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II

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Su rechazo de (2) y (3) consistió, en primer lugar, en señalar que es legítimo construir diversos significados de ‘significado’ según cuáles objetivos teóricos se tengan. Y cuando el objetivo es estudiar la ciencia, actividad que “tiene por objeto transmitir o brindar información acerca del mundo, entonces el significado que interesa es el semántico y no el interno” (Klimovsky, 1984: p. 95). El significado en este sentido queda determinado por la vigencia de reglas semánticas que “conectan las unidades (y grupos de unidades) [del lenguaje] con entidades y situaciones extralingüísticas” (Klimovsky, 1984: p. 94). En segundo lugar, acudiendo al teorema de Löwenheim-Skolem, señaló que la mera estructura sintáctica de una teoría expresada en un lenguaje de primer orden12 no es capaz de determinar el significado o contenido intuitivo de los conceptos que utilizamos en nuestras teorías (por ejemplo la aritmética) aun cuando pudiera recuperar como teoremas todas las verdades que nos interesan del ámbito estudiado. Esto es, pueden recuperarse sintácticamente esas verdades sin mantener la isomorfía entre la estructura del lenguaje y la estructura de la realidad considerada mediante ese lenguaje y sin fijar siquiera un dominio particular de objetos.13 Hallando en esto una razón adicional para legitimar un concepto de significado que dependa no sólo de la estructura sintáctica sino también de la determinación de la estructura referencial asociada. Esto implica la negación de la tesis (4). Desde luego también abre la cuestión de cómo sino mediante un L* se determinará ese nexo entre el lenguaje L y el mundo efectivo. Y el caso filosóficamente más importante se da cuando L = L* o L* ⊆ L.

Respecto de (5) sostuvo dos críticas. La primera: si la tesis no es falsa entonces es verdadera sólo relativamente al lenguaje en el que se la formula, pero entonces para “rechazarla” o, al menos, para no tenerla, bastaría con cambiar a un lenguaje en el que fuera falsa, esto es, uno cuya estructura impusiera esa falsedad. La segunda: para que una estructura lingüística provea un discurso con valor cognoscitivo, este discurso debe estar suficientemente determinado (no sujeto a obvias ambigüedades o contradicciones). “Esto quiere decir que los elementos e interrelaciones que constituyen la estructura del lenguaje usado deben darse con un grado aceptable de claridad. […] Pero esta exigencia implica que poseemos la posibilidad de conocer exactamente las reglas y nexos que constituyen el lenguaje” (Klimovsky, 1984: p. 97). Según la tesis (5), ese conocimiento de las reglas del lenguaje L en que se formula la tesis (5) debe ser relativo a un metalenguaje. Pero, bajo la presión de la tesis (1), esto conduce a un regreso que impide alcanzar el ahora indispensable conocimiento de la estructura de L (requerido para justificar el deseo de conocer el mundo).

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