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LA COMPRA DE DEUDA PÚBLICA DE LA CIUDAD

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La documentación de la clavería censal del municipio ‒tanto los registros de manuals d’albarans que recogen los pagos realizados, como los llibres de comptes, menos abundantes, pero capaces de cubrir algunos de los huecos en la regularidad cronológica de la serie anterior‒ permite recomponer la creciente proyección de los conversos sobre la deuda pública emitida por la ciudad de Valencia para financiar los gastos generales derivados de la actividad de gobierno (salarios de oficiales, abastecimiento frumentario, armamento de naves, donativos al monarca, etc.). El período que puede analizarse a través de ambas series documentales comprende desde 1390 hasta 1424, y pone de manifiesto la nula vinculación de los conversos de judío a la deuda censal municipal entre 1391 y 1400. Los censales comenzaron a venderse en Valencia en 1356, generalizándose pronto como importante fuente de financiación pública, pero también como coto crediticio reservado a las familias más sobresalientes del grupo ciudadano, todas las cuales encontraron en esos títulos de deuda un lugar idóneo para depositar su liquidez patrimonial y obtener una rentabilidad segura, aunque menor respecto a otros métodos vigentes de inversión financiera. De este modo, la hacienda pública les proporcionaba regularmente unas rentas estables en proporción directa a la cuantía del capital depositado.26 De hecho, los pagos aplazados derivados de la entrega de esos capitales particulares a los titulares del gobierno ciudadano, en calidad de fiadores públicos, comportaron la detallada especificación de sus beneficiarios a la hora de hacer efectivo el rédito deducible en cada uno de los pagos convenidos, desde el momento de la venta de la renta censal de la ciudad, a cada comprador de la misma. Esta minuciosa aplicación del clavario a la hora de anotar las entregas puntuales a los titulares de las rentas, nos permite rastrear la creciente implicación de los conversos en la financiación de la hacienda valenciana, y también comprobar el proceso general de integración de los conversos en la sociedad urbana. En cada uno de los albaranes copiados y recopilados en los registros o manuales, se indicaba el nombre del perceptor, la fecha prevista para consignar el pago del rédito, la cantidad entregada, la calidad social y profesional del acreedor, y la razón por la que recibía aquella cantidad (titular, cesionario, procurador, parentesco respecto al propietario de la renta, etc.).

Desde 1400, y no antes, algunos personajes claramente identificados como conversos o neófitos comenzaron a aparecer en esos registros como cesionarios de algunos plazos de aquellos intereses anuales que ciertas familias de la nobleza recibían de la ciudad como titulares de censales. Joan Durà, Pasqual, Joan y Pere Maçana, Simó y Ramon Rafael, Joan y Martí Pardo, y Francesc Dartés, entre otros, fueron consignados como beneficiarios eventuales o parciales de cantidades aplazadas, que con toda seguridad habían adelantado a sus titulares y que, en consecuencia, recibían ahora de la clavería municipal, siempre avalados por los pertinentes documentos notariales de cesión. Esta circunstancia, absolutamente excepcional para mudéjares o hebreos desde principios del siglo XV, comenzó a difundirse rápidamente entre algunos conversos y a convertirse en regular porque, según parece, esos personajes desarrollaban ciertas actividades crediticias en torno a ciertos linajes de la nobleza necesitados de momentánea liquidez. La inicial eventualidad del fenómeno pronto adquirió condición regular: Lluís d’Abella, hijo de Saurina y del difunto Ramon d’Abella, el caballero Joan Vives de Canemars y su hijo Joan, doncel, Manuel Dieç, Galceran de Castellví, el doncel Manuel de Tous, Galvany de Villena, Agnés Sanç, la viuda Joana Rabaça o Joan de Ripoll, recurrieron a la cesión de alguno de los pagos aplazados a los que tenían derecho, según se detalla en la lista adjunta. No obstante, el estado de necesidad de algunas de estas familias de caballeros convirtió en constante el recurso a la cesión parcial o completa, esporádica o frecuente, de los réditos censales. Por ejemplo, la mencionada Saurina, viuda de Ramon d’Abella y tutora de su hijo Lluís, recurrió continuamente a capitales adelantados que le proporcionaron algunos conversos, lo que supuso la frecuente aparición de éstos ante el clavario municipal para cobrar las cantidades adeudadas a los Abella, genuinos propietarios de los títulos censales. En este caso las cesiones dejaron de tener carácter extraordinario, y distintos personajes adquirieron rango de usufructuarios habituales de las pensiones. Incluso podemos sospechar una temprana colaboración especulativa entre algunos conversos y la propia Saurina. Más que un estado de necesidad económica familiar, que exigiera a la viuda recurrir a préstamos de los conversos –con la consiguiente merma del total de la renta a percibir, una vez detraído el beneficio derivado del adelanto monetario–, podemos comprobar que Saurina disponía de suficiente liquidez para comprar un título censal nuevo en 1402 y, así, obtener otros mil sueldos de pensión anual.27

Esta actividad más o menos accidental de los conversos, cesionarios de rentas censales cuya titularidad correspondía a otras personas, supuso el principio de su creciente implicación en las finanzas de la hacienda municipal. Ese papel como tercera parte constituyó el camino que introdujo a los conversos en el ámbito de la deuda pública, hasta entonces en manos de las familias más destacadas de la ciudad, lo que presuponía una clara aceptación de esa progresiva implicación en la institución municipal por parte del gobierno político. Pronto empezaron a aparecer algunos conversos como titulares de censales propios, al haber depositado capital personal en la mesa del clavario con la pertinente autorización de los magistrados de la ciudad, obteniendo así la consiguiente renta anual en calidad de auténticos propietarios de títulos de deuda municipal. Ya en 1402 Rossell de Bellpuig, converso, tenía garantizados mil sueldos anuales por la cantidad de dinero líquido que había puesto a disposición del Consell para abastecer de grano los silos valencianos; al año siguiente, además, poseía otra renta anual de quinientos sueldos derivada de los 6500 que había depositado ante el clavario para que éste quitara el censal de Elicsén de Romaní.

Este papel de pionero fue continuado por Martí Pardo, que en 1408 se había hecho con una renta anual de 300 sueldos; también por el mismo Rossell de Bellpuig, que en 1409 era titular de otra renta censal que le deparaba 2000 sueldos anuales; por Gabriel de Bellpuig, que el mismo año había adquirido rentas, y del mismo modo por Joan Pardo, Joan Rodrígueç, Joan Durà, Pere Maçana, Joan y Gabriel Torragrossa, o Pere del Mas, en años sucesivos. Todos adquirieron títulos censales y fueron registrados como propietarios de los mismos, indicándose su condición de neófitos o conversos, según se comprueba en la tabla adjunta.

Esta circunstancia pone de manifiesto la progresiva aceptación de los conversos en la sociedad urbana en la segunda mitad del reinado de Martín el Humano, pero sobre todo permite constatar la apertura de la deuda pública a los conversos desde el acceso al trono de Fernando de Trastámara, tras el Compromiso de Caspe (1412), un fenómeno que se aceleró a comienzos del reinado de Alfonso el Magnánimo (1416). Si desde el primer momento algunos de estos neófitos fueron reconocidos también como ciudadanos, caso de Pasqual Maçana o de Joan Maçana, esa honorable condición les sería reconocida a casi todos, bien como ciudadanos bien como vecinos, lo que subraya una vez más la favorable acogida y el trato de igualdad respecto a otros cristianos viejos con que los conversos fueron admitidos en la hacienda municipal. Aún resulta más sobresaliente que los nombres de algunos de estos conversos perdieran muy pronto cualquier apelativo que indicase sus antecedentes, caso de Rossell de Bellpuig, calificado exclusivamente como corredor y propietario de censales –y no como converso– ya en 1403, o de Gabriel de Bellpuig en 1408, ni que ninguno de ellos volviera a ser nunca tildado con el apelativo diferencial. Desde 1418, otros conversos como Martí Pardo, Pere del Mas, Gabriel Torragrossa o Pere Maçana, fueron reconocidos tan sólo con las profesiones que desempeñaban, sin añadirse mayor referencia a sus orígenes. Por fin, desde 1422 resulta muy difícil encontrar en los registros de la contabilidad censalista apelativo alguno que singularice a los conversos.

Conviene detenerse en el caso paradigmático de Rossell de Bellpuig, quien aparece por vez primera como propietario de un censal en 1402, siendo a la vez identificado como converso. Al año siguiente fue presentado exclusivamente como corredor, única condición utilizada desde entonces para identificarlo. Bien podríamos anotar, entre los méritos que obraron a favor de esta rápida omisión de los orígenes conversos, y de la consiguiente indiferenciación social del grupo, la labor pionera protagonizada en la compra de rentas municipales, según se ha indicado, pero también el papel principal desempeñado como intermediarios o corredores de comercio al servicio del municipio en las subastas y arrendamientos anuales de los ramos fiscales de la ciudad. Todo hace pensar que la colaboración prestada por Rossell de Bellpuig en esas tareas logístico-financieras, la predisposición a servir en la gestión de la hacienda ciudadana, aceleraron su proceso de integración. Un interés doble, tanto personal como institucional, por fomentar la colaboración mutua, tanto del activo agente de comercio como de un municipio necesitado de fondos, que según parece contribuiría por igual y de forma decisiva a la aceptación del converso entre las elites urbanas, las cuales lo acogieron tempranamente como después harían con otros colegas y antiguos correligionarios, dada la agilidad que inyectaron a las operaciones crediticias del erario público. No debe extrañar que en 1403 los escribanos municipales olvidaran calificar a Rossell con el estigma del reciente bautismo, insistiendo tan sólo en su quehacer profesional como corredor de la ciutat, a la hora de presentarlo y de reconocerlo. Por el contrario, sus parientes Gabriel de Bellpuig y Lluch de Bellpuig, todavía fueron calificados como conversos en 1420 ‒además de añadirse sus actividades profesionales, corredor y sedero respectivamente‒, poco antes de que esa tilde se extinguiera definitivamente de los documentos municipales: ninguno de ellos había prestado tantos y tan continuos servicios a la ciudad como Rossell.

En general, podemos deducir que el giro político introducido por los Trastámara en la ciudad, y en especial en el tratamiento de los conversos, fue decisivo para incorporarlos a la gestión financiera municipal. Del mismo modo, conviene señalar que si en la difícil coyuntura del interregno inaugurado a la muerte del rey Martín (1410-1412), los conversos no constituyeron ni el punto de mira ni el leif motiv de las luchas de bandos en los reinos de la Corona de Aragón, fue sin duda porque todavía no estaban suficientemente integrados en las enfrentadas elites políticas y financieras de la ciudad. El aumento de la presencia de conversos entre los compradores de censales municipales, también está directamente relacionado con el aumento de las emisiones de deuda en tiempos de Alfonso el Magnánimo, lo que viene a coincidir con la predisposición municipal a integrar a los conversos. Entonces, la hacienda ciudadana les reconoció suficiente honorabilidad y calidad moral como para concederles el preciado bien de las rentas censales, cuyos beneficiarios tradicionales habían sido las familias del patriciado y de la ciudadanía; una receptividad y un reconocimiento hacia la integración que afectaría al menos a la elite económica de los conversos. Sin embargo, la introducción del capital converso en el municipio tampoco fue decisiva. Si nos atenemos a la evolución de la tabla general de pagos municipales por deuda censal entre 1399 y 1430, podemos comprobar que el incremento del endeudamiento público, pese a ser significado, no fue tan sustantivo como a finales de la centuria, pues sólo aumentó un máximo de seis mil libras (120.000 sueldos) en poco más de treinta años.28

La introducción de los conversos en el sistema de pensiones preexistente no supuso un gran impacto sobre el total de rentas municipales que se pagaban anualmente, pues si bien es difícil cuantificar con exactitud el total de los réditos obtenidos por conversos, debido a la ausencia de algunos registros contables, y también a la progresiva desaparición del apelativo que permite identificarlos, lo cierto es que la introducción de capitales conversos en el conjunto de capitales privados que sostenían la deuda pública municipal, tampoco fue notable. En ningún caso resultó suficientemente significativa la compra de títulos censales por los conversos, ante el control que ejercieron las familias de la oligarquía sobre las magistraturas municipales, y la más que notable participación de la sociedad urbana en el sistema crediticio de la hacienda local, considerado como la joya más preciada de sus prerrogativas. De ahí que podamos percibir como, salvo en casos excepcionales, las rentas anuales percibidas por este pequeño grupo de familias conversas (Maçana, Pardo, Bellpuig, Durà, Torregrossa, Mas) no superaron los márgenes y tipos comunes en la época. En realidad, de la progresiva penetración de los conversos en el ámbito de las finanzas municipales sólo podemos deducir la aceptación que les brindó la institución política, el hecho de que fueron acogidos en condiciones favorables y, por supuesto, el interés de los conversos por obtener beneficios siguiendo las pautas vigentes entre el resto de la ciudadanía. Como en otros casos, los intereses anuales solían tener cierto margen de variación y, según los datos disponibles, oscilaban entre el 7,69% (que supondría una renta anual de mil sueldos para un capital de 13.000 sueldos) y el 7,14% (mil sueldos de renta anual para un capital de 14.000 sueldos), lo que viene a coincidir con los parámetros habituales del momento.

Probablemente, la desaparición del término converso o neófito entre los censalistas, titulares o cesionarios, atestada grosso modo en 1427 para los libros de contabilidad, también estuvo relacionada con el quitamiento de los censales, es decir, con la devolución de los capitales puestos a disposición del Consell y la consiguiente extinción de la renta anual. Entre las prácticas financieras del gobierno municipal en el siglo XV, se incluía la previsión de amortización de esas rentas siempre que se encontrara otro capital privado dispuesto a adquirir otra renta municipal similar. Sin embargo, la previsión institucional tendía a devolver los capitales que mayores intereses devengaban, al tiempo que lograba encontrar ese mismo capital otorgando un nuevo título pero –a ser posible– con un interés menor, favoreciendo la reducción general de las rentas censales municipales. Por otra parte, hemos de tener en cuenta que un joven de 15 años, bautizado en 1391 tras el asalto a la judería, tendría una edad de 51 años en 1427, ciertamente avanzada para la época, por lo que no resulta difícil asociar la desaparición del epíteto converso o el de neófito con la renovación generacional producida por deceso de los primeros hebreos que recibieron el bautismo. Es decir, tanto la devolución de los capitales censales como la muerte de sus titulares, que habían nacido judíos y se habían bautizado, favorecieron que cesara progresivamente la identificación de los conversos en los registros contables del municipio. Sólo en casos excepcionales sus descendientes heredarían la tilde que los caracterizaba como cristianos nuevos.

Observamos el mismo fenómeno entre otros conversos que prestaron servicios financieros a la hacienda local. En una fecha tan temprana como 1393, el corredor converso Ramon Bonet percibía unos suculentos honorarios por sus servicios: 96 florines (1056 sueldos) en concepto de comisiones obtenidas como agente comercial, pues había sido capaz de vender hasta 25.335 sueldos de renta municipal anual, a cambio de proveer los capitales correspondientes a distintos censales (a razón de 33 sueldos por cada mil sueldos vendidos).29 Tan lucrativa intermediación era deseada por un Consell necesitado con prontitud de liquidez monetaria para abastecer la ciudad o armar naves, de modo que el éxito de aquella operación se repitió en tres ocasiones más. En mayo de 1402, Ramon Bonet y su hermano Bonanat Bonet, corredores, obtuvieron 46 florines (506 sueldos) de comisión por la venta de 15.383 sueldos de renta censal municipal, a razón de tres florines (33 sueldos) por millar.30 En septiembre de aquel mismo año, Ramon Bonet y su socio Jaume Despuig consiguieron otros nueve florines (99 sueldos) por vender tres mil sueldos de pensión municipal a Nicolau Pujada, baile general del Reino de Valencia.31 De nuevo, el 2 de junio de 1403, los hermanos Ramon y Bonanat Bonet obtuvieron otros 68 florines (738 sueldos) al haber logrado vender 20.185 sueldos y 8 dineros de renta censal municipal a distintos particulares con títulos e intereses dispares.32 Con toda seguridad, la pérdida del apelativo de conversos asignado a los Bonet en los libros de contabilidad de la clavería –que puede comprobarse a partir ya de la segunda ocasión en que ejercieron de comisionistas– estuvo relacionada con esta portentosa destreza para reunir capitales privados con rapidez, lo que hacía posible la presteza del Consell para llevar a buen término sus proyectos políticos.

CONVERSOS QUE ERAN TITULARES DE CENSALES DE LA CIUDAD, SEGÚN LOS LIBROS DE LA CLAVERÍA CENSAL (1391-1424)








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