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PRESTIDIGITACIÓN: ¿LA MANO ES MÁS RÁPIDA QUE LA VISTA?

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Hace ya siglos que los magos descubrieron empíricamente que manipulando la velocidad de sus maniobras podían hacerlas invisibles porque «la mano es más rápida que la vista». Una vez más, los magos no necesitaron saber neurociencia: fueron directamente a los resultados.

En efecto, el mago es capaz de realizar muchas maniobras relativamente rápidas que no pueden ser detectadas visualmente. Se trata de maniobras necesarias para ocultar, esconder o escamotear cartas, monedas, bolas u otros artilugios ante los ojos de los espectadores, en lo que es un tipo de manipulación que probablemente dio origen a la palabra prestidigitador.

El efecto de la rapidez de movimientos en magia es un fenómeno que fue estudiado científicamente por primera vez a finales del siglo XIX, en 1893, gracias al apoyo de la recién fundada Asociación Francesa de Prestidigitadores, que presidía el mago y director de teatro y cine Georges Méliès. Méliès ha pasado a la historia por haber liderado innovaciones tecnológicas en los inicios de la cinematografía, como los efectos especiales, y por sus surrealistas películas de ficción inspiradas en los viajes de Julio Verne.

Méliès, que fue quien compró y dirigió el teatro del famoso mago Jean Eugène Robert-Houdin de París, y que también se volvería muy popular por introducir los efectos especiales en el cine, facilitó que dos magos reputados de aquella época, Arnould, gran profesional de la mnemotecnia, y Raynaly, mago de salón y de escenario, colaborasen en los experimentos de Alfred Binet, un psicólogo que así mismo fue famoso por haber introducido, entre otros avances, el IQ, esto es, el test Binet-Simon, que fue el primer test para evaluar la inteligencia y, por tanto, el predecesor de los actuales.

Eran épocas de tensión entre magos y médiums, y dichos conflictos facilitaron que algunos de estos magos apoyaran a los científicos interesados en los mecanismos de acción de la magia con el fin de desacreditar a los artistas que engañaban al público, como las médiums, que en aquella época la mayoría era mujeres y que hacían creer que poseían poderes sobrenaturales.

De este modo, en 1894, Binet publicó unos pioneros resultados tras aplicar la cronofotografía a diversas técnicas secretas de los magos de aquellos tiempos.38

La cronofotografía era una técnica incipiente y se realizaba con unos instrumentos muy rudimentarios que eran, en esencia, unas cámaras que movían mediante mecanismos de relojería una tira corta de película sobre una lente primitiva. Binet estudió escamoteos y otras maniobras con un sistema que le permitía tomar entre diez y quince fotografías por segundo. Así, fue gracias a este método que pudo calcular que Arnauld hacía un salto en la baraja muy rápido, y consiguió afirmar que lo hacía ¡en una décima de segundo!

Pero, con todo, lo más importante es que descubrió que la cronofotografía desvanecía los efectos de la magia, puesto que la eficacia de muchos efectos mágicos se explicaba por la incapacidad de la vista para percibir cambios rápidos.

Finalmente, Binet publicó sus resultados, en los que destacó que la ilusión mágica no solamente radica en la precisión del movimiento, sino también en su velocidad.39

El cerebro ilusionista

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