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III

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Estas cuatro críticas pueden criticarse. La primera objeción a (2)-(3) supone que hay algún modo diferente de la aplicación de L para determinar la estructura del mundo o de la parte de mundo de la que querríamos hablar en una ocasión de uso informativo de L. Porque (2) y (3) actúan junto con (5) y entonces, socavar (2)-(3) es tanto como abrir la posibilidad de que el mundo “se muestre” reacio a adoptar la estructura que el lenguaje “quiere” imponerle. Pero sólo mediante una determinación de esa estructura mundanal que fuera independiente de L podríamos advertir que la estructura del mundo sobre el que habla el discurso formulado con L no es isomórfica con la estructura del lenguaje L. Pero esto implica negar la tesis (5), no argumentar contra ella. La segunda crítica es un modo de la primera y su réplica consiste en observar que el sostenedor de la tesis (5) pretenderá que la situación descripta: dos estructuras mundanas, no isomórficas, tales que la estructura de L no puede distinguirlas, es compatible con que el metalenguaje en el que se describe la situación sea el que impone la posibilidad de esas dos estructuras no isomórficas, que son extralingüísticas respecto del lenguaje objeto pero intralingüísticas respecto de ese metalenguaje. Y el problema se traslada a la semántica de este metalenguaje planteándose, finalmente, la cuestión de la autoaplicabilidad: cuando el metalenguaje semántico es parte del lenguaje-objeto. Esta cuestión es fundamental en parte porque refleja la circunstancia de que el mismo hablante de un lenguaje cuya semántica pretende aclarar o describir de un modo que le permita adquirir un conocimiento que no tenía y que no es obvio, es quien querrá hablar un metalenguaje para lograr ese propósito.

Hay un supuesto, común a las objeciones examinadas, que también es pasible de discusión: la suposición de que tiene sentido la idea de un significado y/o una referencia determinados por nuestra actividad de construir teorías o discursos con pretensiones de verdad. Pero aquí no entraré directamente en esta discusión. Como corolario de que estas réplicas se acepten se diluyen los motivos expuestos para el rechazo de la tesis (4). Las réplicas se apoyaron en la tesis (5), veamos entonces por qué Klimovsky la rechazó.

La primera crítica planteada a (5) supone que, dado el lenguaje que tenemos y en el que formulamos dicha tesis, podemos también pensar (no sólo decir haber pensado), en ese lenguaje, que puede haber una estructura lingüística que no determine totalmente la estructura del mundo. Pero la tesis (5) pretenderá aplicarse a los conceptos de lenguaje y de mundo que podemos tener cuando tenemos el lenguaje que nos permite formular la tesis (5). Y esos conceptos, sostendrá el defensor, están caracterizados por la tesis (5). De modo que, contra las apariencias, no podemos pensar un lenguaje que la contradiga.

La segunda crítica a (5) parece confundir una afirmación aceptable: “que los elementos e interrelaciones que constituyen la estructura del lenguaje usado deben darse con un grado aceptable de claridad” (Klimovsky, 1984; subrayado mío), con una afirmación criticable: “poseemos la posibilidad de conocer exactamente las reglas y nexos que constituyen el lenguaje” (Klimovsky, 1984; subrayado mío). En efecto, podría sernos imposible conocer exactamente esas reglas y sin embargo podrían existir y guiar nuestra conducta lingüística hacia eso que llamamos conocimiento. Esto es, el conocimiento requiere que el lenguaje esté suficientemente determinado pero no requiere que conozcamos, también, las características de esa determinación. Sin embargo, Klimovsky podría replicar que si alcanzamos algún conocimiento estructural del mundo, esto es, si vamos a seguir admitiendo que algunos de nuestros discursos tienen valor cognoscitivo (y él quiere admitirlo), entonces si, como dice la tesis (5), toda estructura que “encontremos” en el mundo habrá sido impuesta por el lenguaje, los discursos que aceptemos como dando conocimiento estructural del mundo permiten reconstruir de modo suficientemente exacto la estructura de nuestro lenguaje. De modo que, después de todo, debemos poder conocer de modo suficientemente exacto la estructura del lenguaje en que exponemos nuestro conocimiento. Pero la subsiguiente objeción de Klimovsky según la cual esto conduce a un regreso infinito y vicioso depende de la tesis de que sólo mediante un metalenguaje podríamos alcanzar ese conocimiento. Si la razón implícita para sostenerla fuera algo como el teorema de Tarski acerca de la definibilidad del predicado veritativo, eso no parece suficiente para generar un regreso vicioso. Pues de lo que aquí se trata es de la reconstrucción de la estructura sintáctica del lenguaje en que se formula tesis (5). Y hasta allí no llegan los efectos de ese teorema que supone, precisamente, que conocemos la sintaxis del lenguaje objeto. Si el motivo fuera simplemente que hablar de la estructura sintáctica de L requiere hacerlo en cierto L’ del cual tendremos que conocer su estructura sintáctico-semántica, y para ello necesitamos un L’’, etcétera, entonces el problema que Klimovsky señala reside en que cualquier interrupción del regreso contradice la tesis (5) porque implica conceder valor absoluto (no relativo a un lenguaje) al conocimiento de ciertos hechos sintácticos y semánticos. Sin embargo, cualquier interrupción tal podría justificarse relativamente a la adopción acrítica de la estructura lingüística representada trivialmente (‘’Jantipa’’ refiere a ‘Jantipa’ y esta a Jantipa; ‘’x refiere a z’’ refiere a ‘x refiere a z’ y esta se aplica a los casos en que x refiere a z, etc.). Siguiendo este camino ya en el primer paso, no hay regreso alguno.14 Por otra parte, para decir en un metalenguaje cuál es la semántica de un lenguaje L, ese metalenguaje debe tener una semántica en lo esencial parcialmente idéntica a la de L, pues en el metalenguaje deben poder nombrarse, por ejemplo, los objetos o conjuntos de objetos referidos por los nombres propios y comunes de L. Pero ese era, precisamente, parte del problema de establecer la semántica de L.

En este punto podemos considerar que la discusión entró en situación incierta. Si la refutación de (2), buscada por Klimovsky, todavía no se consumó, por lo menos se elevó la posibilidad de un concepto diferente de lenguaje y significado (un concepto semántico) que, por otra parte, parece más afín con el sentido común de los hablantes, tanto en momentos ordinarios como en momentos científicos. Es hora, pues, de considerar la premisa (1), que se presenta como un motivo independiente para sostener (2).

Klimovsky también criticó esa premisa “internalista” entendida como:

[la] tesis según la cual nosotros estamos dentro de estructuras, y por consiguiente dentro de las estructuras podemos hablar acerca de lo que está formando parte de esa estructura, de los elementos de esa estructura. Pero no podemos hablar sobre la estructura misma y la forma porque eso implicaría, de alguna manera, salirse fuera de la estructura (Klimovsky, 1982: p. 83).

Resuena aquí una conocida observación contra la verdad como correspondencia. Podemos identificar independientemente a Jantipa y a Sócrates y luego decir que ella está junto a él. También a las expresiones ‘Jantipa’ y ‘es griega’ y luego decir que están juntas. Pero no podemos identificar inequívocamente el hecho de que Jantipa es griega sin emplear la oración ‘Jantipa es griega’. Por ende, no podemos contemplar “desde fuera” de las oraciones los hechos independientes de las oraciones que pretendemos las verifican. Otro conocido ejemplo está en el Tractatus. Según el cual, Klimovsky señala:

Los objetos están explícitamente mencionados por las palabras y los modos de articulación también están explícitamente representados por modos de articulación de los componentes lingüísticos. Pero […] el isomorfismo entre el lenguaje y el mundo […] trasciende el poder expresivo del lenguaje mismo. […] El lenguaje puede dar cuenta de los hechos del mundo, pero la correspondencia misma de los hechos del mundo y los hechos lingüísticos está fuera de sus posibilidades descriptivas (Klimovsky, 1982: p. 84).15

Al argumento o a la fama de Wittgenstein se unen los célebres resultados de Gödel, Tarski y Church,16 según los cuales el poder expresivo y deductivo de lenguajes con suficiente riqueza expresiva como para representar la aritmética está esencialmente limitado. En particular, dan precisión a la tesis de que hay verdades acerca de una estructura a las que sólo puede accederse desde fuera de ella. Y lleva a creer que lo que puede estar inscripto en la sintaxis de un lenguaje es siempre insuficiente para recobrar todas las verdades expresables en ese lenguaje. En esos lenguajes,

Hay fatalmente proposiciones que son verdaderas desde un punto de vista externo al lenguaje, pero, aún siendo ciertas, el lenguaje no llegaría a poder demostrarlas como verdaderas, verificarlas (Klimovsky, 1982: p. 86).

Pero, siguiendo a Russell, podemos pensar en una jerarquía de lenguajes,

[…] el metalenguaje sí podría hablar acerca de las relaciones que hay entre lenguaje-objeto y mundo, y en particular del isomorfismo y de las reglas semánticas […] y si alguien quiere repetir el argumento de Wittgenstein para el metalenguaje, me voy al meta-metalenguaje así sucesivamente (Klimovsky, 1982: p. 85).

La consecuencia del argumento de Wittgenstein y de los teoremas de limitación no es entonces, como sugiere la tesis (1), la “inefabilidad” de la semántica:

[…] ningún lenguaje, ningún metalenguaje es totalmente exhaustivo, no obstante lo cual, cualquier estructura, cualquier relación y cualquier correspondencia podría sin embargo ser pasible de ser descripta por un lenguaje de la jerarquía (Klimovsky, 1982: pp. 85-86).

Una cosa es afirmar que hay problemas de los cuales no se podrá hablar nunca, y otra es reconocer que no hay lenguaje que plantee y solucione todos los problemas pero que todos los problemas son atacables desde algún lenguaje (Klimovsky, 1982: p. 86).

Como se ve, esta es la posición que Hintikka ha venido defendiendo desde los años ochenta17 en una serie de trabajos, propios y en colaboración, encaminados a desacreditar el punto de vista universalista sobre el lenguaje asociado con la tesis (1), y en favor de un enfoque del lenguaje inspirado en la teoría de modelos que, siguiendo a Van Heijenoort,18 llama “del lenguaje como cálculo”.19

Según esto, dada cualquier expresión E1, es posible dar su significado de manera no trivial, en particular asignarle algunas reglas semánticas, mediante otra expresión E2, en otro lenguaje eventualmente de mayor poder expresivo que aquel al que E1 pertenece. Por otro lado, si se dieran todos los significados de las expresiones de un lenguaje utilizando ese mismo lenguaje, sólo el significado de una parte de sus expresiones tendría que darse de modo trivial. Pero ninguna expresión particular estaría condenada a sufrir este tratamiento “trivializador”. Por tanto, incluso dentro de L, la semántica de L no es inefable ni trivial, sólo es “inagotable” en L.

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