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La historia en los siglos XIX y XX

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¿Cómo se concibe la historia en los primeros tiempos de la Independencia? ¿La “venganza” contra la conquista es un sentimiento que atiza los documentos de entonces?

Los años de anarquía que siguieron a la Independencia significaron el estancamiento de las investigaciones históricas. En cambio, abundan las memorias de los generales extranjeros que participaron en las guerras de Independencia; también hubo, aunque en escasa proporción, libros de memorias escritos por actores peruanos de la Independencia; por ejemplo, las memorias de Pruvonena (seudónimo de José de la Riva-Agüero, primer presidente del Perú). Porras anota como característica de la historia que cultivaron los criollos emancipados, la reacción negativa hacia la obra cultural de España en América. Porras compara esta actitud con la postura adversa hacia la Edad Media mantenida por la Ilustración. Esta aversión hacia los aportes de España condujo a revalorar la historia incaica, y es entonces cuando surge la idea de que la Independencia fue la “venganza” de los indios conquistados. Desde luego que lo anterior se manifestó a nivel discursivo, puesto que en la joven República del Perú se mantuvieron elementos de continuidad con el régimen colonial.

Con toda la grandiosidad de Ricardo Palma, aún sigue siendo una figura polémica. ¿De qué manera lo considera Porras?

Porras admiraba profundamente a Ricardo Palma y estaba muy familiarizado con su obra. Desde su juventud dedicó ensayos al tradicionista limeño; asimismo, fue promotor entusiasta de la creación de la Sociedad Amigos de Palma en los años treinta. Porras considera que el género que Palma creó, la tradición —que conjuga historia y ficción literaria—, era el más adecuado para transmitir la historia colonial. Informa que en la escritura de las Tradiciones Peruanas, Palma se nutrió de crónicas, documentos y otros manuscritos, de donde extrajo los personajes y los episodios que recreó con gracia y amenidad. Valoraba en Palma su don de narrador, además de sus aptitudes para retratar la esencia de una época, anotando que buscaba la verdad en la vida más que en el documento.

A principios del siglo XX Porras considera gravitante la “tendencia radical encarnada en la prédica fustigadora de González Prada”. ¿Fue un agente de pesimismo o de incitación? ¿Cuál es la dimensión que le atribuye?

Manuel González Prada representó ambas posturas. Tras el desastre de la guerra con Chile, su verbo encendido denunció los vicios que habían conducido a la derrota e hizo una exhortación enérgica dirigida a la juventud en interés de la renovación moral del país. Su discurso de 1888 en el Politeama expresa ese mensaje de admonición. En sus escritos vuelca su protesta, rebeldía y también su pesimismo sobre la realidad peruana. Pero, además del radicalismo y espíritu fustigador de Prada, Porras recuerda al fino poeta, autor de Minúsculas [1901] y Exóticas [1911], que en opinión del historiador fueron sus dos mejores libros de versos. La dimensión literaria que le atribuye a González Prada es comparable a la de Ricardo Palma. De hecho, Porras juzga a ambos escritores como los “máximos representantes de la literatura republicana del Perú”. Y añade que, abrazando diferentes ideologías, estos autores compartieron gustos literarios, combatieron los prejuicios nacionales y fueron abnegados patriotas.

Me parece significativo que Porras destaque la función de un maestro como Carlos Wiesse, quien se preocupó principalmente por la enseñanza de niños y jóvenes. ¿Qué tan sensible era Porras de la formación de las nuevas generaciones?

Es interesante que la pregunta haga referencia a Carlos Wiesse, quien fue maestro de la generación de Porras, conocida como la Generación del Centenario. Aparte de maestro universitario, Wiesse se interesó en la difusión del conocimiento sobre la historia del Perú; de ahí que escribiera libros para la escuela. Wiesse fue respetado y querido por sus discípulos. Al respecto existen elocuentes testimonios escritos por Jorge Guillermo Leguía y Luis Alberto Sánchez. Como hiciera su maestro, Porras dedicó gran parte de su vida a la formación de la juventud. Él se consideró ante todo profesor, y afirmó que la actividad que más satisfacciones le había proporcionado era la de profesor de segunda enseñanza, que ejerció por veinte años. Alguna vez declaró también que había postergado su obra como escritor por darle prioridad a la enseñanza. De otro lado, Porras veía en la clase de historia del Perú el principal vehículo forjador de la conciencia de la nacionalidad y del sentimiento de amor a la patria. Recordaré de la biografía de Porras que fue profesor de secundaria —enseñó en los colegios Anglo Peruano, Italiano y Alemán— y catedrático universitario, como es sabido.

La primera conclusión de Porras es constatar la riqueza de nuestro pasado histórico y, “en contraposición, la penuria de la investigación”. En las siete décadas transcurridas desde esta conferencia, ¿consideras que se ha cumplido su deseo de elaborar una síntesis de nuestro panorama histórico?

Este deseo sí se ha cumplido. Basta echar una mirada a la producción historiográfica desde la segunda mitad del siglo XX para comprobarlo. De hecho, la Generación del 50, de la que Porras fue maestro, dio importantes contribuciones a la renovación de la historia nacional, ingresando en nuevos territorios como la historia social y la historia económica. Generaciones posteriores han cultivado la etnohistoria andina, la historia regional, la historia de las mentalidades, entre otras parcelas. Junto con ello se han realizado apreciables trabajos de síntesis sobre nuestra trayectoria histórica, basados en modernas investigaciones históricas y arqueológicas. Por otro lado, Porras hacía notar la “escasez” de investigadores peruanos y, en contraparte, el gran interés de investigadores extranjeros por nuestra historia. Para bien de nuestra memoria colectiva, ese desbalance ha sido superado.

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