Читать книгу Déspotas, tiranos y otros hijos de puta - Benjamín Troyse - Страница 15

Es considerado el último de los conquistadores nómadas turcomongoles; se le ha llegado a comparar con Alejandro Magno debido a sus conquistas. A pesar de no saber leer ni escribir, Tamerlán fue un gran conocedor de historia y astronomía, y un amante de la música —tocaba la cítara—. Pero lo que lo convirtió en el líder y héroe de su pueblo fue el ataque de grupos islámicos originarios de lo que hoy es Afganistán. Fue un gran estratega, reconocido por la generosidad que tuvo con sus hombres y por sus triunfos en batalla.

Sin embargo, tras la muerte de su hija, Tamerlán se transformó y desarrolló una sed de sangre insaciable. Al conquistar Isfahan, hizo matar a siete mil de sus habitantes; una masacre similar se llevó a cabo después, durante la batalla de Bagdad. Asesinó a los cien mil prisioneros que había capturado en la campaña de la India; pero nada se comparó con la masacre de Delhi, en la que la catástrofe que él mismo había ocasionado le obligó a decir: «Yo no quería que pasara esto». En 1404 se preparó para ir a China, pero murió en el trayecto.

Una leyenda contaba que una maldición caería sobre aquellos que profanaran su tumba. El 22 de junio de 1941, un equipo ruso exhumó su cuerpo y se comprobó que era cojo, tal como lo indicaba su sobrenombre, Timur Lang —Tamerlán—, que significa «Timur el cojo». Desde su época hasta la actualidad, se le aprecia como un héroe en su tierra. Hoy, en la ciudad de Samarcanda, se puede visitar su mausoleo y ver varios monumentos construidos en su memoria. En su honor, Händel escribió la ópera homónima.