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ОглавлениеLOS GÉNEROS DEL COTILLEO Y DEL CHISMORREO
Luis BELTRÁN ALMERÍA
Universidad de Zaragoza
Los géneros del cotilleo han alcanzado una relevancia inconcebible hace unas cuantas décadas, gracias al éxito de la prensa rosa, de los programas televisivos de carácter rosa y, últimamente, de las nuevas tecnologías (Facebook, Twitter, Instagram…)1. El interés del cotilleo es tan grande en la actualidad que consigue ocupar un considerable espacio en el prime time televisivo. El éxito internacional de los reality shows como Gran Hermano demuestra que es un fenómeno de primera línea de la cultura de masas y no un asunto local o pasajero. En España Gran Hermano lleva dieciocho ediciones en Tele 5 y su secuela Gran Hermano VIPS, cinco.
Esta relevancia ha servido para que aparezcan estudios dedicados a estos géneros, tanto en el ámbito del periodismo, como en los de la sociología, la lingüística y los estudios literarios, casi siempre vinculados a los estudios sobre la mujer, pero estos tratamientos son demasiado limitados para la trascendencia de este asunto. Desde otro punto de vista también la antropología se ha ocupado de estas cosas. Yuval Noah Harari ha subrayado en De animales a dioses que los géneros del cotilleo y del chismorreo fueron decisivos para la formación y consolidación del homo sapiens. Harari no es un antropólogo. Simplemente se ha hecho eco del interés que estos géneros han suscitado entre los antropólogos. La razón de ese interés puede explicarse en dos pasos. Hoy la psicología evolutiva tiene un bien merecido prestigio. Ese prestigio se debe a que muchos de los hábitos actuales se deben a hábitos adquiridos en la era preagrícola. Y los avances en ese terreno resultan muy sugerentes. Sabemos que los sapiens preagrícolas vivían en hordas, esto es, en grupos de entre diez y treinta individuos que recolectaban y cazaban. Sabemos que durante unos cien mil años aproximadamente convivieron con otros humanos, los neandertales, que se extinguieron por razones que no están todavía claras. Al parecer, los sapiens estaban peor dotados físicamente que los neandertales u otras humanidades como los denisovas –con los que también convivieron–. Sin embargo, consiguieron prosperar. Quizá la razón decisiva para esa prosperidad radique en el lenguaje verbal. Las otras humanidades también tuvieron sus lenguajes, gestuales y orales, aunque quizá no fueran articulados. La diferencia de los sapiens puede consistir en un grado superior de articulación del lenguaje, que permitiría un mayor desarrollo de la imaginación y de la cohesión de la horda. Los neandertales existieron durante quinientos mil años. Apenas evolucionaron. Los sapiens llevamos en la Tierra ciento cincuenta mil años. La evolución ha sido considerable. Esta diferencia refleja una capacidad de imaginación y de comunicación suficiente para determinar dos destinos opuestos.
Un paso más allá de estas certezas ha ido Robin Dunbar. En su libro Grooming, Gossip, and the Evolution of Language planteó la hipótesis de que el cotilleo juega –y mejora– el papel que tiene entre primates el aseo entre compañeros. El principio «si me rascas la espalda te rascaré la tuya» se convertiría en «si me cuentas algo de alguien te contaré algo que no sabes». Dunbar cuestiona la idea convencional de que el lenguaje articulado se desarrolló para permitir a los varones coordinarse en las cacerías y ser así más eficaces.
This is the ‘there’s a herd of bison down by the lake’ view of language evolved to enable the exchange of highfalutin stories about the supernatural or the tribe’s origins. The hypothesis I am proposing es diametrically opposed to ideas like these, which formally or informally have dominated everyone’s thinking in disciplines from anthropology to linguistics and palaentology. In a nutshell, I am suggesting that language evolved to allow us to gossip (Dunbar, p. 79).
Quizá las dos hipótesis sobre los orígenes del lenguaje articulado no sean tan opuestas como dice Dunbar. Podemos suponer una división de tareas para el lenguaje: la dimensión masculina como útil de caza y la dimensión femenina como cotilleo. Quedan funciones mixtas como las orientadas a la recolección.
Dunbar cree que el proceso del paseo del aseo mutuo al cotilleo va ligado al crecimiento de la horda. Y que ese proceso comenzó con el homo erectus hace dos millones de años:
Eventually, even this form of communication [grooming] would have exhausted its capacity to bond groups. A more efficient mechanism for bonding was needed to allow group size to continue its upward drift. At this point, the vocalizations began to acquire meaning. But the content was largely social: gossip had arrived (Dunbar, p. 115).
El objeto del cotilleo y el chismorreo es establecer relaciones sociales estables entre individuos que no tienen relaciones familiares o que no pertenecen a la misma horda. Un reciente estudio contempla estas relaciones como amistad entre cazadores-recolectores («Characterization of hunter-gatherer networks and implications for cumulative culture», 2017). Pero el concepto de amistad es demasiado moderno e impreciso para aplicarse a estas relaciones. Conceptos como el compadreo y el clientelismo están algo más indicados. En las épocas históricas premodernas la relación de compadreo se establece como un parentesco sin lazos consanguíneos, basado en relaciones de casta que se revisten de razones culturales, profesionales o religiosas. Hoy quedan todavía residuos de esas relaciones de compadreo. Veamos algunos ejemplos. El primero tiene un carácter religioso: las cofradías en España. Se trata de agrupaciones religiosas que procesan en Semana Santa o en otras festividades religiosas. Un carácter laico tienen las sociedades gastronómicas en el País Vasco o las peñas festivas en Aragón. En Estados Unidos, las fraternidades en las universidades son otro ejemplo de relaciones familiares sin vínculos de sangre. Estas asociaciones son formas premodernas de cohesión social, que sobreviven más o menos adaptadas y tipificadas a los nuevos tiempos. Su origen se remonta a las relaciones tribales que han tomado en las sociedades históricas carácter de casta.
Sin duda el lenguaje articulado necesitó miles de años para desplegarse. La cuestión de cuándo puede hablarse de lenguaje verbal articulado es todavía muy problemática. Las muestras de arte y simbolismo suelen aparecer en el Paleolítico superior, esto es, hace cincuenta o cuarenta mil años, según las regiones. Quizá estos testimonios puedan apuntar la existencia de ese tipo de lenguaje. El caso es que tenemos cierta documentación de la presencia de géneros orales complejos2. Entre esos géneros son frecuentes los juegos y las bromas de horda. En todo caso, la cuestión de la aparición del lenguaje articulado no puede disociarse de otros fenómenos. El crecimiento de las hordas precisó nuevos instrumentos de cohesión, como apunta Dunbar, pero también un reparto más complejo de tareas y un mayor gasto energético para cumplirlas. Esto último es una aportación de Fred Spier.
1. EL COTILLEO Y LA RISA
Los sapiens somos débiles pero tenemos una herramienta prodigiosa: la capacidad de cohesionarnos mediante el discurso y la risa. Esto nos diferencia de otras humanidades –y, por supuesto, de los primates y otros mamíferos– que solo parecen haber tenido una capacidad de comunicación por lenguajes no verbales. Los sapiens hemos fusionado parte de los lenguajes no verbales (la risa, el llanto, los ruidos inarticulados, la gestualización) con el discurso. Y el resultado de esa fusión son los géneros menores de la risa y, dentro de ellos, los géneros del cotilleo y el chismorreo.
La cohesión de los sapiens conoce varias formas y niveles. El discurso del cotilleo y el chismorreo es la forma básica, primera. En este tipo de discurso aparecen dos dimensiones íntimamente asociadas: la alegre y la agresiva. Son las dimensiones de la risa, trasladadas del lenguaje no verbal al verbal para fundar estos géneros3.
En primer lugar, conviene dejar claro el punto de partida: los géneros menores de la risa son los géneros del cotilleo y del chismorreo, sobre los que se asientan otros géneros más complejos: desde el chiste, el caso y la fábula a la anécdota y las canciones, estos ya géneros artísticos. En medio están proliferando otros géneros que podríamos llamar mixtos: los géneros del chismorreo vinculados a las nuevas tecnologías: Facebook, Whatsapps, Instagram, el correo electrónico o, incluso, Twitter. También el chiste, la fábula y la anécdota son mixtos. Son géneros orales y también escritos. El hecho de que puedan acomodarse a la escritura y que lo hayan hecho hasta el punto de ser considerados géneros de la cultura es un indicio de su trascendencia. Pero esa trascendencia no debe ocultar la que tienen esos otros géneros que no han salido de la oralidad. Esta jerarquía refleja la evolución de esta línea discursiva, desde los niveles más primitivos de la horda a los niveles complejos de la sociedad histórica. Pero conviene no olvidar que en la sociedad moderna siguen funcionando las hordas.
Los géneros del chismorreo y del cotilleo abarcan una amplia gama de géneros del discurso. Desde las quejas a las burlas y las bromas, pasando por el noticiario más o menos mal intencionado, pero siempre teñido de alguna intencionalidad. Como es natural, estos géneros del cotilleo han cambiado con los tiempos. Es de suponer que en su fase inicial –el Paleolítico– fue un género alegre –aunque también cruel, ambivalente–, limitado a la cohesión de la horda, que se consigue mediante recursos y juegos que producen placer, con el sexo en lugar preferente. En sociedades complejas, como son las sociedades históricas, este género convive con otros elementos: las noticias, las informaciones factuales –del tipo «me voy» o «tengo que recoger a mi hijo»–, los enunciados protocolarios –«buenos días» o «perdón»–, la expresión de emociones y sensaciones, etc. Pero nada de lo añadido en las etapas civilizatorias puede desplazar al papel central que cumple el cotilleo, por mucho que hoy el entramado de este género resulte especialmente complejo. Las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación han producido fenómenos que prueban el enorme arraigo cultural del cotilleo. Esta variedad les confiere un carácter mixto, seriocómico. Lo mismo pueden servir para lamentarse que para alegrarse y, por supuesto, para zaherir. También permiten establecer jerarquías y alianzas dentro de la horda o del grupo. Socializan a los individuos. Sin estos tenues vínculos los individuos estarían condenados a la soledad. Aristóteles vio este fenómeno cuando, en el libro primero de la Política, dice eso tantas veces citado de que el ser humano es un animal social. Pero añade otra cosa más importante y es que un individuo aislado solo puede ser un animal o un dios. El individuo aislado no es posible en el género humano. El ser humano no puede prescindir de la horda.
Cabe preguntarse qué tienen en común los géneros orales del chismorreo y del cotilleo con los géneros artísticos, sean orales o escritos. Lo primero que tienen en común es su escenario. Todos estos géneros tienen su lugar natural en el tiempo festivo o alegre, esto es, en el tiempo improductivo. Es el tiempo que llamamos de ocio. Esos momentos de ocio se llenan de un discurso para la distracción, por tanto, de perfil cómico o, cuando menos, joco-serio. En el caso de los géneros artísticos sucede otro tanto. En el universo de la oralidad estos géneros aparecen en el tiempo de recreo, que en las hordas primitivas suele ser al caer la tarde, en torno a una hoguera. Así ha sido hasta hace bien poco entre los gitanos españoles. Una hoguera, gobernada por un patriarca, era el centro de reunión de pequeños y mayores. Y allí se contaban obras de géneros literarios tradicionales. Esta práctica ha continuado en culturas avanzadas. Los libros de la Biblia se leían en determinadas festividades. El Cantar de los Cantares se leía o rapsodiaba en la Pascua, Rut en Pentecostés, Eclesiastés en la de los Tabernáculos, Esther en Purim, y en el aniversario de la destrucción de Jerusalén, Lamentaciones. La fiesta conjuga las dos dimensiones de la risa: la crueldad y la alegría (Smadja, 6)4.
2. CRUELDAD Y ALEGRÍA
Veamos ahora la otra cara de estos géneros: la cara de la crueldad. Estos géneros contienen, junto a su dimensión lúdica, una dimensión cruel, que solemos llamar crítica, burlesca, satírica o, incluso, grotesca. No debe extrañarnos esta vinculación entre alegría y crueldad. Estos géneros están en el germen de nuestra humanidad, como venimos diciendo, y proceden del lenguaje no verbal de las otras humanidades y de los primates. Los tiempos primitivos fueron –y todavía lo son los actuales– tiempos de crueldad y de juego. Ambos son los instrumentos esenciales para la supervivencia de la horda. En un mundo hostil solo la risa (o el juego en tanto que manifestación alegre) puede ofrecer esperanzas en el mañana. Y la crueldad es la acción más genuina de la naturaleza. Los animales son crueles con otras especies y, también, con su misma especie. Así es también el género humano, pero puede compensar esta faceta con la risa.
También se pueden señalar diferencias entre los géneros orales del chismorreo y los géneros culturales de la esfera de la risa. Tal vez la mayor sea que los géneros orales del chismorreo admiten la noticia. Se sitúan en el horizonte de la actualidad. Sin embargo, los géneros literarios son refractarios a la noticia, aunque se apoyen en un caso. Prefieren un tiempo impreciso. En la Modernidad estos géneros se abren a la actualidad con todas sus consecuencias. Recientemente Arellano (2016) ha estudiado los cotilleos sobre la reina Cristina de Suecia en los Avisos de Jerónimo Barrionuevo, una colección de cartas escritas entre 1654 y 1658 y dirigidas a un clérigo de Zaragoza amigo suyo. En sus cartas Barrionuevo mezcla noticias cortesanas, chismes y algún poema o loa en verso a la reina sueca. El carácter joco-serio se contagia incluso a la loa poética, como ha notado Arellano:
Es característica de los Avisos relativos a Cristina, la marcada inclinación al comentario cuando menos poco respetuoso y burlón sobre la agitación de esta mujer a la que Barrionuevo considera sin duda de cascos ligeros («un azogue»). El distanciamiento jocoso se evidencia, por ejemplo, en varias categorías de alusiones chistosas, por ejemplo, a posibles deseos de tener un hijo de Felipe IV:
La reina de Suecia ha escrito al rey una elegantísima carta [...] Pídele le señale en Italia algún lugar ameno y de recreación, donde dicen quiere retirarse [...] Solo le falta que se le antoje le haga algún hijo el rey, que en esto de bastardos tiene muy buena mano, y en los legítimos una dicha muy corta.
Mucho se parece el modo de esta reina a la de Saba [...] Mire no se le antoje lo que a la otra, que el rey es para todo y la cumplirá (Arellano, p. 69).
El carácter joco-serio es la seña de identidad estética de los géneros del cotilleo. Pero ese carácter no ha permanecido estable en el transcurso de los milenios. En el mundo de las tradiciones (la prehistoria) el carácter dominante parece ser cómico aun sin prescindir de la crueldad. Queda un margen para los sucesos, los episodios de crueldad. Por el contrario, también puede observarse una clara línea de pervivencia y continuidad en los géneros del cotilleo, lo que vamos a llamar, siguiendo a Ortiz-Osés, coimplicación, esto es, la expresión de la cohesión colaborativa grupal.
La coimplicación exige una respuesta activa por parte de los interlocutores: esto es, la comprensión plena de la intencionalidad del enunciador y la apertura a asumir sus implicaciones valorativas y didácticas, a las que no se opone resistencia alguna y que suele llevar aparejada la complacencia en la risa. Esa coimplicación chismológica tiene un carácter muy especial. En el caso de géneros como las órdenes también suele haber una respuesta activa y una comprensión plena del receptor que responde ejecutando la orden. Pero en estos géneros imperativos los enunciados suelen ser muy rígidos y no dejan ningún resquicio a la expresividad personal. En los géneros orales como el cotilleo ocurre lo contrario. Sus enunciados son muy expresivos y flexibles y se orientan a una creatividad que capte el interlocutor.
3. COTILLEO Y CIVILIZACIÓN
En la sociedad abierta el cotilleo adquiere una nueva dimensión. No solo mantiene su vieja función asociativa, sino que se convierte en un instrumento muy eficaz y peligroso al aparecer el problema de la imagen pública. Las sociedades cortesanas y la cultura de masas actual han hecho del cotilleo un gran negocio. No solo la parte espectacular del cotilleo (los programas y la prensa rosa) o las nuevas tecnologías sino el mundo de la política y de los negocios son totalmente dependientes del cotilleo. En los últimos años se ha extendido la práctica política de pagar a ciertas empresas para mejorar la imagen pública de los agentes políticos y, si es posible, impedir la circulación de rumores o noticias inconvenientes. Igualmente han surgido nuevos medios para poner en circulación noticias falsas que persiguen objetivos políticos manipuladores. Naturalmente no todas las expresiones del cotilleo actual tienen ese carácter espectacular.
Cabe plantear que el cotilleo-chismorreo responde a dos grandes leyes sociales. La primera es que el carácter esencial de estos géneros está en relación inversa con el grado de socialización y de complejidad cultural. La segunda ley parece contradecir a la primera: en el mundo moderno los géneros del cotilleo y del chismorreo adquieren un nuevo impulso, ofreciendo facetas hasta ahora desconocidas. Trataré de explicar esta paradoja.
Vayamos primero con la ley de la relación inversa con el proceso civilizatorio. La explicación es sencilla. En la medida en que las hordas preagrícolas carecían de estructura social y convenciones –lo que podemos llamar vida cultural– el papel de los géneros del cotilleo y del chismorreo es casi único en su horizonte de expectativas comunicativas. Solo en la medida en que las colectividades humanas se orientan a la producción –las comunidades de cazadores-recolectores son únicamente consumidoras– la división de tareas se hace más compleja y aparecen nuevos espacios comunicativos que van ganando terreno a los géneros del cotilleo y del chismorreo. Todavía hoy podemos apreciar el alcance de esta ley en las sociedades rurales. Cuanto más pequeño es el núcleo rural más fuerte es el torrente de chismorreo y cotilleo. Todos saben todo. Los cauces de la oralidad funcionan a pleno rendimiento. En cambio, en los espacios urbanos el cotilleo reduce sensiblemente su actividad y se limita a los ámbitos relevantes para la vida cotidiana (el laboral y el familiar). Para alcanzar ámbitos superiores es necesario recurrir a las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información.
La segunda ley, la del nuevo impulso de los géneros del cotilleo y el chismorreo que les lleva al primer plano del espacio público –televisivo, periodístico, mediático– parece contradecir lo anterior, pues lleva el cotilleo a un nivel superior y de gran trascendencia social: el mundo de los grandes negocios, de la alta política y de los espectáculos masivos es enormemente dependiente de estos géneros. La razón de la explosión espectacular de estos géneros es la siguiente: estamos ante el mundo de la aldea global. Como ya apuntó McLuhan a propósito de su teoría de la comunicación, la era moderna se caracteriza por la fusión de oralidad y escritura, que da lugar a las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información. Si la era anterior, premoderna, fue la era de la galaxia Gutenberg, la era moderna es la de la aldea global. La hegemonía del libro como instrumento comunicativo decae frente al ascenso de tecnologías que funden oralidad y escritura, de las que el telégrafo fue la primera, ya en el siglo XIX. Esta idea tiene una dimensión puramente tecnológica. Pero es fácil deducir que los nuevos canales comunicativos abren las puertas a nuevos géneros del discurso o, mejor dicho, a viejos géneros que habían quedado desplazados por la cultura del libro y de la escritura. Entre los nuevos géneros emergentes están, en primer lugar, como puede apreciarse, los géneros del cotilleo o del chismorreo. Ya he apuntado su importancia en el mundo de los negocios o de la política. En la mayoría de los estados avanzados se han promulgado leyes contra el uso de información privilegiada en los negocios. Y cualquiera sabe que para ganar dinero fácil con la especulación lo primero es tener acceso a fuentes de información muy especializadas. El cotilleo se ha convertido en un gran negocio.
Entre las culturas primitivas y la era de la cultura de masas que es la Modernidad se abre un tipo de sociedad peculiar: la sociedad cortesana. En el mundo de las sociedades cortesanas también el cotilleo juega un papel estelar. En estas sociedades el cotilleo despliega su faceta más perversa. Se convierte en un arma de destrucción de la imagen pública. Como testimonian numerosas obras literarias que expresan las leyes de la sociedad cortesana –La princesa de Clèves, Las amistades peligrosas…– en este tipo de sociedades la dependencia de una imagen pública intachable es vital. Cualquier error, cualquier indiscreción puede suponer la caída en desgracia de la persona afectada. Ese carácter perverso del cotilleo cortesano se debe a que la sociedad cortesana es una sociedad cerrada para el resto de la sociedad (las clases populares). El carácter cerrado de la comunidad convierte a la sociedad cortesana en algo parecido a lo que es cualquier comunidad rural: un mundo fuertemente cohesionado, pero al mismo tiempo sometido a las leyes de servidumbre del cotilleo.
4. EL CASO
Un tipo especial de cotilleo es el caso, que pasa a ser un género cultural en las sociedades urbanas. El caso es un género de la información. Hoy podemos ver en la información audiovisual y en la prensa la presencia de casos: niños desaparecidos, desaparición de adultos –especialmente mujeres jóvenes–, persecución de terroristas, disputas entre parejas de famosos… Son motivos que dan lugar a casos. Estos casos requieren una atención diaria de los medios, aunque no presenten novedades. Algunos casos mantienen la atención de los medios durante meses. El caso es un género complejo. Requiere varios momentos esenciales: una pregunta, un juicio, una decisión… Pero también ha sufrido una evolución. En la tradición el caso es un género autónomo de la información. Es un género didáctico. En la edad heroica el caso pasó a formar parte del epos –la esfera de la memoria–. En las sociedades históricas el caso suele aparecer como relato dramático o cómico en el dominio del entretenimiento. Una dimensión educativa aparece en la jurisprudencia y en la medicina, la casuística. En la Modernidad el caso es un género de actualidad. Casos sin resolución mueren cuando pasan unos meses sin resultados apreciables. Sin embargo, ha emergido en tiempos recientes una nueva casuística. Freud es autor de varios casos que han alcanzado gran relevancia, incluso en la literatura –Dora, el hombre de los lobos y el del hombre rata, nombres abreviados de «Fragmento de un análisis de un caso de histeria», «De la historia de una neurosis infantil» y «Notas sobre un caso de neurosis obsesiva»–. Foucault hizo célebres los casos de Herculine Barbin y Jacques Rivière.
5. COTILLEO EN LA ALDEA GLOBAL
La Modernidad ha transformado el universo del cotilleo. Durante milenios el cotilleo no conoció otro escenario que la intimidad. En el Paleolítico fue la intimidad en la horda. A partir del Neolítico –la etapa agraria– ha sido la intimidad familiar. Esta afirmación sobre la intimidad debe ser matizada. En el Paleolítico y en el Neolítico no existe la intimidad porque no existe la imagen pública. Solo con la Historia aparece la esfera de lo público y es entonces cuando se puede hablar con propiedad de intimidad en la esfera de lo privado, opuesta a la esfera pública. La intimidad, así mismo, ofrece en el periodo histórico al menos dos dimensiones: el cotilleo y el ensimismamiento. La primera es primaria en cuanto que tiene una larga tradición y responde a estímulos comunicativos muy elementales. La segunda, el ensimismamiento, es secundaria en cuanto requiere unas condiciones culturales superiores. Está en el origen de la alta cultura y de las disciplinas, desde la filosofía a la ciencia. La casuística del ensimismamiento intelectual es infinita. Es bien conocida la anécdota de la risa de la esclava tracia que cuenta Platón en el Teéteto §174a:
[Thales] cuando estudiaba los astros, se cayó en un pozo, al mirar hacia arriba, y se dice que una sirvienta tracia, ingeniosa y simpática, se burlaba de él, porque quería saber las cosas del cielo y se olvidaba de las que tenía delante y a sus pies. La misma burla podría hacerse de todos los que se dedican a la filosofía.
Y prosigue explicando que al sabio le pasan desapercibidas las cosas de sus vecinos –el cotilleo–, sin embargo, conoce las cosas que son trascendentes.
El cotilleo es la antítesis del ensimismamiento. En la sociedad cortesana el cotilleo trasciende los límites de la familia para convertirse en un arma arrojadiza en la esfera cortesana. Precisa el cotilleo un escenario de ocio en el que se dan las luchas de poder. Ya vimos el caso de Barrionuevo a propósito de la reina Cristina de Suecia. La novedad moderna consiste en que el escenario ya no es el de la corte, sino que tiene un alcance global. No precisa –aunque puede abarcarlo– el poder. La fuerza del cotilleo moderno reside en su carácter espectacular. Por supuesto, persiste el cotilleo familiar y doméstico. Pero ahora se da una nueva dimensión: el espectáculo. Eso es lo que hace posible la literatura rosa y la telerrealidad.
Pero contemplar solo la dimensión espectacular y global del cotilleo moderno es ver solo una de las caras. La cara oculta del cotilleo moderno es la de su rechazo. No solo es mal visto socialmente, sino que nuevas iniciativas intentan neutralizarlo en nombre de la lucha contra el silencio y el aislamiento. Iniciativas como la página de Facebook End Small Talk o Irrational Labs pretender ennoblecer la comunicación oral trascendiendo las conversaciones o, incluso, prohibiendo las conversaciones intrascendentes. No son propiamente iniciativas contrarias al cotilleo, pero cabe concluir que la lucha contra el cotilleo entra entre sus objetivos. También forma parte de esta reacción la aparición de bibliotecas humanas o cafés filosóficos, personas o grupos que se ofrecen para dialogar. Son iniciativas idealistas. Pero desconocen el factor de cohesión que supone el cotilleo. Aunque es cierto que el cotilleo puede tener y, de hecho, tiene una dimensión perversa, no es menos cierto que todavía conserva un potencial de cohesión nada despreciable y que no puede ser eliminado, aunque sus efectos perversos deban ser cuestionados y combatidos.
Otra manifestación vinculada al cotilleo son las llamadas fake news, ahora tan actuales. Estas «noticias» resultan de aplicar la dimensión perversa del cotilleo a la información. Y los instrumentos de información y comunicación en red les han dado una nueva dimensión, a la que no podían aspirar los medios de propaganda del pasado todavía cercano. Facebook y otras redes sociales se ven obligadas a tomar medidas con las fake news que vehiculizan.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
ARELLANO, Ignacio (2016): «Historia, poesía, cotilleos. Cristina de Suecia en los Avisos de Barrionuevo», Revista de literatura, vol. LXXVIII, núm. 155, pp. 61-76.
DUNBAR, Robin (1996): Grooming, Gossip, and the Evolution of Language, Cambridge: Harvard UP.
MIGLIANO, A. B., A. E. PAGE, J. GÓMEZ-GARDEÑES, G. D. SALALI, S. VIGUIER, M. DYBLE, J. THOMPSON, NIKHILL CHAUDHARY, D. SMITH, J. STRODS, R. MACE, M. G. THOMAS, V. LATORA y L. VINICIUS (2017): «Characterization of hunter-gatherer networks and implications for cumulative culture», Nature Human Behavior, vol. 1, art. 043, pp. 1-6, [en línea]: www.nature.com/nathumbehav. [Consulta: 1/9/2017].
PLATÓN (1988): «Teéteto», Diálogos V, trad. de A. Vallejo Campos, Madrid: Gredos.
SMADJA, Éric (20114): Le rire, París: PUF.
SPIER, Fred (2011): El lugar del hombre en el Cosmos. La gran historia y el futuro de la Humanidad, Barcelona: Crítica.
1 Traduzco como cotilleo el término inglés gossip que se usa en sentido amplio para designar las conversaciones de la vida cotidiana de apariencia irrelevantes pero que, visto en términos de la gran evolución humana, es un instrumento esencial para el crecimiento y la supervivencia de la humanidad.
2 En cambio, apenas tenemos documentación sobre el chismorreo, quizás por considerarse una actividad natural e intrascendente en términos culturales.
3 Que lo alegre y lo cruel forman parte de la risa es una idea que parece tener su origen en el concepto de caricatura que desarrolló Christoph Martin Wieland en su Conversaciones con el párroco de XXX (1775). En ese concepto ve Wieland tres posibilidades: la realista, la deformidad satírica y la fantasía grotesca. La deformidad satírica conserva todavía sus raíces en lo real. Sin embargo, la fantasía grotesca se abandona a la imaginación y ofrece imágenes monstruosas, buscando obtener la risa o la repulsión. Kayser reformula esta idea en la versión del doble grotesco: el grotesco realista y el grotesco romántico. De él la toma Bajtín. Por otro lado, la teoría de la filogénesis de la risa apunta en la risa un origen agresivo que se transforma en un juego (Smadja, pp. 52-54).
4 Un ejemplo evidente de la doble dimensión de la risa es la fiesta de los toros en el mundo hispánico. La fiesta nacional despliega su doble faceta: diversión y crueldad.