Читать книгу Déspotas, tiranos y otros hijos de puta - Benjamín Troyse - Страница 22

Kösem, su madre, gobernó «entre bambalinas» durante los primeros años de su imperio. Se cuenta que desde la infancia lo indujo a la lujuria, animándolo al amor homosexual. Además, le sembró el odio, convirtiéndolo en un asesino —sobre todo de mujeres—. Era decidido y físicamente dotado.

Ascendió al poder a los once años, justo después del destronamiento de su tío Mustafa, quien había dejado al Imperio otomano en un completo desorden social y político. Trabajó con mano dura para restablecer la autoridad y ser conocido como uno de los sultanes más importantes de Turquía, y consiguió ganar respeto con su desempeño como comandante militar. Pero, después de la batalla de Bagdad en 1638, con aproximadamente treinta mil bajas de soldados y treinta mil civiles, perdió el control establecido y la credibilidad de quienes lo admiraban.

A veces se disfrazaba de campesino y, en compañía de su verdugo, vagaba de incógnito por las calles para realizar inspecciones. Cuando encontraba a algún «alborotador», daba la orden de asesinarlo y se daba el lujo de elegir el instrumento con el que sería ejecutado y de colgar los cadáveres en las esquinas de las calles. En los primeros años de su reinado, las ejecuciones se justificaban por la evidente culpa de sus víctimas. No obstante, más tarde fueron el resultado de nada más que capricho. Su crueldad se hizo legendaria: en cinco años ejecutó a veinticinco mil personas, aproximadamente. Murió de cirrosis hepática a los veintiocho años.