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VOLVIENDO A LA POLÍTICA
ОглавлениеSigamos ahora con el examen de las diferencias que hay entre las tres dimensiones clásicas de la política. Hemos de entender que no se trata de tres acciones separadas; la acción más amplia, la política, engloba la estratégica, la cual no vale nada si no engloba a su vez la táctica. La estrategia es anterior a la táctica; esta incluye el desarrollo, frente al adversario, de la estrategia.
El teórico de la estrategia Hervé Coutau-Bégarie publicó una compilación de las teorías clásicas sobre el tema.11 Según este autor, la dualidad táctica/estrategia surgió en el siglo XVIII. El militar y escritor prusiano Dietrich von Bülow (hermano del general Friedrich Wilhelm Freiherr von Bülow, que fue gran adversario de Napoleón) las había definido así en 1799: «Denomino estrategia los movimientos de guerra de dos ejércitos fuera del círculo visual recíproco o, si se quiere, fuera del alcance del cañón. La ciencia de los movimientos que se hacen en presencia del enemigo, de manera de poder ser visto y alcanzado por su artillería, esta ciencia, es la táctica».12 Napoleón, por su parte, había precisado que «en el campo de batalla, la inspiración sólo es, las más de las veces, una reminiscencia».13 Por supuesto, esta reminiscencia se fundamenta en el trabajo previo de disposición de una estrategia, la cual impone anticipar los posibles movimientos tácticos del adversario (incluso antes de conocer su estrategia) y las respuestas eventuales a dar.
Veamos otras definiciones de estrategia. En 1778, el marqués de Silva había definido la estrategia como «la ciencia propia de lo general; ella enseña a formar los proyectos de las operaciones, y a emplear bien y a combinar todos los medios que le proporcionan las diferentes ramas de la táctica».14 El archiduque Carlos (militar austríaco, contemporáneo y rival de Napoleón, a quien no hay que confundir con el rival de Felipe de Borbón en la guerra de sucesión española) definió en 1818 la estrategia como «la ciencia de la guerra: ella esboza los planes, comprende y determina la marcha de las empresas militares, es propiamente hablando la ciencia de los generales en jefe». Y el general suizo Antoine-Henri Jomini, que sirvió en Francia y en Rusia y que es considerado como el teórico de la guerra napoleónica, la definió como «el arte de hacer la guerra sobre el mapa, de comprender todo el teatro de la guerra». Para él, la estrategia fija los fines a conseguir y la dirección que hay que tomar, mientras que la táctica se ocupa de la ejecución. Si la estrategia es el arte de concebir, la táctica es la ciencia de la ejecución. Jomini concluye así: «La táctica es el combate y la estrategia es toda la guerra antes del combate».15
Frente a esta dualidad bien articulada, a la política le queda como cometido principal la designación del adversario. Hemos de tener en cuenta que, según los clásicos, la guerra impone la dualidad: en el combate solo hay dos enemigos; un tercero eventual queda disuelto en el mismo momento en que estallan las hostilidades, puesto que se ve obligado a tomar partido. De ahí se deduce una de las condiciones de la táctica, que parte siempre de una simplificación de la situación, que se encuentra producida por la presencia misma de los dos enemigos uno a la vista del otro.
Concluyamos con Sunzi (o Sun Tzu), autor de uno de los libros más influyentes para la ciencia militar: El arte de la guerra (escrito en el siglo V a. C.). Sun Tzu establece bien que la estrategia siempre es secreta: forma parte de toda la preparación bélica. En consecuencia, el trabajo de espionaje tiene como objetivo descifrar la estrategia del adversario. La política se desarrolla en el terreno de lo inconsciente: ni el propio político entiende totalmente el sentido de su acción; sus consecuencias son impredecibles, incalculables, incluso imposibles. La estrategia parte de las condiciones particulares del terreno, de la información que se tiene de las fuerzas y la estrategia del adversario, de lo que se sabe de las capacidades de la fuerza propia (ahí entra el valor estratégico de la verdad: engañarse es un error estratégico). A diferencia de esta, entonces, la táctica es visible, y esta visibilidad misma tiene como tal un valor estratégico. Dice así Sun Tzu: «la mejor disposición de fuerzas es aquella que no se puede ver; así los espías no la podrán descubrir y los expertos no podrán preparar su estrategia. Basándome en la disposición de las fuerzas del enemigo establezco mi estrategia y obtengo la victoria, pero las masas no lo pueden comprender. Así, todo el mundo ve las tácticas a través de las cuales he obtenido la victoria, pero nadie ve la estrategia. Nunca se pueden ganar dos batallas de la misma manera; es necesario adaptar la disposición de las fuerzas a la multitud de las circunstancias».16