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4 CONSTRUIMOS UNA ILUSIÓN DE CONTINUIDAD LOS LÍMITES DEL CEREBRO Y LA ILUSIÓN DE CONTINUIDAD

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El cerebro asume que el mundo en el que nos movemos es continuo en el espacio y en el tiempo. Sin embargo, nuestros sensores no nos permiten experimentarlo de ese modo: no estamos en condiciones de procesar de forma simultánea todo el contenido de una escena en alta resolución debido a razones de espacio y también de consumo metabólico.

Además, a las restricciones del cerebro para procesar toda la información que recibe, se le suman las propias limitaciones del campo visual y algunas otras que nos obligan a mover constantemente los ojos (aunque no seamos conscientes de ello) con el fin de rellenar las continuas e inevitables lagunas en nuestra visión.

Esto es lo que da lugar a la denominada «ilusión de continuidad», entendida tanto en el espacio como en el tiempo.

Pongamos un ejemplo: cuando vemos un automóvil circulando por una carretera, aunque lo percibamos de manera completa (ilusión de continuidad en el espacio), solo nos fijamos en una parte del vehículo que procesamos con alta resolución. Lo mismo ocurre con su movimiento (ilusión de continuidad en el tiempo).

Esto sucede porque, como el cerebro es incapaz de procesar toda la información que constantemente llega del mundo exterior, una de las estrategias que utiliza es procesar principalmente allá donde se produce contraste, es decir, aquello que cambia o que está en movimiento.

En el sentido de la vista, estas limitaciones nos obligan a realizar diversos e imperceptibles movimientos escaneadores con los ojos que consiguen rellenar por cuenta propia una buena parte de la experiencia visual. De este modo, gracias a esta eficiente estrategia que consigue grandes resultados consumiendo poca energía y ocupando escaso espacio de nuestro «disco duro», es posible lograr la ilusión de que todo fluye de forma continua con muy poca información.

El cerebro ilusionista

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