Читать книгу Déspotas, tiranos y otros hijos de puta - Benjamín Troyse - Страница 20

Fue el primer gobernante ruso en recibir el título de zar —variante de César—, que significa «hombre que no rinde tributo a nadie». Lo coronaron a los tres años de edad, pero fue su madre quien gobernó hasta 1538, año en el que fue asesinada. Desde joven, Iván se hizo temer y respetar. Tenía apenas trece años cuando mandó matar a un enemigo con una jauría hambrienta. Al crecer, el zar se ensañó contra la nobleza que lo había humillado de niño, y mató a miles azotándolos, empalándolos o asándolos vivos.

A Iván se le atribuye el haber conformado gran parte de la actual Rusia —en aquel entonces, Moscovia—. Entre otras hazañas, Iván el Terrible conquistó Siberia, derrotando a los kanes mongoles y tártaros de Kazán y Astracán. Sin embargo, su carácter empeoró con el tiempo, lo cual se atribuye al consumo de mercurio para tratar la sífilis. Fue tan iracundo que en un arranque de furia mató a bastonazos a su hijo, heredero al trono.

Con el paso del tiempo ejerció el poder mediante el terror que impuso con su policía política, la opríchnina. Esta cabalgaba en caballos negros, usando ropa del mismo color y una escoba en cuya punta había una cabeza de perro, lo que simbolizaba el barrido del país para limpiarlo y tenerlo bajo constante vigilancia.

Su legado fue la ruina económica de Rusia, a consecuencia de la guerra que mantuvo durante veinticinco años contra Lituania, Suecia, Polonia y Livonia. A pesar de su crueldad despiadada, a principios de la primera década de este siglo surgió un movimiento que propuso la santificación de Iván el Terrible; no obstante, este enfrentó la oposición de la Iglesia ortodoxa rusa.