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Literatura e historia

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Sin duda es una proeza cubrir en un solo volumen el tránsito de nuestros pueblos originarios, considerando la amplitud del tiempo y la difícil geografía.

Prácticamente tuve que reescribir el libro que había publicado en los setenta, porque era muy difícil ensamblar los viejos conocimientos con las exigencias de la ciencia actual.

Imagino que en estas décadas la arqueología ha avanzado mucho…

Muchísimo, pues el tipo de información que había era muy pequeña en cuanto a relaciones que pudiera haber entre el ser humano y sus condiciones materiales. Para mí el vínculo fundamental que existe es el del ser humano, el medio en el que vive y los elementos que realizan la interacción entre el ser humano y lo material. Eso es lo que cambia a lo largo del tiempo y dentro de eso va evolucionando todo lo demás.

¿De qué área provenía la información en aquella época?

Casi toda provenía de un análisis de la historia del arte, de modo que era muy limitada y yo decía barbaridades como que no era posible encontrar las relaciones sociales a partir de ese análisis, lo más que podía sacarse era ideología.

Tal vez la mínima información de carácter científico te permitió abordar el libro desde la literatura, como un relato de ficción por su pulso fluido y amable.

Claro, mi intención original fue hacer un libro que pudiera ser leído por niños. Porque lo escribí para mi hijo mayor, que en ese tiempo iba a cumplir nueve o diez años.

Y sé que le hiciste una promesa. ¿Eso explicaría la índole afectiva del libro?

Sí. El problema es que yo no tenía dinero para comprarle un regalo, en esa época para mí era imposible y le dije: “Voy a escribirte un libro sobre la historia de nuestro país y sobre mi trabajo”. Se lo escribí a mano, todo corrido… lo comencé en octubre y lo terminé en diciembre. El mismo 24 y ese fue su regalo de navidad: un libro para que él lo entendiera. El asunto fue que comenzó a pasar el tiempo y la arqueología fue cambiando. Las décadas del ochenta y del noventa fueron tiempos de avances tecnológicos y también en los campos de la ciencia. Cambió la capacidad de ver de lejos y ver de cerca. Evolucionó la posibilidad observacional y me vi obligado a detener este libro en su décima edición. Ya no me parecía justo que circulara así. Tuve que suspender un libro mío, muy vasto, sobre la historia de las culturas del antiguo Perú y volver a concentrarme en este.

Además de incorporar los actuales conocimientos de arqueología e historia, es evidente que has mantenido la estructura y el discurso narrativo. Pero sigue llamando a sorpresa cómo un pequeño ejército de conquistadores pudo acabar con un reino poderoso.

No olvidemos que la guerra entre incas y españoles duró cuarenta años, después de lo cual varios millones murieron y el país quedó prácticamente desmontado. Todo ese periodo ha sido contado a partir de las hazañas de los conquistadores y no cómo se desmoronó el país y quedó desolado.

Si no me equivoco, sigues fiel al marxismo y afirmas, además, que no hubieras podido emprender esta obra sin el método marxista. Para ti, ¿cuáles son sus postulados primordiales?

Lo que me sirve de sustento es partir en mis análisis de las relaciones que nacen de la intervención del ser humano sobre la naturaleza, a través de la acción o el trabajo, que son instrumentos de creación humana. Los marxistas le llaman “desarrollo de las fuerzas productivas”. Y las relaciones activas entre las personas que intervienen en el contacto con la naturaleza los marxistas le llaman “relaciones sociales de producción”. Ambos procesos configuran una manera de ser de los pueblos.

Son los “modos de producción”…

Exactamente, y yo estoy de acuerdo con ese planteamiento, dado que eso establece la manera como se definen los pueblos. Su historia no es otra cosa que la sucesión de esos “modos de producción” lo que hace diferentes a los pueblos en el tiempo y en el espacio.

Imagino que eso es lo que la historia registra.

La memoria de ese registro… me refiero a que lo que hacen los pueblos día a día se guarda en el ámbito de la conciencia. Si consideramos que los restos materiales que determinan los “modos de producción” representan la infraestructura de la vida, la memoria que se guarda en la conciencia es lo que se denomina “superestructura”. Aquí se guardan las creencias, los recuerdos, el imaginario social en su conjunto. Ese es el mundo de las ideas que nos permite tener noción de nosotros mismos. A eso le llamo cultura.

Efectivamente es una visión marxista. Una interrogante a propósito de tu filiación: en los setenta tenía prestigio ser un científico social marxista y escribir un libro. No sé si en pleno siglo XXI ese prestigio ha sufrido menoscabo y cómo debe situarse un marxista para contar una historia confiable.

El marxismo es más que una postura, es una necesidad. Yo veo el mundo marxistamente. Para mí, por ejemplo, que ahora estoy revisando toda la historia del Perú, nuestra historia comienza en el período lítico, de cuando llega el ser humano a América y abarca hasta la actualidad. Sin embargo, me han pedido que lo escriba hasta la época de Valentín Paniagua, que es comienzos del siglo XXI. Cronológicamente es posible, hasta lógico, porque es el fin del siglo. El problema es que ya no es historia, pues Paniagua es hoy día. Lo que se descubrió sobre Fujimori es ahora; entonces se trata de análisis político, no de análisis histórico.

¿Qué distancia necesita un historiador para tener un margen acertado de análisis frente a un evento?

Para mí la diferencia está entre la crítica histórica y la crítica política contemporánea. Un hecho histórico deja de serlo desde el momento en que se incorpora al fondo de referencia común de lo que viene, pero que no forma parte de un tramado mayor. Yo no puedo discutir los actos de Velasco Alvarado porque él todavía constituye parte de nosotros.

¿Quieres decir que puede discutirse políticamente pero no históricamente?

Es así, son cosas que no han terminado, que todavía están en proceso. Históricamente deberíamos tener la capacidad crítica de evaluar esto como pasado. Paniagua aún no ha pasado. Fujimori aún no ha pasado; es más, todavía está en el candelero político. Viven sus actores, viven los que fueron sus ministros y asesores…

Viven y amenazan…

(Reímos). Mira, yo diría que desde Velasco Alvarado hasta hoy vivimos una etapa contemporánea. La podemos tratar desde el campo de la sociología con toda la implicancia que tiene la ciencia sociológica y política, pero todavía no como historia.

¿Y no es posible que un historiador tenga una mirada visionaria y pueda imaginar qué elementos van a convertirse en parte de la historia?

Claro que sí, pero ya es una implicación. La historia se basa en hechos concretos y reales que permiten extraer de esos elementos que hacen un corpus con capacidad de decir esto ocurrió y esto va a ocurrir. Esta es la línea de lo que deja. Pero no con lo que está en vigencia…

Para terminar con esta encrucijada permíteme una pregunta de análisis político con implicancia histórica, como la llamas: algo que me intriga y desesperanza de los últimos tiempos es la crítica política que no se sostiene sobre una base histórica. Me pregunto de qué han servido las reflexiones sobre el Perú de Mariátegui, Víctor Andrés Belaunde, Basadre, Raúl Porras. Pareciera que no hemos tenido intelectuales preocupados por el destino del país.

Es una excelente pregunta. Toda la base del debate contemporáneo está en los años treinta y cuarenta. Lo que se dio en ese tiempo fue la creación del país en el que vivimos ahora. La contribución que hubo entre los combates ideológicos que se produjeron en ese tiempo gracias a García Calderón, Víctor Andrés Belaunde, José de la Riva-Agüero frente a la propuesta izquierdosa que tenía el Apra…

Incluso desde antes, con Manuel González Prada. ¿No crees?

González Prada o Dora Mayer son personajes históricos que escriben dentro de un proceso histórico que ya terminó. ¿Qué cosa terminó? Por ejemplo, teníamos una noción de la clase obrera en ese momento. Era un movimiento obrero ligado a las minas de la sierra o al azúcar de la costa norte. Un movimiento de marcada vigencia. A partir de ese momento se construyen propuestas ideológicas: el Apra y el socialismo discuten el Perú desde los eventos que acontecían. Estaba naciendo una burguesía, ya teníamos una oligarquía muy fuerte en el poder.

¿Y cuál es la diferencia fundamental entre aquella República Aristocrática y la flamante burguesía?

La diferencia está en que la oligarquía es de base esencialmente rentista y sustenta todo su poder en la posesión de determinados tipos de bienes. La burguesía que nace tiene un origen humilde en la bodega, en la tienda que vende baratijas, en la pulpería de sustentos domésticos. Son los chinos, los italianos los que sostienen una economía modesta y que luego va creciendo.

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