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DIMENSIONES GENERACIONALES E IDIOLECTALES DEL CAMBIO LINGÜÍSTICO: UNA APROXIMACIÓN SOCIOLINGÜÍSTICA*

José Luis BLAS ARROYO

Universitat Jaume I

1. INTRODUCCIÓN

Hasta tiempos recientes, apenas contábamos en la lingüística con estudios longitudinales que analizaran la evolución de ciertas variables lingüística en diferentes cortes históricos de una misma comunidad de habla. En este sentido, el reexamen de la pequeña población suiza de Charmey por Hermann (1929), estudiada ya a principios del siglo XX por Gauchat (1905), o los trabajos de Brink y Lund (1979) sobre el habla de Copenhage –examinados con anterioridad a mediados de siglo–, constituyen una rara excepción hasta el surgimiento de la sociolingüística en la segunda mitad del siglo XX. A partir de ese momento, han proliferado los estudios variacionistas de poblaciones que habían sido ya objeto de estudio quince o veinte años atrás, al tiempo que la sociolingüística histórica se ha servido de estos mismos principios para el análisis de fenómenos de variación y cambio detectados en textos de inmediatez comunicativa en épocas más remotas. Como veremos, estos estudios han supuesto avances destacados en la comprensión del cambio lingüístico.

La distinción entre diferentes tipologías del cambio lingüístico representa una de las cuestiones más debatidas e interesantes en la sociolingüística actual. Los diferentes modelos de cambio lingüístico, en los que se imbrican lo social y lo individual, fueron teorizados inicialmente por Labov (1994), y más recientemente por Sankoff y asociados (Sankoff, 2006; Sankoff y Blondeau, 2007). En lo que sigue, resumimos los principales caracteres de cada uno de ellos.

2. ESTABILIDAD

Junto a esferas de la gramática que no están sometidas a variación, y cuyas reglas pueden considerarse categóricas, existen otras en las que esa variación existe, pero resulta estable en el tiempo. O lo que viene a ser lo mismo: no muestran señales visibles de cambio alguno. Ello demuestra uno de los principios laboveanos, según el cual la variación es una propiedad inherente de la lengua, que preludia el cambio, pero no necesariamente lo contrario. Este es, por ejemplo, el caso de algunos fenómenos variables altamente correlacionados con factores estilísticos y sociales, y que han permanecido así durante largos periodos de tiempo, como sucede con la variable (-ing) del inglés (Labov, 2001) o las diferentes variantes de (-s) en coda silábica estudiadas recurrentemente en el mundo hispánico (Donni de Mirande, 1989; Cepeda, 1995).

Estas variables dan lugar a un patrón de estratificación sociolingüística plano cuando se relacionan con la edad, de manera que los representantes de diversos grupos etarios se comportan de una manera similar en sus realizaciones. Por otro lado, no faltan los casos en los que una variante novedosa, que ha mostrado signos de variación generacional (durante un tiempo, estas variantes aparecen más frecuentemente en el habla de las generaciones jóvenes que en las más adultas), tiende a estabilizarse en un momento posterior. Como hemos visto en otro lugar (Blas Arroyo y Vellón, 2018), un desenlace de este tipo es el que afecta a la construcción artículo + que en subordinadas oblicuas de relativo (en la casa en (la) que vivo) en la primera mitad del siglo XX: a diferencia de las centurias anteriores, en las que se aprecia una correlación sistemática entre la edad y la realización de la variable, en las primeras décadas del XX las diferencias se neutralizan completamente, lo que justificaría –entre otras razones– la estabilización de la variable en ese periodo.

3. LOS CAMBIOS GENERACIONALES Y LA HIPÓTESIS DEL TIEMPO APARENTE

Los cambios de este tipo representan uno de los principales hitos de la sociolingüística, y están detrás de la denominada teoría del tiempo aparente, según la cual es posible inferir la existencia de un cambio lingüístico en la comunidad mediante la comparación entre el comportamiento lingüístico de diferentes grupos etarios. Y, más concretamente, cuando esa comparación ofrece una distribución lineal ascendente o descendente (Labov, 2001: 171). En los cambios generacionales, los individuos adquieren la frecuencia de uso de una determinada variante de sus ascendientes más cercanos (padres, abuelos, etc.). Sin embargo, esta puede incrementarse en la adolescencia (adolescent peak) (Baxter y Croft, 2016), lo que suele ser, precisamente, un signo de la existencia de ese cambio en marcha. Con todo, al final de este periodo crítico, el sistema lingüístico del individuo tiende a estabilizarse hasta el punto de mantenerse prácticamente inalterado durante el resto de la vida (Lenneberg, 1967). De este modo, el incremento regular en la frecuencia de uso de las formas innovadoras por parte de las sucesivas generaciones da lugar al cambio en el seno de la comunidad (Labov, 1994: 84).

En suma, el cambio generacional implica la existencia de cambios (en marcha) en la sociedad, pero básicamente la estabilidad en la actuación de los individuos, una vez que estos han entrado en la primera edad adulta. Por otro lado, estos cambios suelen tener un periodo inicial en el que la mutación de las formas antiguas por las nuevas se realiza de manera lenta, para acelerarse bruscamente en su fase intermedia y volver a un estadio de mayor lentitud hacia el final de proceso, cuando las variantes novedosas prácticamente se han impuesto ya, quedando relegadas las más antiguas a contextos lingüísticos y extralingüísticos restringidos. En este punto, en el que la característica curva en S alcanza su punto más elevado, se considera que el cambio se ha completado (Weinreich, Labov y Herzog, 1968; Labov, 1994).

Diversos trabajos en tiempo real han confirmado la hipótesis del tiempo aparente basada en estudios sincrónicos previos. A esta nómina corresponden, por ejemplo, el estudio de Fowler (1986), que reproduce el realizado previamente por Labov en varios grandes almacenes neoyorquinos; la investigación de Trudgill (1988) sobre la labialización de /r/- en Norwich; o, en el caso del español, el proceso de lenición de /ch/ en Panamá (Cedergren, 1987). Lo mismo sucede en la sociolingüística histórica con los trabajos de Kroch y sus colaboradores (Kroch, 1989; Pintzuk, 1995; Kroch y Taylor, 1997), a partir del modelo de las gramáticas en competencia (competing grammars) y la hipótesis del ritmo constante (constant rate). O el estudio de Raumoling-Brunberg (1996) sobre algunos cambios morfológicos en individuos de generaciones distintas de dos familias inglesas de los siglos XVI y XVII. En el caso del español, un cambio de este tipo es el que experimenta la perífrasis tener que + infinitivo, que a partir del XIX comienza a arrebatar ámbitos de uso a la otrora estrella del firmamento modal, haber de (Blas Arroyo, Porcar y Vellón, 2013). Durante esta centuria, el cambio transcurrirá de una manera lenta y moderada, pero, a finales de siglo, y sobre todo con la entrada del XX, este se acelerará bruscamente hasta la práctica compleción del cambio que vemos en la actualidad (Blas Arroyo, 2018).

4. AGE GRADING

Cuando la comparación entre diversos grupos de edad exhibe patrones de distribución lineal, la hipótesis del tiempo aparente puede hacernos pensar en la existencia de un cambio lingüístico en marcha de carácter generacional. Sin embargo, no es esta la única posibilidad. De hecho, el mismo modelo de distribución puede estar relacionado con un fenómeno bien distinto, que no implica el cambio en la lengua, la cual permanece estable, sino tan solo en el habla del individuo. Es el conocido como age grading (Labov, 1994: 84). Este tiene lugar cuando la gente utiliza la lengua de manera diferente en diferentes momentos de su vida. Además, estos cambios pueden reproducirse con el mismo perfil en generaciones sucesivas.

A diferencia del cambio generacional, el modelo de variación característico del age grading es curvilíneo, con picos máximos (o mínimos) en los grupos de edad intermedios (adultos entre 30 y 55 años), que en este sentido se comportan de un modo diferente a como lo hacen los grupos extremos (jóvenes y mayores), menos sometidos (en especial, los primeros) a las presiones sociales del mercado lingüístico y el estándar (Labov, 1994: 73; Tagliamonte, 2012: 46-48). Por lo general, este fenómeno de variación asociado a la edad se produce principalmente con variables sobre las que existe una elevada conciencia lingüística (Labov, 1994: 111-112), y entre las que cabe incluir algunas que irrumpen con fuerza en la comunidad de habla, pero tienen un ciclo de vida corto (Wolfram y Fasold, 1974: 90), como sucede con las innovaciones léxicas o pragmático-discursivas impulsadas por los jóvenes. Estos usan a menudo más términos jergales y estigmatizados que sus padres, pero, cuando esos jóvenes se convierten en adultos, comienzan a poner freno a su empleo (Chambers, 2009: 95). Sin embargo, no es infrecuente que las siguientes generaciones de jóvenes retomen los promedios de usos de quienes les precedieron, lo que asegura un ciclo de subidas y bajadas que puede perpetuarse en el tiempo.

El objetivo de dilucidar entre los procesos de variación que implican cambio y aquellos que están regidos por el age grading ha ocupado un lugar destacado en la bibliografía sociolingüística. Y en este sentido, como recuerda Sankoff (2006: 1003), solo los estudios longitudinales en tiempo real pueden ayudarnos a dilucidar entre ambos desenlaces. Por otro lado, no menos interesantes que los fenómenos que afectan a niños y adolescentes son aquellos en los que se ven implicadas las generaciones adultas –especialmente, las más jóvenes entre estas– en respuesta a las presiones del mercado lingüístico (Sankoff y Laberge, 1978). Por ejemplo, Wagner y Sankoff (2011) han dado cuenta de un fenómeno de este tipo en la extensión del futuro morfológico a costa del perifrástico en el francés quebequense. En este proceso se observa un fenómeno de age grading: conforme los hablantes se hacen mayores, las dos terceras partes de la muestra incrementan el uso de la variante tradicional, y más prestigiosa. Ello no parece impedir la evolución del cambio que opera en la sociedad (a favor del futuro perifrástico) pero puede estar ralentizándolo.

Algunas variaciones significativas en el comportamiento lingüístico de San Juan de Ávila, asceta e insigne escritor del siglo XVI, a propósito de un marcador sociolingüístico como la elisión del nexo en subordinadas completivas (creo no vendrá), podrían encajar en este esquema sociolingüístico, como hemos advertido en otro lugar (Blas Arroyo, 2017). En efecto, el escritor abulense muestra un patrón curvilíneo muy marcado en las realizaciones de esta variante vernácula, con ascensos importantes en las etapas inicial y final de sus escritos, y un descenso no menos significativo en la intermedia, coincidente con el punto culminante de su carrera.

5. CAMBIOS COMUNITARIOS Y CAMBIOS A LO LARGO DE LA VIDA DE LOS INDIVIDUOS

A pesar de la comprobada utilidad del cambio aparente en la explicación de numerosos cambios lingüísticos, en los últimos años la investigación sociolingüística basada en el tiempo real y el uso de investigaciones longitudinales ha comprobado que esta metodología puede calcular correctamente la dirección de los cambios, pero, al mismo tiempo, puede subestimar la velocidad e intensidad de estos. Por otro lado, durante décadas la bibliografía sociolingüística se ha concentrado en la investigación sobre la variación y el cambio lingüístico tomando como base la actuación de diferentes grupos sociales en función de parámetros como la edad, el sexo o género, la condición social, entre otros. El interés por el modo en que estos fenómenos se desarrollan desde una perspectiva idiolectal, esto es, en el seno del habla de los individuos, tan solo ha comenzado a despertarse en los últimos tiempos. Sea como sea, lo cierto es que una cantidad cada vez mayor de investigaciones ha demostrado que, ciertamente, algunas personas realizan cambios en la realización de algunas variables lingüísticas a lo largo de su vida (Boberg, 2004; Sankoff y Blondeau, 2007).

Según Labov (1994: 84), los cambios comunitarios (comunal changes) tienen lugar cuando la mayoría de los miembros de la sociedad alteran sus frecuencias de uso de manera conjunta y simultánea, un desenlace que es más característico, por ejemplo, del cambio léxico (Boberg, 2004) o de ciertas partículas discursivas como las estudiadas por Thibault y Daveluy (1989) en Montreal. Junto a este escenario, encontramos también otros en los que, sin necesidad de cambios que involucren a toda la sociedad, hallamos «individual speakers change over their lifespans in the direction of a change in progress in the rest of the community» (Sankoff, 2005: 1011). Este subtipo específico de cambios, que afectan al habla de individuos concretos, se conoce con el nombre de cambio longitudinal (longitudinal change) (Sankoff, 2005: 1011), o cambio a lo largo de la vida (lifespan change) (Sankoff y Blondeau, 2007: 562). La diferencia entre estos y los cambios comunitarios es, pues, más bien de enfoque: mientras que en los cambios comunitarios se pone el acento en la comunidad, en el segundo la atención se fija en el hablante. Eso sí, tanto en uno como en otro el cambio implica la existencia de inestabilidad en la variación idiolectal, a diferencia de lo que veíamos a propósito del cambio generacional, donde esta solo afecta a la sociedad, pero no al individuo.

Ahora bien, si ya Weinreich, Labov y Herzog (1968: 188) destacaban que la gramática de la comunidad de habla es más regular que la gramática de los hablantes concretos, para Baxter y Croft (2016) lo mismo puede decirse a propósito del cambio: «the overall trajectory of change of a linguistic variant in a speech community appears to be more regular than the trajectories of change for individual speakers in the community» (Baxter y Croft, 2016: 129). Por otro lado, estos autores señalan que hay dos tipos principales en lo que al cambio idiolectal se refiere. Por un lado, se encuentran aquellos individuos que cambian gradualmente, siguiendo para ello las tendencias medias de la comunidad. Y, por otro, quienes muestran un comportamiento mucho más categórico, bien innovando drásticamente y por encima de esos promedios comunitarios, o bien no cambiando en absoluto.

Metodológicamente, una posibilidad de evaluar la posible existencia de este tipo de cambios es la realización de estudios longitudinales, en los que el investigador analiza el comportamiento lingüístico de los mismos individuos (panel studies) –o una muestra sociológicamente idéntica a la del pasado (trend studies)– en diferentes momentos de su vida (Sankoff, 2006: 1003). Aunque hasta la fecha, la sociolingüística sincrónica no se ha prodigado excesivamente en este tipo de trabajos, existen algunos a gran escala en países como Finlandia (Sundgren, 2009) o Dinamarca (Gregersen et al., 2009). En estos se ha comprobado, efectivamente, la existencia de individuos concretos que modifican la frecuencia de uso de ciertas variantes novedosas más allá del umbral de la adolescencia. Y lo mismo ocurre con otros estudios que cuentan con muestras más pequeñas, pero cuyos resultados no son menos significativos. A modo de ejemplo, valga el caso investigado por Sankoff y Blondeau (2007) sobre la difusión en el francés de Montreal de la variante [R] posterior –de clara raigambre francesa–, un rápido cambio desde arriba en el que participan en diferente medida distintos grupos sociales, pero también algunos individuos concretos. Aunque el comportamiento de la mayoría muestra una estabilización tras superar el periodo crítico de adquisición del vernáculo, una minoría (aun así, nada desdeñable) ha modificado la frecuencia de uso de esta variante en la dirección de este cambio en marcha en el plazo de quince años. Y, aunque este cambio idiolectal sea solo un pálido reflejo de un cambio más profundo, que afecta al conjunto de la sociedad, hay que reconocer que estos «difusores de última hornada» (late adopters) desempeñan un papel instrumental en su aceleración dentro de la comunidad (véase también Boberg, 2004).

En la sociolingüística histórica se han llevado también a cabo algunos estudios de este tipo, basados en la lengua de ciertos individuos, especialmente escritores, políticos y otros representantes de las capas altas de la sociedad. Por ejemplo, Stein (1987) analiza el rápido cambio en los afijos verbales de tercera persona (del tradicional -th al más moderno -s) en las obras de Shakespeare en torno al año 1600. En relación con este mismo cambio, pero esta vez a partir de un corpus de correspondencia privada de diez individuos entre 1570 y 1670, Raumoling-Brunberg (2005) concluye que en él se adivinan patrones de cambio generacional y longitudinal (lifespan) al mismo tiempo. Por un lado, hay un claro cambio generacional, de tal manera que este se acelera en las cohortes de edad más jóvenes conforme avanza la centuria. Sin embargo, dentro de estas generaciones se advierte también cómo afectan a los individuos de diferente manera, de tal modo que hay hablantes que progresan en el empleo de las variantes novedosas conforme se van haciendo mayores, mientras que otros no participan en absoluto de estos cambios (más detalles en Nevalainen y Raumoling-Brunberg, 2003: 86-92).

Por nuestra parte, hemos analizado recientemente el perfil idiolectal de una veintena de escritores de los Siglos de Oro a través de su correspondencia epistolar durante extensos periodos de su vida (Blas Arroyo, 2017). Las conclusiones de este estudio revelan que los patrones variacionistas son más complejos de lo que una hipótesis estricta sobre el cambio generacional podría hacernos pensar. De ahí que, junto a individuos que siguen las tendencias imperantes en la época que les tocó vivir, no escasean quienes se sitúan claramente por detrás en la realización de variantes vernáculas que nunca debieron de ver con buenos ojos, como representantes de las élites sociales culturales que eran. Pese a ello, y aunque en menor proporción, no faltaron tampoco quienes destacaron por situarse nítidamente por encima de la media en la difusión de estas mismas variantes vernáculas.

6. TIPOLOGÍA DE LOS CAMBIOS Y NIVELES DEL ANÁLISIS

En otro orden de cosas, se ha discutido también qué niveles de la gramática son más susceptibles de experimentar unos u otros tipos de cambios. Así, para Labov (1994: 83-84) y Sankoff (2005), los cambios fónicos y morfológicos, que afectan a esferas internas de esa gramática, suelen ser cambios de carácter generacional. Por el contrario, los que atañen a la sintaxis y al discurso pero, sobre todo, al léxico, son más de tipo comunitario o longitudinal (lifespan) (Boberg, 2004). Sin embargo, Kerswill (1996: 200) ha dibujado una tabla con las edades a las que se adquieren y estabilizan los respectivos fenómenos de variación en el plano individual, y concluye que los cambios a lo largo de la vida van más allá de la incorporación de vocablos nuevos y pueden afectar incluso a la morfología y la fonología. Por otro lado, este autor recuerda también que estos cambios longitudinales son a menudo la consecuencia de préstamos llegados desde otras comunidades de habla. Y, a diferencia de aquellos que se originan en el seno de la misma gramática interna, en los que es habitual observar un incremento regular en el paso de una generación a otra, los cambios externos son más proclives a experimentar avances más abruptos.

En este último desenlace, Blondeau (2001) establece una escala implicacional para la edad adulta: 1) los locutores más conservadores en fonología pueden adoptar, sin embargo, un cambio morfosintáctico; 2) los usuarios de nuevas normas fonológicas mostrarán una tendencia a adoptar cambios morfosintácticos recientes, 3) un comportamiento variable en la dirección de un cambio en fonología se acompañará generalmente de un comportamiento favorable a un cambio en morfosintaxis. Su estudio sobre diversas variables fónicas y gramaticales del francés en Montreal demuestra lo esencial de estas hipótesis.

Por otro lado, se ha supuesto que los cambios en los que incurren las personas adultas funcionan de un modo diferente a como lo hacen los niños (Croft, 2000: 45-53). Estos últimos, señala Labov (2007: 346), funcionan por incremento y transmisión: «in which successive cohorts and generations of children advance the change beyond the level of their caretakers and role models, and in the same direction over many generations». Por el contrario, si los adultos modifican sus idiolectos, lo hacen básicamente por el contacto con miembros de otras comunidades, en un mecanismo mucho más atenuado, que el sociolingüista americano denomina «difusión» (diffusion). Ello explicaría también los resultados encontrados por Tagliamonte y D’Arcy (2007) a propósito del marcador para la introducción del estilo diferido be like, y que demuestran que el empleo de este no se detiene con la edad –como en los desenlaces del age grading–, pese a lo cual la gramática interna continúa básicamente inalterada en el paso de un corte generacional a otro. Con todo, no faltan estudios que ponen en evidencia cambios más profundos, en los que también la gramática interna, y no solo las frecuencias de uso, se ven afectadas en los cambios idiolectales. Así lo han visto, por ejemplo, Sankoff y Blondeau (2007) en la evolución favorable a la variante posterior [R] del francés de Montreal a la que nos referíamos anteriormente. En definitiva, puede que los sistemas fonológicos abstractos de los hablantes adultos sean diferentes a los de la niñez o la juventud, pero el cambio no se detiene en estas etapas tempranas.

7. CONSERVADORES, LÍDERES Y CONFORMISTAS: LA RESPUESTA DE LOS INDIVIDUOS ANTE EL CAMBIO LINGÜÍSTICO

Junto a los temas reseñados, hay otros interrogantes que han suscitado el interés de los investigadores a propósito de la participación de los individuos ante los cambios lingüísticos en marcha. Por ejemplo, ¿es posible delimitar a los líderes de un cambio o a quienes se sitúan en su retaguardia, poniendo freno a su extensión? ¿Coinciden estos papeles en todos los casos o varían de unos a otros, de modo que determinados individuos pueden situarse a la vanguardia de algunos cambios y a la zaga de otros? Los datos que aportan Nevalainen, Raumoling-Brunberg y Mannila (2011) parecen apuntar hacia una respuesta positiva a este último interrogante. Así, en su estudio sobre materiales del Corpus of Early English Correspondence durante un periodo de 270 años (finales del XV a finales del XVII), estas autoras llegan a la conclusión de que existen pocos individuos prototípicamente líderes o conservadores, pues la mayoría se ubica en lo que dan en llamar in-betweens, ya que siguen básicamente los modelos variacionistas imperantes en la comunidad de habla (en el mismo sentido, véase también Labov, 2001: 437, 463 y Eckert, 2000: 139-141). Por nuestra parte, los datos del estudio reseñado acerca del comportamiento lingüístico de una veintena de escritores de cartas pertenecientes a las élites sociales y culturales de los siglos XVI y XVII, muestran cómo la mayoría aparece en el bloque conservador, ya que su realización de las variantes vernáculas se sitúa casi siempre por debajo de la media en cada etapa histórica. Ahora bien, no faltan algunos líderes (pocos) de estas variantes, así como otros, de naturaleza más conformista y contemporizadora con las tendencias imperantes en la época (Blas Arroyo, 2017). Y, sin embargo, tampoco escasean los ejemplos de quienes se muestran conservadores o contemporizadores en relación con determinadas variables, al tiempo que lideran otras. Este, por ejemplo, pudo ser el caso de Santa Teresa de Jesús, quien fue una decidida prácticamente de la elisión del nexo en subordinadas completivas (creo vendrá), pero mucho menos de otras formas vernáculas de la época, como la variante prepositiva de las perífrasis modales con deber (deber de + infinitivo). Un desenlace similar apunta Labov (2001) a propósito del comportamiento de algunas mujeres de clase trabajadora en Filadelfia, quienes se colocan a la vanguardia de ciertos cambios fónicos, al tiempo que se muestran mucho más conservadoras en relación con otros rasgos estigmatizados de la pronunciación.

Por su parte, Nevalainen, Raumoling-Brunberg y Mannila (2011) ofrecen también algunas ideas interesantes acerca del momento en que surgen estos prototipos de hablantes. En su opinión, los líderes de los cambios aparecen en las fases explosivas (new and vigorous phase) e intermedias (mid-range phases), pero no en las etapas periféricas (incipientes o completadas). En este sentido, formulan una hipótesis según la cual la participación de los hablantes en los procesos de cambio puede hallarse también en relación directa con la duración de este último: cuanto mayor es esta, mayor es también el número de contemporizadores en las fases intermedias (las de más larga duración). Por el contrario, cuando el cambio se desarrolla en un espacio temporal más corto, las posibilidades de encontrar líderes lingüísticos se incrementan.

Para terminar, cabría preguntarse también: ¿quiénes son y en qué grupos se desenvuelven los individuos más innovadores (o conservadores)? En relación con esta pregunta, es sabido que en la sociolingüística contemporánea compiten las tesis de Milroy (1987), para quien los innovadores son, por lo general, personas con una posición marginal en sus redes sociales respectivas, y las de Labov (2001: 323-411), quien defiende que los verdaderos líderes son hablantes influyentes, que ocupan un lugar central en el seno de esas redes. Raumoling-Brunberg (2005: 69; 2006) ha intentado llegar a un punto de encuentro entre ambas hipótesis, al concluir que las diferentes perspectivas pueden obedecer a otros tantos puntos del cambio sobre los que se centra el interés. De este modo, Milroy podría estar dando cuenta de los momentos iniciales, mientras que Labov pone su atención en fases más avanzadas del cambio, en las que los individuos centrales e influyentes parecen ya más decisivos. Sea como sea, concluye Raumoling-Brunberg (2009), lo más relevante es comprobar cómo la participación en esas redes sociales (y el tipo de estas) condiciona la participación de los hablantes en los cambios lingüísticos en marcha. A este respecto, esta investigadora y otras representantes del Research Unit for Variation, Contacts and Change in English de la Universidad de Helsinki han advertido, a partir de un corpus de cartas privadas del siglo XVI, la existencia de importantes diferencias en el empleo de variantes novedosas entre unos escritores y otros, incluso si estos se hallaban unidos por condicionantes sociales similares. Así, Nevalainen y Raumoling-Brunberg (2003) han comprobado la existencia de una notable diferencia en la actuación de dos hermanos mercaderes, John y Otwell Johnson, en torno a algunos cambios lingüísticos en marcha que tuvieron lugar en el inglés del siglo XVI y que, en el fondo, podrían obedecer a la participación de los hermanos en redes sociales diferentes.

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* El presente artículo se integra dentro del proyecto de investigación «Dimensiones estructurales, sociales e idiolectales del cambio lingüístico: nuevas aportaciones desde la sociolingüística histórica al estudio del español» (Ref. FFI2017-86194-P), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad (2018-2021).

Estudios lingüísticos en homenaje a Emilio Ridruejo

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