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IV

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El análisis filosófico se ha practicado desde los inicios de la filosofía occidental. Baste recordar los diálogos platónicos. En las versiones tradicionales se lo pensó bajo la forma paradigmática de análisis de conceptos en búsqueda de definiciones explícitas. Características de la nueva forma que adoptó, desde fines del siglo XIX, han sido el análisis del lenguaje en que se manifiestan los conceptos y, para realizar este análisis, la prioridad de la comprensión de las oraciones por sobre las estructuras suboracionales (nombres, predicados, conectores).15

En la filosofía moderna predominó una visión doblemente negativa del papel del lenguaje en el conocimiento: era un velo distorsionador y no era una vía especialmente apta para alcanzarlo. Y, junto con eso, se tenía una visión del análisis bajo la imagen de la descomposición de conceptos aislados. Pero ya en Kant se hace explícito que la manera adecuada de encontrar los conceptos básicos para el análisis del conocimiento debe recurrir al análisis de los juicios. Lo cual implica que las consideraciones sobre verdad y falsedad resultan fundamentales para la cuestión de la referencia y el contenido de los conceptos. Desde mediados del siglo XIX, a medida que el idealismo pierde peso académico en el centro de Europa ante los éxitos de las ciencias empíricas (potenciados por su papel en la industria), se da un resurgir de la atención filosófica en el lenguaje, en particular cuando se abordan los fundamentos lógicos de la matemática (base imprescindible de aquellos logros científicos). El trabajo de Frege fue la coronación de este movimiento. Allí, por una parte, se sigue la impronta kantiana del privilegio de los juicios, pero ahora transmutados lingüísticamente cuando del análisis conceptual se trata y, además, se muestra que el análisis del contenido de los juicios depende fundamentalmente del examen de las relaciones inferenciales que guardan entre sí. Y esto conduce a la comprensión de la estructura básica del lenguaje. El lenguaje, ahora, es la vía principal para el análisis filosófico, y la primera tarea será la de evitar que los escombros de su constitución impidan el paso analítico.

A la pregunta ¿qué se analiza?, los representantes modernos responderían que se analizan conceptos; pero los representados por Principia Mathematica mencionarían las oraciones (o las proposiciones) donde aparezcan predicados que los expresen. No necesariamente con la idea de que este enfoque representa una esencial novedad o un salto cualitativo del pensamiento, sino con la convicción de que han entendido mejor la índole de la tarea analítica que siempre se quiso realizar y muchas veces se produjo. Preguntados por cómo realizar un análisis típico, los unos hablarían de la descomposición de un concepto a fin de encontrar los conceptos más simples cuya combinación lo genera; los otros, en cambio, explicarían el proceso de reconocimiento de la forma lógica genuina de ciertas oraciones, por ejemplo mediante paráfrasis, seguido de la determinación de tesis y principios más básicos que las impliquen y, sólo dentro de este marco, la búsqueda de conceptos componentes. Como resultado, unos esperarán definiciones de conceptos, pero los otros procurarán teorías deductivas y sustitución de predicados y, eventualmente, definiciones de predicados.

La contribución principal que la línea iniciada por Frege y ejemplificada por Principia Mathematica hizo a este nuevo paradigma, se ubica en (i) el papel central otorgado a las paráfrasis oracionales, sin pretensión de identidad de significado sino con el objetivo de precisión significativa, y (ii) la construcción de lenguajes enteros, basados en la lógica cuantificacional, para formular paráfrasis específicas. Durante la segunda mitad del siglo XX, paulatinamente, fue produciéndose una modificación en esta vertiente analítica. Dejó de pensarse que el objetivo de la clarificación consiste siempre en lograr la reducción de conceptos o su eliminación por definición o por sustitución, en el marco de una teoría deductiva apoyada en principios más básicos. Comenzó a admitirse, como objetivo suficiente, la determinación de una amplia trama de conceptos y principios donde insertar aquellas tesis y conceptos cuya clarificación se buscaba. El cambio tuvo relación con la presencia de nuevos enfoques acerca de la formación del significado en los lenguajes comunes y, correlativamente, acerca de la manera de especificarlo teóricamente. Desde estos nuevos puntos de vista, un análisis filosófico, en general, recurre a un conjunto de términos y de principios que los involucran, sistemáticamente interrelacionados formando un nexo teórico que ya no necesita tener la forma de un sistema axiomático fundacional, a la manera de PM, sino que puede no implicar jerarquía alguna entre principios y conceptos. En cualquier caso, un criterio de evaluación del análisis será su capacidad para legitimar teóricamente los significados que preteóricamente hubieran motivado la tarea, significados que se manifiestan en un conjunto de usos lingüísticos (tesis y aplicaciones de predicados) que quieren preservarse. Con la expectativa de que el sistema resultante del análisis proporcione una explicación de esos usos, solucione sus oscuridades y eventualmente sugiera modos de integración con otros ámbitos cognoscitivos.

La línea analítica inaugurada por Frege y Russell todavía sería reconocible si, con el fin de identificar con mayor precisión el núcleo cognoscitivamente importante del cuerpo de verdades que se quiere justificar o comprender mejor, esta liberalización formal del método, que ya no alienta la construcción de sistemas axiomáticos, siguiera otorgando un lugar central a la reformulación o paráfrasis de esas verdades. La vieja línea analítica ya indicaba que la significación de estas paráfrasis depende de la estructura sintáctico-semántica del lenguaje en que se produzcan, y depende de que esté depurada de los problemas suscitados por el uso ingenuo del lenguaje común (por ejemplo, el traslado de usos propios de cierto ámbito discursivo hacia otros ámbitos donde pierden su sentido). Esto apunta en dirección de un abordaje holístico del significado. Por otra parte, al sustituir el objetivo de encontrar un sistema específico que fundamente las paráfrasis de las verdades que se quiere legitimar, por el objetivo más laxo de ofrecer una interrelación teórica amplia donde incorporarlas sin reducirlas, también se promueve un abordaje holístico conducente a una creciente interrelación teórica. Curiosamente, cuando estos herederos de Russell admiten que los significados atribuidos en un ámbito discursivo sólo adquieren estabilidad cuando, al menos en líneas generales, se puede estabilizar el significado en todo el lenguaje que lo incluye, y aceptan que es el todo del conocimiento, la interrelación de las teorías, lo que propiamente hay que legitimar, se ponen en sintonía con una versión débil del idealismo (como la aludida en §I) y promueven una modesta pero inesperada reivindicación de Bradley.

Bibliografía

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* Es la comunicación presentada en el Simposio “El Centenario de Principia Mathematica” realizado en junio de 2010 en el Centro de Estudios Filosóficos de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires. Apareció luego en Cuadernos Filosóficos, N° IX, 2012, Universidad Nacional de Rosario.

1 Appearance and Reality (Bradley, 1893).

2 Peano había reseñado en 1895 el primer tomo de Grundgesetze, la obra publicada en 1893 donde Frege comenzaba el desarrollo minucioso del programa logicista de reducción de la aritmética a la lógica.

3 Para una iluminadora discusión del tema, cfr. el Cap. II en Simpson (1975).

4 En 1898, en Cambridge, Whitehead había publicado A Treatise on Universal Algebra with Applications.

5 Russell la comunicó a Frege en una carta de fines de 1902 y la publicó en su libro de 1903.

6 Dificultad ya advertida por Russell en The Principles of Mathematics (1903), cfr. cap. 53, §439.

7 “Toda proposición que podamos comprender debe estar compuesta totalmente por constituyentes de los que tengamos conocimiento directo”, dice Russell en “Knowledge by Acquaintance and Knowledge by Description” (publicado en Proceedings of the Aristotelian Society, II, 1911.

8 Sobre esta teoría, cfr. Simpson, 1975, caps. III y VII.

9 Similares, fundamentalmente, por tener un concepto de demostración recursivamente caracterizable.

10 En Klimovsky y Boido (2005: caps. 13-15) se encuentra una introducción a la teoría de tipos y su importancia y limitaciones respecto del programa logicista.

11 La teoría ramificada es más compleja y restrictiva que la simple. Por eso Ramsey propuso (en “The Foundations of Mathematics”, de 1925) la tesis de que hay una diferencia esencial entre las paradojas sobre clases y funciones (solucionables con la teoría simple) y las paradojas semánticas. Pero, para Russell, todas estas se originan en el mismo error y tendrían que recibir una solución conjunta.

12 Este argumento, que figura en la p. 39 del primer volumen de PM, es muy discutible: presupone el constructivismo en vez de fundamentarlo.

13 Cfr. PM, p. 63.

14 Remite a los siguientes casos: (i) la eliminación, en la teoría, de los números irracionales postulados como límites de secuencias de racionales, en favor de su construcción (definición) como ciertas clases de razones entre racionales; (ii) la eliminación de los números cardinales postulados como aquello que tienen en común las colecciones equinumerosas, en favor de los cardinales construidos como las clases de esas colecciones; (iii) la eliminación de las clases recién resumida.

15 Un claro panorama de este momento del análisis filosófico se encuentra en Rabossi, 1977.

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