (a esto se le denomina «potenciación a largo plazo»), lo que fundamenta la importancia de la repetición y el aprendizaje como base para la formación y almacenamiento de memorias duraderas.

En contraposición, si los recuerdos se abandonan y no se evocan, las conexiones se debilitan con el tiempo y lo memorizado se va desvaneciendo, como veremos con más detalle en el capítulo 8.

Una vez explicados todos estos conceptos, ¿cuántos tipos de memoria podríamos decir que existen?

Siguiendo lo postulado por Atkinson y Shiffrin,21 los procesos de gestión de información se estructurarían en tres etapas o grandes tipos de memoria: memoria sensorial, memoria a corto plazo y memoria a largo plazo.

Por razones prácticas, en este libro seguiremos este esquema de clasificación. Sin embargo, no tenemos ningún reparo en admitir que la realidad es mucho más compleja y que los diferentes mecanismos o tipos de memoria se solapan entre sí y actúan en concierto.

Y ahora veamos estos tipos de memoria con más detalle.

El cerebro ilusionista

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