Читать книгу En sayos analíticos - Alberto Moretti - Страница 21
IV
ОглавлениеPero preguntemos, tal como hicieron otros en situación parecida,20 ¿en qué lenguaje decimos que para todo lenguaje L, existe un lenguaje L* en el que se define su semántica? Tendrá que ser un lenguaje con el que se puede entender todo lenguaje y describir su semántica. Para poder definir, mediante L*, la semántica de un lenguaje L, L* tiene que poder definir la estructura-mundo con la que se relaciona L. Simplifiquémosla con el par ordenado 〈{objetos},{relaciones}〉. Entonces las expresiones de L* tienen que tener cierta relación con esa estructura, que debe presuponerse. Así pues, la respuesta a la última pregunta es: cuando decimos que para cada L existe un L* en el que se define la semántica de L, estamos utilizando un lenguaje L que permite hablar de todo lenguaje al punto de permitir definir sus relaciones con el mundo. Pero entonces ese L debe poder definir sus propias relaciones y propiedades semánticas, algo que, según las interpretaciones ortodoxas del trabajo de Tarski es imposible o, en el mejor de los casos, da lugar a una explicitación parcial y trivial (“analítica” y, por tanto, internamente inmodificable). Y, desde luego, ese es el lenguaje del que principalmente nos interesará hablar, porque es un lenguaje en el que estamos intentando explicar el significado en general. La cuestión empeora si mantenemos una concepción holista radical del significado. Otra vez, entonces, no hemos podido refutar la tesis que nos ocupa, la tesis (1). Y esta tesis se ofrecía como apoyo independiente para sostener la tesis (2). Continuamos en impasse.
Y, sin embargo, Klimovsky estaba en lo cierto en su conflicto con cierto tipo de sintacticistas, aunque, me parece, hay otro tipo de esa especie que puede escapar a sus objeciones. Más adelante recordaré una frase incidental en su texto de 1984 a fin de sugerir que él podría estar de acuerdo con (algo de) lo que diré a continuación. Creo que la idea de la constitución sintáctica del significado como conceptualmente previa o suficiente para la determinación del significado deriva de una lectura apresurada de las sistematizaciones carnapianas.21 El establecimiento de los sistemas sintácticos es un modo ascético de representar la práctica comunitaria de los intercambios lingüísticos, práctica que incluye la aplicación de criterios de corrección (lo cual supone un grado de reflexión, guiada por fines más o menos explícitos, de los practicantes sobre su práctica) con especial énfasis en los intercambios calificables como informativos. Las estructuras sintácticas así caracterizadas no son el lugar originario de la constitución del lenguaje y los significados, lugar sobre el que luego sería optativo colocar nexos con algo que pudiera llamarse “lo extralingüístico”. Sólo es el lugar epistemológicamente inicial para adquirir un concepto mínimo de lenguaje y significado, por cuanto está poco cargado de conceptos y tesis ontológicas destacadas. Pero la generación práctica de las reglas sintácticas es conceptualmente simultánea con la generación práctica de reglas semánticas, porque el lenguaje se constituye en la interrelación entre la comunidad de personas y las cosas con sus relaciones (entendiendo por personas, cosas, comunidad y relaciones, en esta aproximación fenoménica, lo que cualquier hablante entiende cuando se expone a esas palabras). Una imagen global como esta es la que aparece a cualquier hablante por su mera competencia lingüística. Para clarificar la idea de lenguaje22 conviene empezar por esta imagen y no, por ejemplo, por la idea de un sujeto cartesiano-husserliano que tiene que constituir un mundo natural y un mundo moral, o por la idea de un mundo dentro del cual hay objetos especiales que hablan, o por la idea de una entidad abstracta, el lenguaje, que pugna por manifestarse en el ámbito sublunar.
Así vista, la estructura 〈{oraciones de L},⊢〉 no es una definición ex nihilo de un lenguaje sino una hipótesis sobre la conducta de habla de una comunidad, o una representación de lo que hace posible ese comportamiento lingüístico.23 Pero esa conducta normada que llamamos “hablar un lenguaje” ya supone interacciones personales y con cosas relacionadas entre sí, por ende supone una “semántica” que habrá de quedar inscripta en la sintaxis. Las estructuras sintácticas explicitadas, que indican elementos básicos y restricciones que determinan su uso posible, resultan un modo de exhibir la manera en que se habla. El modo como se usen, por ejemplo ‘Jantipa’ y ‘es griega’, se presenta en la estructura sintáctica caracterizado por restricciones diferenciales que se pretende enunciar diciendo, por ejemplo, que ‘Jantipa’ es un nombre que refiere a un objeto y que ‘es griega’ es un predicado que refiere a un concepto. Variables como ‘x’ o ‘G’ están restringidas para ser reemplazadas, respectivamente, por lo que llamamos nombres y predicados. Así, cada reemplazo correcto muestra sin decir lo que si pudiera ser dicho se diría de este modo: esa expresión es un nombre, refiere a un objeto, o es un predicado y refiere a un concepto. Y los tipos de variables ocupan la función que una pretendida teoría semántica otorgaría a predicados como ‘es un objeto’ o ‘es un concepto’.
Detenerse en esa caracterización mínima de la práctica lingüística permite, por una parte, acentuar la independencia de, o postergar, la descripción de la estructura-mundo, por ejemplo del par <{objetos},{relaciones}>. Algo deseable dado que una descripción del mundo depende no sólo del mundo sino también de las personas hablantes, esto es, depende parcialmente de la estructura lingüística con la que se quiere representarla,24 y estamos interesados en ver cuánto de la práctica lingüística, cuánto de las estructuras que esa práctica determina, puede aprehenderse sin depender de alguna tesis muy definida sobre la presunta estructura del mundo. Y hace lugar, por otra parte, a la posibilidad de que nuestra práctica lingüística (en particular la cognoscitiva) no sea suficiente para aprehender una única estructura extralingüística. Esto es, otorga la posibilidad, entrevista en las tesis (1) y (5), de que nuestro conocimiento no determine un único mundo posible. Esta perspectiva, parcialmente sintacticista, remite al abordaje “trivializante” con que empezamos estas consideraciones. Y este abordaje, vimos, tienta a internarse en terrenos muy poco naturalistas. Tentación en la que Klimovsky, seguramente, no habría caído. Porque, en líneas generales, este privilegio aparente de la mera sintaxis puede verse, o bien como la eliminación de conceptos problemáticos como los conceptos semánticos, preservando su núcleo clarificador de una manera compatible con el naturalismo, o bien como la reubicación en un nivel trascendental de la reflexión sobre la semántica de cualquier lenguaje. Algo de esto me gustaría entender cuando Klimovsky dice:
Las reglas que estructuran el lenguaje involucran ambos tipos de reglas [sintácticas y semánticas] (a las que habría que añadir –quizás en un sentido más esencial aún– las reglas pragmáticas que constituyen los actos del habla […]) (Klimovsky, 1984: p. 94; subrayado mío).25
Bibliografía
Black, M. (1946), “Russell’s Philosophy of Language”, en: Schilpp, P. (ed.), The Philosophy of Bertrand Russell, Evanston: Northwestern University.
Carnap, R. (1938), “Foundations of Logic and Mathematics”, en: Neurath, O., Carnap, R. y C. Morris (eds.), International Encyclopedia of Unified Science, Vol. I, Chicago: The University of Chicago Press.
Hintikka, J. (1997), Lingua Universalis vs. Calculus Ratiocinator, Dordrecht: Kluwer.
Klimovsky, G. (1982), “Metalenguaje, jerarquía de lenguajes”, Revista Cuadernos del Psicoanálisis, 12 (2), Buenos Aires; reimpreso en: Klimovsky, G. (2004), Epistemología y Psicoanálisis, Volumen I, Buenos Aires: Ediciones Biebel, pp. 71-90.
—. (1984), “Significación, lenguaje y metalenguaje”, en Psicoanálisis (APdeBA), N° 1, Buenos Aires, 1984, reimpreso en: Klimovsky, G. (2004), Epistemología y Psicoanálisis, Volumen I, Buenos Aires: Ediciones Biebel, pp. 91-99.
van Heijenoort, J. (1967), “Logic as Calculus and Logic as Language”, Synthese, 17, pp. 324-330.
* Es una comunicación leída en noviembre de 2009 durante un simposio en homenaje a Gregorio Klimovsky (1922-2009), en las XX Jornadas de Epistemología e Historia de la Ciencia, organizadas por la Escuela de Filosofía de la Universidad Nacional de Córdoba. Apareció después en Análisis Filosófico, Vol. XXXI, Nº 1, Buenos Aires, mayo 2011.
1 Sobre todo si la explicación incluyese como componente no trivial un procedimiento sistemático para generar todas esas casi-trivialidades.
2 Porque pueden contribuir a consolidar cierto modo de comportarse lingüísticamente. En particular, “trivialidades” vinculadas con palabras semánticas como ‘refiere’ o ‘es verdadera’ gravitarán en el afianzamiento o modificación del aspecto normativo de esa práctica. Por otra parte, las “reglas semánticas” han de formar un sistema y el sistema no tendrá el mismo grado de “evidencia”, ni el intento de explicitarlo el mismo grado de “trivialidad”, que algunos de sus componentes (cfr., por ejemplo, las semánticas tarskianas). Además, que una explicitación de la semántica de L tenga peso en la conformación de la práctica de hablar acerca del mundo muestra que contribuye a ver (el lenguaje y el mundo), y eso permitiría decir, con algo de etimología, que tiene cierto tipo de valor teórico.
3 Esta referencia a la práctica no implica un convencionalismo contingente acerca de la estructura abstracta de los lenguajes históricos.
4 Hay un sentido común para el cual tenemos pruebas (ya excesivas) de que la mente/cerebro progresa en su autoconocimiento. Pero si resultara que el sentido importante de ‘comprensión lingüística’ no determinase hecho o ente alguno (por ejemplo porque su función fuese la de propiciar la experiencia de la posibilidad de un hecho o de una enunciación, y esta posibilidad no fuese algo en el mundo), resultaría también que esta primera y equívoca aparición del comprender, en términos de hechos, explicaría la tendencia a elaborar discursos con pretensiones de verdad acerca de las condiciones de significación. Discursos que, al tiempo que contribuyesen a facilitar nuestros intercambios, obstaculizarían la advertencia de aquella posibilidad y su poder constituyente del sujeto hablante, del lenguaje y del mundo.
5 No habrá que confundir este tipo de condición necesaria “constituyente” con otro tipo de condiciones necesarias del hablar, como la presencia de oxígeno en la atmósfera.
6 Para algunos, el interés de abordar el habla de este modo estará ligado con que tal tarea involucre la elaboración y examen de conjeturas alternativas acerca de cuáles enunciados pueden aproximarnos mejor a una caracterización o manejo correctos de la sintaxis. Conjeturas que incluso permitan desbaratar como pseudoproblemas algunas preguntas filosóficas (como hizo Russell con la cuestión de la subsistencia de los objetos meramente posibles). Lo que otros llamarían: construcción de teorías semánticas alternativas.
7 ¿Qué status tienen esas “observaciones”? Decir que hay usos oracionales que son pseudoenunciados (por ejemplo: ‘Sócrates cae bajo el ser griego’) o que hay palabras que son pseudonombres de conceptos (por ejemplo: ‘x es verdadera’) ¿es realizar uno de esos usos o es una afirmación teórica? Si es lo segundo entonces forma parte de una teoría semántica. Si no lo es, al enunciar esa oración, más que creer algo lo que hacemos es dejar de creer algo y retirar la idea de creencia para entender lo que sigue a la comprensión de esos usos. Pero ¿por qué no es lo segundo? Si luego de entenderla creemos que no hay que usar la noción de creencia para entender lo que hacemos al aceptarla, ¿por qué diríamos que no es un enunciado teórico o con pretensiones de verdad? Y parece más difícil dejar de usarla que empezar a creer que no deberíamos usarla.
8 Como continuidad de ese estado reflexivo pueden redactarse textos teóricos para representarlo o textos poéticos para invocarlo. Variaciones del fracaso.
9 Lo que sigue es una modificación del argumento examinado en Klimovsky (1982).
10 El uso efectivo de las estructuras sintácticas puede describirse sin apelar explícitamente a “relaciones semánticas”, y esta descripción puede permitir inferencias hacia usos posibles de esas estructuras sin recurrir tampoco a esas relaciones.
11 Klimovsky (1984).
12 Dado que ese teorema no vale en órdenes superiores, es de suponer que la incompleción de la lógica de segundo orden le parecía suficiente razón para privilegiar los lenguajes de primer orden.
13 Es de suponer también que la sola posibilidad de permutaciones en el dominio de discurso que preservan el conjunto de oraciones verdaderas manteniendo isomorfía le habría parecido suficiente motivo, en nombre de los significados intuitivos, para rechazar el enfoque sintacticista.
14 Más que regresos ominosos, lo que en estos asuntos preocupa y atrae son los círculos, posiblemente viciosos, que aspiran a ser iluminadores y se arriesgan a la sencilla futilidad. (¿O eran sutiles espirales vistas desde abajo?).
15 Klimovsky manifiesta cierto desconcierto ante esta tesis (la primera frase elidida en la cita anterior es “Wittgenstein agrega algo extraordinario, y es que”) y la inmediata posibilidad de la jerarquía de lenguajes refuerza su impresión. Se sentiría menos perplejo quien insistiese en que entender un decir algo no es decir su significado, es ver, tener o apropiarse de su significado. Entender P no es decir qué significa P, sino “experienciar” tanto su significado como que significa. “Experienciar” que P significa hace posible entender qué significa. Qué significa presupone que significa, que es posible su significado. Pero no como dudosa inferencia desde la comprensión de P hasta algo que fuese aquello que hace posible esa comprensión, ni siquiera como inferencia desde la comprensión de P hasta la posibilidad de comprender P, sino como el que comprender P muestra que P es comprensible. Por supuesto, para muchos, esto sólo es la sustitución de una perplejidad por otra mayor.
16 Puede tratarse de una asociación ilícita producto de una semejanza superficial entre diferentes casos de limitación expresiva que sugiere, discutiblemente, que la idea de jerarquía de lenguajes brinda una solución común. Si para alcanzar los resultados citados se necesita pasar a un afuera del sistema, es dudoso que esos resultados brinden apoyo a la tesis de que no hay un afuera de cierto sistema notablemente abarcador.
17 Posición cuyo origen contemporáneo se sitúa, seguramente, en la introducción que Russell escribiera en 1921 para el Tractatus. Una de cuyas fuentes pudo haber sido la sencilla pregunta: ¿cómo pueden verse en la práctica de habla, e inscribirse luego en la propia sintaxis, las condiciones de uso significativo (o siquiera ver que ha de haber condiciones tales) de un modo que impida decir lo que se ve? Claro que Wittgenstein creyó ver, y dijo, que todo esto es producto de una horrenda incomprensión de su pensamiento.
18 Van Heijenoort (1967).
19 La oposición entre ambos enfoques del lenguaje aparece en: Hintikka, J., “Semantics: A revolt against Frege”, en: Floistadt (ed.), Contemporary Philosophy. A New Survey, Vol. I, M. Nijhoff, 1981. El rechazo de la inefabilidad de la semántica a favor de su inexhaustibilidad aparece en: Hintikka, J., “Is truth Ineffable?”, en: Scardona (ed.), Les Formes Actuelles du Vrai: Entretiens de Palermo, Palermo, 1989. Estos, junto con otros artículos sobre el tema (posteriores a 1984) se compilan en Hintikka (1997).
20 Cfr. Black (1946).
21 Cfr. Carnap (1938).
22 Especialmente cuando el lenguaje es lugar inicial de la reflexión filosófica y, por tanto, no se considera sobre la base de alguna posición filosófica previamente explicitada.
23 Un modo “semántico” de aproximarse a este enfoque lo ofrecería una caracterización conjuntística de las condiciones de verdad de las oraciones que sólo otorgara una función instrumental a los axiomas sobre términos singulares y predicados.
24 Esto no implica que los entes o los hechos que se reconozcan en el mundo sean de naturaleza lingüística o estén constituidos por el lenguaje. Es compatible con eso pero, al respecto, sólo implica que sin la posesión de (cierto) lenguaje no podría creerse que existen. Implica tal vez, si se quiere hablar así, que la aparición de un mundo como totalidad (por ejemplo, de hechos) está constituida por el lenguaje como totalidad.
25 Hace veinticinco años Klimovsky me dio una copia de este artículo, autografiado con su segura caligrafía. Si él hubiese sido más propenso a escribir y difundir sus ideas, o yo no fuera tan reacio a la lectura, no habría demorado tanto en saber que pensaba estas cosas de las que he hablado. Y tal vez habríamos iniciado una bella conversación. Pero he llegado tarde. Un ejemplo menor de lo que hemos perdido.