Читать книгу Zona de encuentro - Jorge Eslava - Страница 34

Magisterio y legado

Оглавление

Algo que lamento muchísimo hoy es que nuestros jóvenes carecen de figuras ejemplares. En Raúl Porras Barrenechea, por ejemplo, convergían el rigor investigativo, la misión diplomática, la voluntad estética y el oficio magisterial. ¿Por qué es tan precaria nuestra escena intelectual y política?

Esta es una pregunta difícil de responder, ya que el descenso del nivel cultural en nuestro país está relacionado con una serie de causas. Pero, de manera general, podría aludir a una evidencia: los políticos de la actualidad carecen de la formación intelectual de los políticos de antaño. Esto lo comprobamos, sobre todo, en las campañas electorales y en las intervenciones parlamentarias, donde son inexistentes los debates ideológicos, por no hablar ya de la falta de retórica de nuestros representantes en el Estado.

El mismo Porras fue senador por Lima e, incluso, presidente del Senado por un breve periodo. Eso fue a fines de la década del cincuenta.

Con esa observación es clarísimo el contraste. En nuestra historia parlamentaria hemos tenido notables exponentes del mundo de la cultura, cuyas exposiciones en el hemiciclo daban lustre a la política nacional. Además de Porras, piénsese en el poeta José Gálvez o en un polígrafo del nivel de Luis Alberto Sánchez, por mencionar solo a dos ilustres patricios. Pienso que, mientras las exigencias para ser representante en el Congreso sean mínimas, como es en la actualidad, no contaremos con legisladores probos, con políticos que tengan la solvencia intelectual y profesional para desempeñar el digno cargo para el que se les eligió.

Volviendo a la historia, ¿cuál es la postura de Porras frente a Francisco Pizarro, a quien dedica un valioso y exhaustivo trabajo?

Porras admiraba a Pizarro, en quien veía al “arquetipo del conquistador”, a un héroe que, nacido en humilde cuna, logró, gracias a su valentía y tenacidad, conquistar el imperio de mayor extensión ubicado en el hemisferio sur. En su valoración, Pizarro era “uno de los más grandes forjadores de peruanidad”, por considerar que sus conquistas configuraron el espacio territorial del Perú y por gestar la fusión de las dos culturas.

¿Sabes cómo nace su interés por esta figura tan vilipendiada?

Precisamente, con un afán vindicativo. Porras había encontrado en las crónicas testimonios que contradecían la imagen pérfida de Pizarro, muy difundida en ese tiempo. Entonces, a partir de un estudio sistemático de las crónicas, concibió la idea de escribir una biografía de Pizarro que refutara la versión que ofrece Prescott. El proyecto que esbozó a inicios de los años treinta, se amplió con los numerosos documentos que descubrió en archivos europeos y que incluyeron el testamento de Pizarro. A partir de todos estos hallazgos, escribió artículos y dio conferencias sobre este personaje en el Perú y en España. El más conocido trabajo de esta época es el discurso “Pizarro, el fundador” del año 1941, en el que presenta un retrato apologético del capitán extremeño. En los años siguientes, Porras avanzó mucho en la redacción de su biografía, pero no logró concluirla.

¿Algo lo hizo dudar o fueron sus diversas ocupaciones las que lo apartaron de ese trabajo?

O tal vez su minuciosidad de investigador y el prurito perfeccionista que lo caracterizaba. Yo me inclino más bien a considerar otra posible razón. Pablo Macera señaló un factor a tener en cuenta: en los años cincuenta, Porras ya no compartía su enfoque inicial sobre Pizarro y no suscribía lo planteado en esa biografía. Además, indicaba Macera que en esa época Porras se apartó del tipo de hispanismo que había sostenido. Considera que la biografía de Pizarro vio la luz dieciocho años después de la muerte de su autor y ha tenido recientemente una segunda edición. Sin embargo, en ambos casos el criterio editorial no ha sido el más acertado, por no tratarse de ediciones críticas y anotadas.

En una brillante entrevista hecha por Alfonso Tealdo, Porras parece un habitante del paraíso: un bibliófilo cercado entre anaqueles y consagrado a sus lecturas. ¿Era así, tan extrañado y abstraído en sus estudios?

El reportaje de Alfonso Tealdo que citas se publicó en la revista limeña Gala, en 1948. Esa entrevista se realizó en los días que Porras alistaba equipaje, pues había sido nombrado embajador en España. Es una magnífica entrevista. Aprovecho para recordar que está considerada como una de las mejores que se hayan realizado en la historia del periodismo nacional.

Sin duda, es un bello retrato de un hombre sumergido en la investigación…

Tealdo describe a Porras en su casa miraflorina, rodeado de anaqueles, retratos y bronces. La imagen que transmite es, en efecto, la de un bibliófilo concentrado en sus lecturas. Sin embargo, esta es una faceta de Porras: el rastreador de libros antiguos, el lector voraz y el investigador erudito. Tal rasgo coexistía con otros. Porras no fue el tipo de intelectual que se ciñera a su biblioteca y escritorio; cumplió un rol muy activo en las causas educativas, diplomáticas y políticas con las que se comprometió. Por ejemplo, a los veintidós años fue uno de los dirigentes de la Reforma Universitaria de 1919. Ese mismo año ingresó al Ministerio de Relaciones Exteriores, en donde ocupó cargos diversos hasta culminar su carrera diplomática como Canciller. Igualmente, fue parlamentario y llegó a presidir el Senado. Porras perteneció a una generación de intelectuales que compaginó la vida académica con responsabilidades en la función pública.

Como maestro, sus estudiantes lo evocan elocuente y magnético. El poeta Wáshington Delgado, quien fue un aplicado discípulo suyo desde el colegio, escribe estas bellas líneas: “Con Raúl Porras la historia era un río encantado de aguas vivas y dulces por donde resultaba placentero navegar” [2007]. ¿Cómo lo imaginas en el aula?

Lo imagino como el maestro ideal, aquel que combina sapiencia, didáctica y amenidad. De acuerdo con los testimonios de quienes recibieron sus enseñanzas, Porras era un consumado expositor: erudito, elegante y ameno. Tenía la virtud poco común de convertir las clases de historia en una experiencia vívida, ya que en sus evocaciones el pasado parecía renacer. Gracias a esta admirable capacidad, episodios y personajes de la conquista cobraban vida en la imaginación de los estudiantes. Sus clases debieron ser muy estimulantes. Carlos Araníbar, quien como Wáshington Delgado fue su alumno en el colegio y en la universidad, me contó que Porras le había enseñado a pensar la historia en imágenes.

¡Figúrate un maestro así en la escuela! ¡Al lado de tantos profesores que todavía enumeran nombres y fechas!

Y añadiré algo más: fue mi madre la primera persona que me contó de las deslumbrantes lecciones de Porras. Ella tuvo la suerte de tenerlo de profesor de Historia del Perú en el primer año de Letras en la Universidad Católica; eso fue en 1952. Me ha contado, por ejemplo, que los estudiantes esperaban sus clases con ansia y mucha expectativa y que estas terminaban, por lo general, en medio de aplausos. Es lamentable que con su muerte el país perdiera no solo a un gran historiador y humanista, sino a uno de sus maestros más preclaros. Así, tu generación y la mía no tuvieron la fortuna de escucharlo y beneficiarse de su magisterio.

Por otro lado, no es frecuente que los estudiosos —no importa el área de trabajo— tengan una escritura tan depurada y envolvente. Sus lectores admiramos en la prosa de Porras un estilo preciso, armonioso y poético.

Como bien dices, Porras fue un distinguido estilista. Logró, como pocos en el campo de la Historia, conjugar la riqueza informativa con la belleza de la expresión literaria que, por momentos, alcanza alturas poéticas. Su prosa es límpida, elegante y atractiva. Tenía un admirable dominio del castellano, lo cual se aprecia, entre otros aspectos formales, en su riqueza léxica y en el uso certero de la adjetivación. Por este rasgo de su obra, Luis Loayza compuso una antología de Porras, a la que dio el título de La marca del escritor [1998]. En mi opinión, Porras Barrenechea ha sido el escritor que consiguió el más acendrado estilo literario en nuestra historiografía. Es provechoso conocer su obra, ya que, a la vez de aportar valiosas informaciones y penetrantes juicios históricos, depara al lector una experiencia literariamente grata y estimulante.

Monterrico, noviembre del 2016.

Zona de encuentro

Подняться наверх