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Aunque los lectores celebran las reediciones de Lima la horrible, es posible escuchar algunas voces disonantes… desde los arrebatos de intelectuales conservadores como Enrique Chirinos Soto en el pasado a las agudas observaciones de Daniel Mathews, en un post de lamula.pe. ¿Cómo interpretas dichas consideraciones?

Como te digo, es comprensible lo que cuentas. Es más, esos exabruptos de ciertos sectores conservadores forman parte de la historia de la recepción del texto. Lo que se debe estudiar es qué es lo que incomoda a esos críticos. Eso es lo que se hace cuando una obra significativa irrumpe en el panorama de una época: a qué se debe el escándalo, qué oculta el escándalo con el que reaccionan esos sectores.

Permíteme detenernos en dos observaciones de Mathews, ambas sobre una premisa clave: la deconstrucción del concepto Arcadia Colonial que propone Sebastián Salazar Bondy. ¿Estás de acuerdo en que lo esencial en el libro es descomponer el paraíso virreinal?

En cierta medida sí, pero no debe olvidarse que si Salazar Bondy “descompone” la Arcadia Colonial es para comprender el presente. Por otra parte, tampoco debe olvidarse que Lima la horrible no es el único texto que Salazar Bondy escribe sobre la ciudad. En los dos últimos años he estado trabajando en la edición de más de cien artículos suyos sobre Lima que demuestran que la escritura de Lima la horrible se funda mucho antes de su publicación y que él no solamente estaba interesado en el “paraíso virreinal” de la ciudad, sino en las versiones de Lima que estaban surgiendo a comienzos de los años sesenta.

El primer reparo de Mathews se refiere a la imagen de Ricardo Palma, a quien Salazar Bondy califica de “afortunado fabricante de aquel estupefaciente literario”. Mathews considera que nuestro pensador exagera al juzgar a nuestro tradicionista. Para él no hay en las páginas de Palma una corte de personajes “cortesanos respetuosos y respetables” —como señala Salazar Bondy—, sino más bien “hombres de a pie que cortesanos” expuestos en su vida cotidiana y sin acentos épicos.

Si bien Salazar Bondy acusa a Palma de ser el responsable de la construcción del imaginario limeño virreinal, lo cierto es que existen testimonios de que también la obra del tradicionista le merecía respecto. Es posible que haya cierta exageración en afirmaciones de Salazar Bondy —como las que menciona Mathews—, pero también es equivocado pensar que las únicas opiniones de Salazar Bondy con respecto al tradicionista están solo incluidas en el ensayo: eso es conocer solo parcialmente la obra de Salazar Bondy.

El segundo reparo de Mathews es sobre el arte de elaboración popular que Salazar Bondy no alcanza a entender. Sostiene que su visión es más académica, en consonancia con un hombre “de clase media educada, con algo de cultura de izquierda pero sin sentimiento popular”.

El pensamiento de Salazar Bondy sobre ese tema se articula con lo que expresan algunos de sus compañeros de promoción; entre ellos, Jorge Eduardo Eielson y Javier Sologuren. Estos autores no consideraban que existiera una separación entre el arte y la artesanía, entre el arte culto y el popular. La textilería y la cerámica precolombinas, por ejemplo, eran para ellos una prueba de la sensibilidad del hombre peruano más allá de las fronteras y encasillamientos que el contacto con el mundo occidental había producido. Los textos que publicó Salazar Bondy como crítico de arte o de poesía también van en esa misma dirección, incluso aquellos de los cuales fue editor (Arte milenario del Perú o Poesía quechua). Da la impresión de que Mathews también ignora el estrecho vínculo de la promoción de Salazar Bondy con la obra de Arguedas o Westphalen, quienes ya se habían mostrado genuinamente interesados por el arte popular.

Para mí es claro que este libro cumple un deber político de denuncia que se prolonga hasta nuestros días. A más de medio siglo de su publicación, las taras de la sociedad limeña siguen vigentes. ¿Crees que ha existido un razonable y honesto tránsito del Perú colonial al Perú republicano?

Definitivamente ese no es el caso. Es claro que durante la República se perpetuaron muchas de las condiciones de explotación de las clases más bajas de nuestra sociedad. El problema no es, además, solamente económico sino ideológico: el testimonio de ensayistas como González Prada o el propio Mariátegui —antecedente fundamental para entender la naturaleza de un ensayo como Lima la horrible— que defendieron al indio y atacaron la indiferencia de la oligarquía demuestra que, aún en pleno siglo XX, el tránsito que mencionas no se había realizado.

¿Adviertes algunas marcas de influencia de nuestros críticos más viscerales como Manuel González Prada y José Carlos Mariátegui?

Justamente a eso es a lo que me refería en la respuesta anterior. Una manera de entender la influencia de un ensayista como Mariátegui en la obra de Salazar Bondy consiste en leer los artículos que él escribió cada vez que se conmemoraba un aniversario más de su muerte: unos cinco o seis, todos ellos elogiosos. La huella del Amauta en Salazar Bondy es fundamental y aún no ha sido estudiada.

¿Recuerdas quienes más embistieron contra nuestra capital que pudieron influir en el autor? Porque es admirable la cantidad de referencias bibliográficas que consigna el libro y que revelan una cultura amplísima y articulada.

Como he manifestado en algún momento, Lima la horrible es un libro coral, polifónico, impregnado de las voces de aquellos viajeros y cronistas que llegaron a conocer Lima sin importar el tiempo en que ello ocurriera. Salazar Bondy los convoca a todos sin importar si sus palabras sobre la ciudad hayan sido elogiosas o no. Poetas y autoridades de la Colonia. Por otra parte, están los autores peruanos que Salazar Bondy consigna como “pasatistas”; intelectuales progresistas, escritores criollos y modernos; músicos; pintores indigenistas y abstractos… La lista es interminable.

¿No te deja la impresión de un diálogo entre cronistas de indias, viajeros de la modernidad, novelistas, ensayistas… que vertebradas en la voz del autor nos descubren una profunda historia cultural?

Por supuesto. No sé si la idea del diálogo estaba en la mente de Salazar Bondy cuando terminó el libro. En ese sentido da la impresión de que hay algo teatral en Lima la horrible en la medida en que todas estas voces al verse colocadas unas al lado de las otras terminan por dialogar entre sí, como en una obra teatral. Se trata de un tejido de resonancias, de ecos, de niveles de la lengua que llegan desde distintos tiempos y que hablan sobre los habitantes de la ciudad, sus costumbres, sus rituales, su música, su arquitectura. Todo eso es también, en cierta medida, poético. Es decir, a lo que nos referimos es que Lima la horrible es, por su diseño, un ensayo único en su género, ensayo en el sentido de experimento, y eso no lo ha sabido entender la crítica y, mucho menos, el público lector.

Tú has trabajado bastante sobre el espacio —en particular de Lima— como escenario de la narrativa peruana. Hay ejemplos en el tránsito de los cincuenta y sesenta que ofrecen una visión de la capital: Lima hora cero, de Enrique Congrains (1954); Los gallinazos sin plumas, de Julio Ramón Ribeyro (1955); Los inocentes (1961), de Oswaldo Reynoso; La ciudad y los perros (1963) y Los cachorros (1967), de Mario Vargas Llosa. ¿De qué manera contribuye el ensayo de Salazar Bondy a estos mundos ficticios?

Como mencioné antes, hay una estrecha conexión entre Lima la horrible y una novela como La ciudad y los perros. Yo creo que a partir de las transformaciones que sufre Lima como producto de las migraciones campesinas de mediados de los años cuarenta, los nuevos escritores —Congrains, Ribeyro y muchos más— se ven en la necesidad de dar cuenta de ello, de mostrar los nuevos fenómenos sociales que irrumpían en el escenario de la ciudad: las multitudes o los personajes de la calle como el mendigo, el ambulante, las vivanderas, el café como institución, los cuidadores de autos, el coliseo, los parques públicos, los cantantes populares, todo lo cual se mezcló con lo que ya existía desde mucho antes: los carnavales, el vals criollo, etcétera. Todo ello aparece representado en los artículos que Salazar Bondy escribe sobre Lima y de alguna manera llega a materializarse en Lima la horrible.

Dos décadas después aparece un estudio importante en las ciencias sociales: Desborde popular y crisis del Estado (1984), del antropólogo José Matos Mar. ¿Crees que Lima la horrible anticipa este libro?

En realidad ya en 1965, a raíz de dos mesas redondas organizadas por el Instituto de Estudios Peruanos, se venía discutiendo la relación entre literatura y sociedad, entre creadores y críticos literarios e investigadores sociales. Quizás sería un poco pretencioso pensar que Lima la horrible se adelanta al libro de Matos Mar. Por otra parte, cuando Salazar Bondy habla en sus artículos sobre la importancia del realismo como modo de representación del presente y la actualidad de una sociedad, siempre es enfático en separar lo que llama el “realismo poético” del “realismo científico”, con lo cual está diferenciando claramente los territorios de la literatura y la ciencia social. En ese sentido, Lima la horrible no pretendió ocupar el lugar que le compete al análisis sociológico o cultural; se trata, sobre todo, de un texto literario, es decir, aun cuando en él la ficción ha sido relegada a un segundo plano, el lenguaje ocupa un primer plano y es el instrumento privilegiado a través del cual se transmiten las ideas.

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