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La guerra, el crítico, la élite

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En este panorama se produce la guerra con Chile. ¿Cómo evalúa Basadre este cataclismo?

Para Jorge Basadre la derrota de la guerra se produjo sobre todo por dos falencias internas de la sociedad peruana: el abismo social entre las élites y el pueblo, y el empirismo del Estado. A pesar de las deficiencias materiales y organizativas, Basadre valora el esfuerzo de los combatientes, en especial del soldado indio. Para él la guerra del 79 fue el más tremendo sacudimiento que el hombre peruano sintió en el siglo XIX. Destrozó la armazón del Estado y dejó un país exangüe, amputado, yacente, con fronteras débiles y amenazadas. Lo mismo que provocó un complejo de inferioridad y empequeñecimiento espiritual.

¿Le ganó el pesimismo a nuestro historiador?

No, dentro del desastre resalta el papel de los que sacrificaron su vida en defensa del territorio y dieron ejemplo de superación. Advierte, además, que el odio de los peruanos hacia Chile se generalizó sin distinguir entre sus castas y sus hombres. En ese sentido, mantuvo la esperanza de que algún día ese sentimiento de animadversión disminuyera como ocurrió hacia los españoles en las guerras de emancipación.

¿Qué opinión le merece la reacción temprana de Manuel González Prada?

Lo consideró una figura preclara del pensamiento y las letras peruanas. Estimaba inmortal el discurso de González Prada en el teatro Politeama “Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra” y arreció contra los que él consideraba culpables de la derrota en la guerra con Chile [el discurso fue leído por un escolar cuando se hacía campaña profondos para el rescate de las provincias cautivas de Tacna y Arica, el 29 de julio de 1888].

¿Podrías explicarnos la nueva tendencia política de entonces: el sociologismo positivista que parece asumir González Prada?

Para Basadre, González Prada fue un ensayista, no un sociólogo. Su acercamiento a los postulados del sociologismo positivista fue porque estuvo en boga en su tiempo y se observa en muchas páginas de sus Horas de lucha, donde fue crítico de la realidad y del pasado llegando a ser pesimista. Dice Basadre que en América Latina los pensadores de esta corriente estuvieron del lado de las dictaduras, justificándolas. Ese no fue el caso de González Prada.

“Un país no es solo un pueblo”, dice Basadre. Y pasa a explicar el delicado trabajo de conducción política. Escribe que la sociedad “necesita algo más que una masa. Necesita mando” y este papel corresponde a la élite. ¿Qué entendía por esta categoría social?

Para Basadre, la élite como grupo dirigente no significa procedencia social aristocrática ni predominancia económica, sino que tenga claro hacia dónde tiene que ir. Los miembros de la élite tienen que tener la visión adelantada a las situaciones y formar una conciencia ciudadana y un destino común. Los miembros de las élites no deben tener miedo a morir en busca de su objetivo. Es un fenómeno espiritual y no económico o social.

“Comandar no es solo impartir órdenes. Es preparar, comprender las situaciones...”. Es claro que Basadre reclamaba una voluntad pedagógica. En el fondo su mirada siempre educadora...

Definitivamente. Para Basadre la élite debe hacer labor pedagógica con las masas, comprendiéndolas, orientándolas, defendiéndolas y haciéndolas tomar conciencia de la identidad nacional. La educación en el Perú, para el historiador, no es problema de presupuesto ni de capacitación de profesores ni de cantidad de colegios, sino una cuestión de actitud vital.

Explícanos, por favor, el fragmento final que parece cifrar el eje del ensayo: “Porque la promesa de la vida peruana sentida con tanta sinceridad, con tanta fe y con tanta abnegación por próceres y tribunos, ha sido a menudo estafada o pisoteada por la obra coincidente de tres grandes enemigos de ella: los Podridos, los Congelados y los Incendiados. Los Podridos han prostituido y prostituyen palabras, conceptos, hechos e instituciones al servicio exclusivo de sus medros, de sus granjerías, de sus instintos y sus apasionamientos. Los Congelados se han encerrado dentro de ellos mismos, no miran sino a quienes son sus iguales y a quienes son sus dependientes, considerando que nadie más existe. Los Incendiados se han quemado sin iluminar, se agitan sin construir. Los Podridos han hecho y hacen todo lo posible para que este país sea una charca; los Congelados lo ven como un páramo; y los Incendiados quisieran prender explosivos y verter venenos para que surja una gigantesca fogata. Toda la clave del futuro está allí: que el Perú se escape del peligro de no ser sino una charca, de volverse un páramo o de convertirse en una fogata. Que el Perú no se pierda por la obra o la inacción de los peruanos” (pp. 50-51).

Aquí Basadre, siempre mesurado, escribe con pasión sobre su amor por el país. Le duele el accionar de muchos peruanos que han saboteado el progreso de la nación, desde el pesimismo, la maledicencia, la apatía, los odios y la indiferencia. Los “Podridos” podrían ser los corruptos que roban al Estado; los “Congelados” los que ignoran a las masas pobres; y los “Incendiados” los que critican ácidamente sin tener propuestas ni plantear soluciones. Finalmente la promesa para que el Perú salga de sus problemas será obra de nosotros, los propios peruanos.

Miraflores, agosto del 2016.

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