Читать книгу En sayos analíticos - Alberto Moretti - Страница 16

IV

Оглавление

El argumento de Rabossi era: (1) El comportamiento estándar de la comunidad filosófica y los presupuestos de sus prácticas y de los sistemas filosóficos de los últimos dos siglos determinan una preceptiva: CR; (2) CR reclama la fijación de una normalidad disciplinal que caracterice la filosofía como profesión autónoma y CR establece el marco donde los sistemas y enfoques alternativos compiten para fijar esa normalidad disciplinal; (3) pero CR no permite resolver la disputa entre las alternativas que promueve, por tanto, (4) CR impide la normalidad profesional, esto es, un estadio de la práctica disciplinal en el que “no hay disputas acerca de la manera de llevar a cabo la práctica específica [y hay] consenso acerca de cómo plantear las discrepancias e identificar los tipos de prueba pertinentes” (p. 204).

En los párrafos precedentes se puso en duda el fundamento que Rabossi presenta para su tercera premisa. Luego se justificó el reemplazo de CR por un Canon centrado en la máxima socrática y, en lo que hace a su versión decimonónica, más o menos similar a CR. De este modo se encontraron motivos suficientes para sostener aquella tercera premisa y lo esencial de la conclusión del argumento.

Ante un panorama como este Rabossi sugirió transgredir CR (p. 207) (aunque se eximió de recomendarlo (p. 212)), radicalizando una propuesta de Nozick a fin de considerar que

[l]a filosofía no es una disciplina, el filósofo no es un descubridor de verdades, las teorías filosóficas no transmiten conocimiento, la misión de la filosofía no consiste en fundamentar o justificar. El quid de la filosofía es alcanzar algo mucho más importante y original que todo eso: desplegar las lecturas posibles del mundo actual para comprender cómo las cosas se relacionan entre sí (p. 207).

Rabossi dice muy poco más a fin de aclarar la presumible diferencia –que necesita– entre “comprender cómo las cosas se relacionan entre sí” y “tener afirmaciones alternativas, con pretensiones de verdad, o de aceptabilidad general, acerca de cómo las cosas se relacionan entre sí”, o entre “lecturas posibles del mundo” y “elucidaciones o propuestas alternativas de sistemas de conceptos”. Sobre todo cuando tan deseada comprensión se piensa compatible y complementable con una visión naturalizante de la filosofía. La convicción, adquirida reflexivamente, de que cierto presunto problema sólo es un pseudoproblema o es un sinsentido o puede ser evitado cambiando la manera de hablar, reúne las condiciones usuales para ser considerada conocimiento, o afirmación con pretensiones de verdad o de aceptabilidad universal. Y si la reflexión consistió en un examen de la organización de los conceptos involucrados y/o una propuesta de reorganización o de cambio, entonces hasta parece calificar como pretendido conocimiento necesario o a priori. Decir que en casos así sólo se ha hecho una propuesta de cambio conceptual o de cambio de formas de hablar o vivir no ayuda mucho. Si sólo es una propuesta entre otras y no hay motivo para elegirla, ¿por qué hacerlo, cuando se puede seguir con lo que ya sabemos hacer y nada garantiza que con el cambio no tendremos iguales o peores sorpresas? Si el motivo es la esperanza de sentirnos mejor (al menos despojados de un problema), la cuestión es ¿mejor respecto de qué fines? Y todo fin merece esclarecerse y ser cuestionado, de modo que la aceptación simpliciter de los fines implícitos no resulta cómoda. En sintonía con la breve referencia de Rabossi no me ocuparé ahora de estos importantes asuntos. Sólo quiero suscribir la sugerencia que él formula, con dos cambios, tal vez menores.

El primero consiste en negar carácter profesional a la filosofía pero alentando su carácter disciplinal, por variado que pueda ser (con la carga de educación, exigencia, entrenamiento, coerción, y hasta de azotes, que suele vestir junto con otros atuendos menos sombríos), a fin de distinguirla de otras actividades que también involucran el habla pero son más frívolas o más dogmáticas o menos ecuménicas.27 El segundo consiste en dar cabida, y quizás privilegio, a la actitud de no buscar ni esperar verdades o teorías o fundamentos, pero sin negar por eso que, aun para comprender sin conocer, esté permitido afirmar algo y juzgar tesis o considerar estructuras inferenciales. En particular, plantear preguntas o problemas “últimos” e intentar construir y evaluar respuestas o “superaciones”. No podemos saber si hay problemas “perennes”, pero al Canon no le hace falta decretar que bajo las mismas palabras, o palabras parecidas, encontramos (o debemos encontrar) en la larga historia humana la misma pregunta o el mismo problema, para imaginar que es razonable el esfuerzo por ver si en palabras de otros, lejanas o cercanas, podemos encontrar conceptos o inspiración para aclararnos las preguntas que estemos haciéndonos. Tan razonable, probablemente, como creer que esas personas, sus comunidades, sus culturas, están suficientemente ligadas a nosotros como para que no las olvidemos cuando nos dispongamos a entendernos nosotros mismos. Tal cosa no supone la posibilidad de ver el mundo ahistóricamente, saliéndose de la propia piel; a lo sumo, a veces, supone la posibilidad de vincular estrechamente una pregunta presente con alguna anterior.

No es clara la relación entre el Canon y la Facultad de Filosofía. Cuando Rabossi estudia las transgresiones a CR parece creer que consisten en el rechazo de algunos preceptos canónicos junto con la promoción del cambio o supresión de las facultades de filosofía, al menos tal como fueron diseñadas en el siglo diecinueve. El Canon deflacionado y socrático presentado en estas páginas incorpora muchos de los transgresores a CR y, al menos por esa razón, propicia cambios en las facultades de filosofía. Otro tema es si la comunidad, tantas veces conducida por productores veloces de bienestares breves, va a encontrar conveniente proveer instituciones públicas para meditar, de modo tan moroso, vacilante y poco productivo,28 no sólo sobre asuntos perentorios sino también acerca de asombros impopulares, ideas incorrectas, dilemas inoportunos, cambios imprudentes, obviedades inofensivas, dudas disolventes, ocurrencias vertiginosas; en fin, si va a querer dar lugar a lo que está fuera de lugar. No es seguro, en otras ocasiones no lo hizo. El peligro es mutuo. No está de más recordar que lo que resulta apremiante o importante es relativo a circunstancias que pueden modificarse de modo drástico e inesperado. Incluso un objetivo tan comunitario como discutible, el de la mera sobrevivencia, se beneficia cuando se cuenta con múltiples perspectivas sobre lo que ocurre o puede ocurrir. Aún para financistas, revolucionarios, asalariados, profesionales, políticos, funcionarios, académicos y otros urgidos por el éxito, no sería del todo inútil permitir tales desvaríos a un conjunto estadísticamente controlado de personas raras. Pero esto no es necesariamente una buena noticia para el ejercicio de la filosofía. Cuando Nietzsche creyó que el pueblo tiene necesidad de anormalidades se refería a otra cosa.

Si las disputas filosóficas en torno a la naturaleza de la filosofía son indecidibles, y si no quiere verse esta circunstancia como determinando parte de la naturaleza de la filosofía, sino que se prefiere verla como prueba de la vaciedad de la pregunta por la naturaleza de la filosofía, entonces sólo nos queda el sentido común de “filosofía”, esto es: lo que se pueda inferir, tras indagaciones sociohistóricas, como conjunto de rasgos que caracterizan las prácticas que en cada caso se llamen “filosofía”. Y ninguna de esas prácticas podrá nunca proponer nada mejor. Pero entonces ¿por qué valdría la pena intentar “una manera distinta de pensar la filosofía”, como propone Rabossi al cerrar sus reflexiones? Deberíamos hacer lo que queramos y tal vez alguien crea, post mortem nostram seguramente, que estábamos inaugurando un filosofar diferente. No hay un punto de vista externo a la filosofía para develar la naturaleza de la filosofía. El sentido provisto por el Canon es externo, salvo decisión filosófica.29 Y no hay sólo un tipo de práctica autodenominada filosófica. Al fin, pues, cada práctica decide la cuestión para sí misma, resuelve, de facto al menos, la cuestión normativa. Por otra parte, un modo de imaginar la filosofía que transgreda CR no deja de ser un modo canónico, ya que el canon se infiere de la práctica que surja, cualquiera sea. ¿Será un canon que dé lugar a una profesión? Sólo si rechaza el precepto cero. Pero ¿por qué haría falta constituirse en profesión? ¿Por qué una vida inflexiblemente profesional sería preferible a una vida permanentemente examinada? Si se hace un esfuerzo por contestar estas preguntas se cumple el precepto cero a fin de rechazarlo. Pero si no lo rechaza será una filosofía tan Canónica como cualquiera de las actuales. El aire de familia la alcanzará. La investigación que descubre un canon es sociohistórica, pertenece a la Historia de la filosofía. Para que tenga importancia filosófica se necesita una filosofía que la haga suya, una evaluación racional que eventualmente la acepte y sostenga el canon descubierto. Se requiere pasar de la descripción a la norma, preguntarse, por ejemplo: ¿seremos, precisamente nosotros, canónigos de este canon? o, más brutalmente, ¿qué queremos hacer? Si nos interesa más la filosofía y menos la profesión estaremos de acuerdo: todo canon es el Canon.

Bibliografía

Carpio, A. (1977), El sentido de la historia de la filosofía, Buenos Aires: Eudeba.

Cordero, N. (2008), La invención de la filosofía, Buenos Aires: Biblos.

García Belsunce, E. (1987), “La idea de filosofía en Kant”, Revista Latinoamericana de Filosofía, Vol. XIII, N° 2.

Gutiérrez, C. (1996), “¿Problemas o preguntas?, Cadernos de História e Filosofia da Ciéncia, Série 3, v. 6, n. Especial.

Kant, I. (2007), Crítica de la razón pura, (trad. Caimi, M.), Buenos Aires: Colihue.

Rabossi, E. (2008), En el comienzo Dios creó el Canon. Biblia berolinensis. Ensayos sobre la condición de la filosofía, Buenos Aires: Celtia-Gedisa.

Santa Cruz, M. I. (2003), “Filosofía e historia de la filosofía: una falsa disyuntiva”, en: Nudler, O. y F. Naishtat (2003), El filosofar hoy, Buenos Aires: Biblos.

* Apareció en Análisis Filosófico, Vol. XXX, Nº 1, Buenos Aires, mayo 2010.

1 Forma parte de la arrogancia habitual propalar la sugerencia de que el asunto de los Licenciados y Doctores (y Postdoctores) en Filosofía es tan sublime que ni siquiera ellos, que estudiaron tanto y aprobaron tanto, pueden llamarse filósofos por ese solo ímprobo esfuerzo del que tan pocos han sido capaces.

2 Excluyo de la comparación otras disciplinas o profesiones que no están orientadas prioritariamente a la formación de creencias lingüísticamente expresables.

3 Esto puede verse como la venganza de las ciencias: lograda su independencia de facto por vía de su éxito social terminaron imponiéndose como modelos de práctica profesional genuina.

4 La balcanización del país filosófico ha recibido un detallado tratamiento diferente, que ejemplifica el tipo de abordaje que Rabossi no desea seguir, consistente en la postulación de un sentido para la sucesión de doctrinas y la determinación de este sentido por medio de una indagación trascendental de la posibilidad de esa diversidad doctrinal, búsqueda en la que el replanteo de la idea de verdad tiene un papel central para legitimar las pretensiones de verdad de todas ellas. Cfr. Carpio (1977).

5 Enfocar la filosofía como práctica social efectiva, obviamente entrelazada con otras prácticas sociales, puede dar lugar a reflexiones, inesperadas para muchos, en favor del carácter esencialmente nacional o político de la filosofía. En cualquier caso, conviene atender la observación que Horkheimer hiciera hace setenta años: “Las cosas no son tan simples. Una doctrina filosófica tiene muchos lados, y cada lado puede tener los más diversos efectos históricos. Sólo en períodos históricos excepcionales, como la Ilustración francesa, la filosofía misma se vuelve política”.

6 El modo típico de exponer esa resonancia es el tejido de una trama de oraciones.

7 Produciendo un efecto parecido al que pueden lograr ciertas obras literarias, puestas escénicas o películas: moderar el éxito de las abstracciones. Y, según el tamaño del fracaso, sustituirlas por otras artes (después de todo, hablar no es lo único que podemos hacer).

8 Sobre la idea de problema filosófico, desde una perspectiva gadameriana, véase Gutiérrez (1996). Ese número de esa revista está dedicado al tema e incluye artículos de A. Barrio, S. Cabanchik, F. Naishtat, O. Nudler, O. Porchat Pereira, P. R. Margutti Pinto, C. Scotto y P. Junqueira Smith.

9 La predicción exitosa, marca central de la ciencia, da sensación de seguridad y control. Pero tanto el éxito como la seguridad y el control dependen de los objetivos, peligros y circunstancias que puedan advertirse. En general remiten al corto plazo y al prejuicio.

10 Algunas personas, influidas por pensadores contestatarios de culturas dominantes donde las rigideces hicieron estragos, tienden a sentir alivio cuando creen que, lo que sea, puede cambiar. A partir del alivio ingenuo también tienden a olvidar su responsabilidad y alientan cualquier cambio (por ejemplo: cualquier nuevo producto del complejo escolar-editorial).

11 Esto implica que la razón actúa según principios. El problema está en saber, o resolver, cuáles concurren en cada caso y si pueden ser sustituidos por otros. La razón, como G. Marx, parece tener principios para todos los gustos. La reflexión tendrá que tomar esta apariencia en cuenta.

12 Las críticas que el texto de Rabossi dirige a los preceptos 2, 3, 6 y 7 de CR se enmarcan en las aquí comentadas.

13 Para incorporarlo a CR probablemente baste con completar la primera oración del precepto 7 de esta forma: “Filosofar es estar obligado, por la razón, a defender las ideas que han pasado la prueba de la crítica racional y a indagar los fundamentos racionales de cualquier creencia, regla o acción”.

14 No es posible cuestionarlo todo a la vez. Es por turnos.

15 Uso, como Rabossi, “historia” para referir a la sucesión temporal de acontecimientos humanos, e “Historia” para referir a los relatos de esa sucesión.

16 Cuando abrimos la puerta a la consideración filosófica del pasado surgen sorpresas. Por ejemplo, allí donde Rabossi filosóficamente (“naturalísticamente”) puede ver la constitución de la idea canónica de filosofía, otro puede ver lo ocurrido en el ámbito de la universidad alemana de comienzos del XIX como un esfuerzo de autopreservación de la metafísica de la subjetividad amenazada por la realidad sociohistórica posterior a la revolución burguesa, esto es, por el surgimiento del proletariado. Y, claro, no es todo.

17 Un detallado estudio sobre la posición de Kant acerca de este asunto se presenta en García Belsunce (1987).

18 Para otro examen de este tema véase Santa Cruz (2003). La compilación de la que ese trabajo forma parte reúne otras contribuciones valiosas para la discusión del tema general del presente artículo

19 También otras ocupaciones ofrecen escondites similares (por ejemplo los juegos formales, la asociación libre, la “improvisación brillante”, el resentimiento ensayístico, la representación letrada de profesores actualmente influyentes en ámbitos envidiados del primer mundo). La simulación de la filosofía es proteica.

20 Véase, por ejemplo, Cordero (2008).

21 Es posible que CR esté sesgada por los rasgos peculiares de la filosofía universitaria sudamericana del siglo veinte donde, como ocurre en las comarcas dependientes, los efectos de los cambios metropolitanos tardan en llegar (situación que a veces favorece la independencia, pero a veces no).

22 ¡Dubitare aude!, para mantener con vida la exhortación ilustrada que abrió paso a la filosofía universitaria.

23 Estar dispuesto a cuestionar racionalmente todo es disponerse a perder la calma. La serenidad puede ser meritoria y provenir de la filosofía, la casualidad o la estupidez, pero en ningún caso es filo-sofía. Filosofar es una manera de desear y eso nunca tranquiliza. El entusiasmo, en cambio, incluso la exaltación, son modos de resistir la fruición de cuestionar, maneras de avanzar algún trecho, son compatibles con filosofar. También la tristeza. La aparente calma de algunos filósofos sólo es momentánea y racional indecisión.

24 Al hacer ciencia se atiende un problema procurando hacerlo como lo haría cualquiera. Al filosofar se atiende también a las resonancias personales. Con cada pregunta se plantea la cuestión de quién la hace. Si cuando H pregunta P acepta que la circunstancia de que pregunte P le plantea preguntas (¿quién pregunta?, ¿preguntar? ¿qué es eso?) tan propias de su disciplina, de su preguntar, como lo es P, y acepta la perspectiva de verse conducida hacia vastas perplejidades por el momento “últimas”, entonces actúa como filósofa. No está obligada a ocuparse con las nuevas preguntas antes, o después, de decirse algo, presumiblemente inteligible, en voz alta, sobre P. Salvo que vea ese ocuparse con precisamente esas preguntas, como parte urgente del examen de su propia vida (para otros eso puede sentirse como un excesivo autointerés). La razón filosofante, tal como la entiendo, no consiste en abstraer las circunstancias concretas (psico-socio-históricas) de enunciación de una tesis. Consiste en abstraer algo, porque no todo puede ser cuestionado a la vez, pero no hay límite para lo que no se quiera abstraer, aunque lo haya para lo que se pueda atender.

25 No que hacer ese esfuerzo racional arrojará un resultado claro (es fácil imaginar que no lo hará), sino que sin hacer ese esfuerzo la elección no es racional. Incluso puede ocurrir que, hecho el esfuerzo reflexivo, la elección que siga lleve a pensar que el esfuerzo resulta ahora casi ininteligible, como pasaba con las escaleras de Wittgenstein. La filosofía parece un arte precedido de ciencia.

26 Cfr. nota 13

27 No es que algunas de esas actividades impidan ser sabios, simplemente no constituyen filosofía.

28 La productividad y el éxito son objetivos muy buscados. No es casual el énfasis de la filosofía universitaria en la producción filosófica y, menos aún, la facilidad con que la mide.

29 Decisión que puede ser canónica siendo naturalista, por ejemplo: no hay más comprensión de la naturaleza de la filosofía que la provista por una correcta investigación psico-socio-histórica de ciertas prácticas. O canónica sin ser naturalista, por ejemplo: es parte del concepto de ser humano la capacidad de preguntar y responder dialogando acerca de todas las cosas.

En sayos analíticos

Подняться наверх