Читать книгу Amarillo - Blanca Alexander - Страница 20

*** El sol se había ocultado. Lleno de impotencia, Milton entró a la mansión y fue directo al salón principal, donde se sentó junto a la chimenea. El ama de llaves acudió a su llamada.

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—Matilde, ve a la bodega de vino y trae una botella de las más añejas.

La mujer salió deprisa para cumplir con la orden. Siempre había un aire de arrogancia en los gestos y la voz del amo, pero en esa ocasión también percibió algo de preocupación en él.

Solo cuando el ama de llaves se alejó, Milton se fijó en que no estaba solo en el salón. Saludó con frialdad a Diora, sin quitar la mirada del doctor Cavini. Ella notó el embriagante olor a vino que despedía su esposo, así que se apresuró a presentarlos con una sonrisa de oreja a oreja, tratando de ocultar su nerviosismo.

—Darío ha venido a traer unos presentes del difunto doctor Rubén Cavini para nuestros hijos y para mí.

—¿Está de visita en la ciudad, caballero? ¿O piensa quedarse por un tiempo?

—Me quedaré una temporada, vine a compartir mis conocimientos con los doctores de la región. Me seleccionaron luego de una solicitud de apoyo hecha por el alcalde Lender a las autoridades de Dracaena, ciudad donde resido.

—Me parece muy bien que preste servicio en Río Dulce, ahora más que nunca necesitamos zuneses que cumplan con su trabajo. Lo es, ¿cierto?

—Sí, nací en Iriguay, ya que mis padres vivían allí en aquella época, pero crecí y me eduqué en Minsdan.

—¡Minsdan! ¡Vaya! El lugar más rico del reino, mejor dicho, de Nirvenia. Claro, luego de que el señor de Minsdan, Nathan Hilldawyn, le ganara al heredero de la ciudad de Verenasi la mitad de sus minas en una apuesta. Nada noble por parte de los nobles, ¿no cree?

—Sin duda fue un error de Thiago Magkiston. No solo perdió casi toda su herencia, también llevó a su familia al borde de la ruina.

Matilde llegó con la botella de vino y comenzó a servir. Milton le ofreció a Darío, quien se negó, así que el dueño de la casa le dio el primer sorbo a su copa.

—Es cierto, pero a pesar del error de su hijo, Zeck Magkiston es un zorro viejo que ha sabido arreglárselas para continuar como uno de los hombres más influyentes del mundo. No en vano es la mano derecha del rey. —Bebió lo que quedaba en la copa y luego la llenó otra vez.

—Milton, creo que podemos pasar a la mesa.

—¿Dónde está Marcus? —preguntó, ignorando lo que Diora acababa de decir.

—¡Padre! —Al escuchar su nombre, Marcus descendió sin demora las escaleras, vestía un traje nuevo de tonos claros—. Me estaba preguntando si llegarías a tiempo para la cena.

—Doctor, ¿ya conoció a Marcus? Mi hijo, mi orgullo y el futuro comandante de Zuneve. No puedo explicar cuán talentoso y especial es. —Posó su mano sobre la espalda de Marcus, de pie a su lado—. Nació para la grandeza, sin duda.

—Milton, estás bebiendo muy rápido y no has comido nada —musitó Diora.

—¡Solo estoy presumiendo de mi hijo, mujer! ¡Déjame hacerlo en paz!

—Tiene dos hijos maravillosos, comandante. —Darío miró a su alrededor, quería romper la tensión que se había originado.

—Bueno… Sebastián tiene una gran habilidad para escaparse de mis manos. —Vertió vino en su copa una vez más—. Estoy preocupado por él, no se adapta y es un soñador, este mundo destroza a los soñadores.

—Sebastián es un niño muy especial, con gran inteligencia y corazón. Su único pecado es no ser como su padre espera que sea. —Diora lo miró con acritud.

Milton saboreó la última gota de vino y se limpió la boca con la manga del uniforme militar, conformado por camisa y pantalón azul marino

—Sebastián es un malcriado, un consentido. Es débil, igual que Matías, ¿¡acaso no te das cuenta!? ¡Correrá el mismo destino!

Era evidente que el estado de embriaguez de Milton había avanzado.

—¡No mereces a nuestros hijos!

—¡Estás hablándole al comandante del Ejército de Zuneve! ¡Podría hacer que te arrestaran por lo que acabas de decir! —Milton se puso de pie frente a Diora de forma amenazante.

—No lo harás, serías incapaz de soportar el escándalo que eso generaría. ¡Eres un cobarde!

Milton levantó la mano para golpearla, pero Marcus lo empujó, así que el hombre resbaló y cayó. Intentó levantarse sin éxito, así que siguió hablando desde el suelo:

—¡Todo es mentira, todo es una mentira!

—¡Matilde, trae las gotas de dormir! ¡El señor debe descansar!

La mujer se asomó a la estancia, dio una mirada para entender lo que sucedía y corrió para obedecer la orden de Diora. Mientras tanto, Marcus miraba conmocionado al comandante.

—Lo siento, padre...

—¡Yo no tuve la culpa de lo que le ocurrió a Matías! ¡No tuve la culpa! ¡No tuve la culpa! ¡No tuve la culpa! —Milton no paraba de gritar entre lágrimas.

Matilde llegó con un pequeño frasco que entregó a Diora, quien se valió de un gotero para dejar caer el líquido incoloro en la boca de Milton. De inmediato, el señor Tyles se quedó dormido sin dejar de musitar que estaba libre de culpa.

La familia, la criada y el invitado permanecieron en silencio durante unos instantes, sin saber cómo reaccionar. La tensión del momento fue interrumpida por Kike, quien irrumpió en el salón con Sebastián en sus brazos.

—¡Señora, el niño está inconsciente! ¡Lo encontré así en el jardín!

—¡Por el Santo! ¡Mi hijo!

—Llévelo a su habitación, lo examinaré.

—Kike, sigue las instrucciones del doctor y luego regresa para que lleves a Milton a su recámara, por favor.

—Enseguida, señora.

Sebastián fue llevado arriba. Luego de corroborar que estaba en perfectas condiciones y que debían esperar que despertara para saber qué había ocurrido, Diora, Darío y Marcus bajaron a la sala, mientras conversaban en voz baja sobre el verdadero motivo que llevaba al doctor a la mansión. En ese momento, Kike se había encargado de llevar a Milton a su recámara para que descansara.

—¡No esperaré hasta mañana para saber por qué puedo ver brujas y me atacan sombras en medio del bosque!

—Solo fue una sugerencia, mi amor. Me pareció que lo ocurrido esta noche con tu padre y hermano resultaría abrumador para ti.

—Padre bebe de esa manera desde que tengo memoria y el doctor Darío aseguró que Sebastián estará bien, así que no hay impedimento. —Se arrellanó en el sillón—. Soy todo oídos, señor Cavini.

Darío asintió con la cabeza y respiró profundo antes de tomar asiento.

—En los días posteriores a la muerte de mi padre, encontré en su caja fuerte un libro con hojas amarillentas escritas a mano; sobre este reposaba una nota que decía: “Entrégale esto a Diora, debe saber la verdad”. El libro es el diario del ser celestial del cual descienden ustedes.

Extrajo el ejemplar encuadernado en cuero desgastado de su maletín negro y lo entregó a Marcus, quien lo sostuvo entre sus manos con asombro.

—Mi padre nunca reveló cómo llegó a sus manos, deduzco que tu abuela se lo entregó para que lo ocultara. De ser así, desconozco sus motivos.

Marcus miró a Diora y luego el libro.

—Tardaré mucho en comprender lo que dice aquí, doctor.

—¿Por qué?

—Desde pequeño me resulta muy difícil leer, en mi cabeza el orden de las palabras y las letras se alteran. Cuando mi padre se enteró de que esto no tiene cura, exigió que lo mantuviera en secreto. —Lucía apenado—. Pocas personas lo saben.

—Entiendo. No sientas vergüenza, esa condición se llama dislexia y es más común de lo que piensas.

Diora acarició la mano de Marcus y lo miró con pesar.

—¿Lo ves, amor mío? Es lo mismo que te he dicho millones de veces. Como veo que no me has hecho caso, te ruego que escuches al doctor Cavini.

Marcus frunció el entrecejo y la miró con expresión cortante para ocultar la vergüenza que le originaba exponer aquello que consideraba un defecto.

—Ya, entiendo, pero no estamos reunidos aquí para hablar de eso. Todavía espero respuestas.

Diora respiró profundo, resignada.

—Doctor, ¿podría comentarle con brevedad el contenido, como hizo conmigo? Después Marcus leerá este diario con detenimiento.

—Por supuesto. Como comenté, lo leí de arriba abajo al menos un centenar de veces… Es muy importante que sepas que el diario no presenta fechas, eso hace imposible precisar el momento en que fue escrito.

Marcus escuchaba atento.

—Kurt es el nombre del ser sobrenatural del cual desciendes, pertenece a una raza celestial llamada caballeros de luz. Mucho tiempo atrás, él y otros dos caballeros de luz vinieron a la Tierra para recobrar una esfera que contenía un gran poder del universo, había sido robada de su lugar de origen por un ser malvado y poderoso llamado Xirus. Una vez en nuestro mundo, se hicieron pasar por humanos para hallarlo. En ese período Kurt se enamoró de una humana que conoció mientras compraba frutas, leerás detalles de su encuentro más adelante. En el diario, se refiere a ella como “mi lucero” y dice que quedó prendado de su belleza y la amó… se amaron. Su romance fue secreto, pues quebrantaba todas las reglas.

»Tiempo después, los caballeros de luz hallaron a Xirus, se había aliado con Satro, un mago oscuro que era líder y miembro más poderoso de una secta de hechiceros corrompida. Satro hechizó a Xirus para que fuera más poderoso, pero esto no fue suficiente. Kurt y sus hermanos, como los llama en el diario, lucharon contra él. Cuando Xirus yacía en el suelo malherido, le arrebataron la esfera y la resguardaron de inmediato. Sin embargo, justo antes de propinarle la estocada mortal, experimentaron malestares. Solo en ese momento se dieron cuenta de que la espada que Xirus utilizó contra ellos contenía cenizas de serpiente, una sustancia de alta toxicidad para los caballeros de luz cuando no presentan su forma celestial. El veneno disminuyó sus fuerzas, los paralizó y, por último, los convirtió en piedra. Kurt asegura que se experimenta mucho dolor en el proceso.

»En ese momento, no pudieran actuar y se transformaron en piedra. Poco después, Kurt despertó con sabor a miel en su boca, la mujer que amaba estaba a su lado. La humana a quien tu ancestro llamaba mi lucero, acudió al lugar del enfrentamiento y lo rescató. No le fue fácil, tuvo que atar la estatua a su caballo y llevarla ante una bruja, quien dio con el antídoto; gracias a eso, Kurt regresó a la normalidad. Al indagar sobre el destino de sus hermanos, la humana aseguró que no estaban en el campo de batalla cuando lo encontró. Kurt retornó allí en múltiples ocasiones, pero jamás halló siquiera una pista sobre su paradero. Experimentó culpa y mucho dolor por este hecho.

»Poco tiempo después, descubrió que era incapaz de volver a su forma real, estaba condenado al estado terrenal. Creyó que era un castigo por enamorarse de una humana, así que su dolor y culpa incrementaron, esto lo repite en el diario. luego contrajo matrimonio con la mujer que amaba y formaron una familia, pero una parte de su alma estaba muerta, jamás se perdonó lo que había ocurrido.

»En las últimas líneas del diario escribe que no le quedaban fuerzas para seguir plasmando en papel sus memorias, esperaba su muerte con ansias.

—Entonces los caballeros de luz son ángeles. —Marcus estaba desconectado de la sentida narración del doctor Cavini.

—¡No! Aunque ambos son seres celestiales y sus funciones tienen algunas similitudes, los caballeros de luz no son ángeles. Los ángeles permanecen en el mismo lugar a la espera de órdenes para desplazarse entre las naciones, mientras los caballeros de luz se encuentran repartidos en las naciones a la espera de recibir llamados para reunirse y cumplir misiones. Otra diferencia es que los ángeles poseen alas y armaduras doradas, mientras que los caballeros de luz pueden volar sin ellas y usan armaduras blancas. En el diario, Kurt también menciona que los ángeles no son tan hermosos como muchos creen, algunos poseen hasta cinco ojos. Además, asegura que su especie es más atractiva y se desempeña mejor en la música. Es más, acabo de recordar algo muy importante que debes tener en cuenta: la música es vital para los caballeros de luz, es una especie de alimento que incrementa sus fuerzas y los traslada a un estado puro que les permite ver las situaciones con claridad.

—Suena como si los caballeros de luz y los ángeles no se agradaran del todo, pero tienen que soportarse porque son familia.

—Eso fue lo mismo que pensé. —Darío sonrió con timidez.

—Veamos, es mucha información… por dónde debería empezar… ¿Qué… qué ocurrió con la esfera?

—Uno de sus hermanos la tenía cuando comenzaron a convertirse en piedra, así que corrió el mismo destino.

—¿El diario habla sobre seres mágicos que desean dañarnos?

Darío miró a Diora brevemente antes de contestar:

—Satro, el líder de los magos oscuros, convenció a parte de su comunidad de que los hombres de sangre celestial serían una amenaza para ellos, esa es la razón de que los descendientes de Kurt hayan mantenido un perfil bajo. Esos descendientes son ustedes.

—¿Y cuántos somos?

—El diario menciona que Kurt tuvo un hijo, pero no aparece su nombre. Tal vez fue un trastatarabuelo tuyo.

—¿Y por qué mi abuela no mencionó esta historia si tenía el diario con ella? Hay mucho de esto que carece de sentido.

—Me gustaría decirte que tengo las respuestas a tus preguntas, pero no es así. No conocí a tu abuela.

—Tal vez mi madre nunca leyó el diario porque no quería saber sobre el caballero de luz y se lo entregó al doctor Rubén para que lo alejara de nosotras.

Marcus estaba muy lejos de sentirse convencido con la teoría de Diora; sin embargo, decidió ignorar ese detalle por el momento.

—¿Qué… qué significa ser descendiente de un caballero de luz? Es decir… por lo que me han contado hasta ahora, los magos, brujos y hechiceros hacen cosas sobrenaturales, pero ¿y nosotros? ¿Tenemos algún… don o habilidad? Me siento muy normal.

—Comprende a qué te refieres. —Darío lo miró con atención—. Los caballeros de luz son guerreros natos, poseen grandes destrezas físicas. Por lo que he escuchado sobre ti, dominas disciplinas deportivas a la perfección, incluso sin dedicarles largas horas de entrenamiento… También he oído que tus lesiones sanan con rapidez.

—¿Cómo sabe que sano con rapidez?

Darío se quedó sin palabras, pero Diora se apresuró a intervenir:

—Se lo dije cuando nos quedamos a solas.

—Sí… sí, tu madre lo comentó hace poco.

Marcus respiró profundo.

—Si estas criaturas son guerreros… deben tener armas, ¿no?

—Kurt menciona las armas que utilizan, son forjadas en lugares sagrados; sin embargo, en la Tierra hay algunas suyas. Al parecer, las enterró junto a su armadura, aunque no precisó lugar.

Marcus, decepcionado, colocó el diario sobre la mesa antes de levantarse.

—Si no existe amenaza alguna ni poseemos poderes, ¿para qué quiero saber más sobre esto? Tal vez el diario es solo una historia escrita por alguien con imaginación, no deberíamos darle mucha importancia. Iré a descansar.

Mientras el apuesto joven se dirigía hacia las escaleras, tres palabras escaparon de la boca de Darío:

—¡Las rocas Hardo!

—¿Qué?

Diora hizo gestos de querer callarlo con la mirada, pero la ignoró.

—¿Qué dijo? —Marcus se volvió hacia él.

—Esas son las rocas Hardo. —Darío señaló los tres cristales que reposaban sobre la repisa de la chimenea—. O son muy similares a la descripción que Kurt da de ellas. Podríamos hacer una prueba y averiguarlo.

—¿De qué habla este hombre, madre?

La mujer permaneció en silencio.

—Las rocas Hardo son una de las armas características de los caballeros de luz, se trata de tres rocas indestructibles con funciones diferentes. —Darío tomó el libro para buscar la página en que Kurt las mencionaba—. ¡Aquí esta! “Las rocas Hardo fueron creadas con parte de la misma esencia que formó a los caballeros de luz, para que su poder solo pudiera ser activado cuando las empuñara alguien de mi raza”.

De pronto, un recuerdo invadió la mente de Marcus. Siendo un niño, había derribado por accidente las rocas y las levantó para regresarlas a su lugar.

—No lo sé, en alguna oportunidad toqué los cristales y nada extraño ocurrió.

—Necesitas la bendición de un caballero de luz mayor que tú para usarlas.

—Entonces jamás lo sabremos.

—El diario solo dice que el caballero de luz debe ser mayor que tú, no menciona un nombre.

Marcus y el doctor Cavini miraron a Diora al mismo tiempo.

—¡No, eso no tiene ningún sentido! Yo debo contar con la bendición para bendecir, ¿no creen? Nadie me la ha dado.

—Solo es cuestión de intentarlo…

—¡Es absurdo, Darío!

Marcus tomó los cristales y se acercó a su madre.

—¿Qué hacemos ahora?

—Envuélvelas con ambas manos… Diora debe rodear tus manos entre las suyas… —El doctor Cavini no perdía de vista el texto sobre el ritual de bendición.

—¡No pondré un arma en las manos de mi hijo!

—Madre, en unos meses tendré muchas armas en mis manos. Seré militar, ¿recuerdas?

—¡No necesitas esto! —La mujer dejó escapar un lamento—. Ese mundo sobrenatural solo te llevará hacia la desgracia, ¡no lo permitiré!

—¿En qué te basas para asegurar eso?

—¿Acaso has olvidado las leyes del Abba? ¿Has oído lo que ocurre con los hombres a quienes descubren practicando hechicería? No solo los encierran de por vida, también escuché que los torturan hasta que ruegan que los maten. El Abba dice que los dioses paganos solo traen desgracias, abrirles la puerta es dar la bienvenida a la muerte. ¡Existen fuerzas a quienes no debemos molestar!

Marcus ladeó la cabeza con un suspiro y recogió hacia atrás los mechones de su cabello que jugueteaban cerca de su frente.

—No conozco mucho al respecto, madre, pero creo que esto no está relacionado con la hechicería. ¿O me equivoco, señor Cavini?

—No, no te equivocas. Kurt escribió que los magos y los caballeros de luz son razas diferentes; por ende, sus habilidades son distintas.

—¡El Abba no se detendrá ante ningún tecnicismo! ¡Ustedes lo saben!

—¡Madre, por favor! Solo intentémoslo. Si resulta cierto, seré cauteloso, lo prometo.

—¡No lo haré!

—No lo entiendo, madre. Primero dices que apoyaste de forma incondicional a tu amigo al descubrir que era un mago, ahora…

—¡Y no le hizo bien estudiar la magia! ¡Lo cambió por completo!

—¡Es mi decisión, madre!

—Y esta es la mía.

Marcus, furioso, guardó las rocas en su bolsillo y abandonó el salón para dirigirse a su habitación sin añadir otra palabra.

Diora miró con ira a Darío.

—¡No perdonaré lo que acabas de hacer! ¡Se iba a olvidar de todo esto y tú lo frenaste!

—Jamás será un hombre completo si ignora parte de sí mismo.

—Ahora entiendo… nunca fue tu plan alejar a Marcus de ese mundo, solo fingiste estar de acuerdo conmigo para que te permitiera acercarte a él y meterle cosas en la cabeza, cosas en las que no dejará de insistir.

—Tengo derecho a estar cerca de Marcus.

—Solo sal de mi casa, no quiero verte. Por ahora, no tienes permitido estar cerca de él, mucho menos hablarle.

Darío extrajo una pequeña tarjeta de su saco y la colocó encima de uno de los muebles.

—Este es el número del hotel donde me hospedaré hasta que encuentre un lugar para vivir.

Amarillo

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