Читать книгу Sueño En El Pabellón Rojo - Cao Xueqin - Страница 25
Capítulo XXII
ОглавлениеUna canción revela a Baoyu verdades arcanas.
Las adivinanzas de los faroles abruman a Jia Zheng
con sus malos augurios.
Habiéndole dicho Xifeng que quería hablar con él, Jia Lian detuvo sus pasos y le preguntó de qué se trataba.
—El día veintiuno de esta luna es el aniversario de Baochai —dijo Xifeng—. ¿Qué piensas hacer para celebrarlo?
—¿Por qué me preguntas a mí? —replicó él—. Tú has organizado celebraciones de aniversario mucho más grandes. ¿No te puedes hacer cargo de ésta?
—Los aniversarios importantes tienen reglas estrictas, pero éste, sin llegar a ser una minucia, carece de relevancia. Por eso te he pedido consejo.
Jia Lian agachó la cabeza y meditó unos momentos antes de responder.
—Te estás volviendo torpe —contestó por fin—. Hay un precedente en el cumpleaños de Daiyu. Basta con que organices una celebración idéntica.
—Eso ya se me había ocurrido —Xifeng dibujó una sonrisa burlona—, pero ayer me dijo la Anciana Dama que Baochai cumple este año los quince, y, a pesar de que no sea un número de los que se celebren con gran boato, es la edad en que las muchachas empiezan a llevar una horquilla en el pelo [1] . Si la Anciana Dama quiere celebrar de manera especial el aniversario de Baochai, habrá de ser distinto al de Daiyu.
—Bueno, pues celébralo con más lujo.
—Eso es lo que había pensado, pero he querido consultarte para que luego no me acuses de haber organizado algo especial sin tu consentimiento.
—¡Vaya! —exclamó Jia Lian—. ¿Y a qué se debe esa súbita muestra de consideración? ¿Acusarte yo a ti de algo? ¡Ya tengo bastante con que tú no me encuentres en falta!
Dicho lo cual partió, pero adónde no es asunto que nos concierna.
Volvamos a Xiangyun. Ya llevaba varios días en la mansión Rong y había llegado el momento de volver a casa, pero la Anciana Dama le instó a quedarse para celebrar el aniversario de Baochai y asistir a la representación de óperas. Como accediera, Xiangyun mandó traer de su casa, como regalo para su prima, dos piezas de bordado que ella misma había confeccionado.
La verdad era que la conducta ponderada y complaciente que Baochai había mostrado desde su llegada había ganado el corazón de la Anciana Dama, y ésta, para celebrar el primer aniversario de la muchacha en la casa, había entregado a Xifeng veinte taeles de su propio cofre para que los gastara en organizar un banquete y una ópera.
Xifeng había bromeado al respecto diciendo:
—Cuando una abuela desea celebrar el cumpleaños de algún nieto, todo boato es poco. ¿Quiénes somos nosotros para protestar? ¿Así que tendremos ópera y banquete? Pues si quiere una gran celebración, señora, tendrá que pagarla usted de su bolsillo en lugar de agasajar a la muchacha con estos veinte taeles mohosos. No pretenderá que yo ponga el resto… Bien estaría si usted no pudiera permitirse el gasto, pero sus cofres rebosan de lingotes de oro y plata de todos los tamaños y formas, y tanto peso los está desfondando mientras usted sigue empeñándose en desplumarnos a nosotros. ¿Acaso no somos todos hijos suyos? ¿O es que Baoyu será el único que lleve los ilustres despojos de su abuela a la montaña Wutai [2] ? ¿Por eso lo guarda todo para él? Aunque los demás no estemos a su altura, no nos trate tan mal. ¿De verdad piensa que veinte taeles es dinero suficiente para organizar un banquete o una ópera?
El comentario de Xifeng provocó la hilaridad de todos los presentes.
—¡Vaya lengua! —exclamó la Anciana Dama entre risas—. Nadie puede decir de mí que sea muda, pero no me puedo comparar con semejante mono parlanchín. Ni a tu suegra se le ocurriría discutir conmigo, y en cambio tú me devuelves golpe por golpe.
—A mi suegra se le cae la baba con Baoyu, igual que a usted —replicó Xifeng con su mejor sonrisa—, de modo que no tengo quien se ponga de parte mía. Y encima usted me presenta como una arpía.
Estas palabras desataron las carcajadas de la Anciana Dama y acabaron de ponerla del mejor humor.
Aquella noche, cuando la familia ya había presentado sus respetos a la señora de la casa y todos se habían retirado a charlar un rato, la anciana preguntó a Baochai cuáles eran sus platos favoritos y las óperas que más le agradaban. Conociendo la predilección que la Anciana Dama sentía por los espectáculos animados y las comidas dulces y blandas, Baochai presentó ambos gustos como propios, lo que acrecentó el deleite de la anciana. Al día siguiente, a primera hora, hizo enviar a la muchacha como regalo ropa y algunos objetos curiosos. La dama Wang, Xifeng, Daiyu y las demás también le hicieron llegar sus presentes. Cada uno era acorde con el rango de quien lo enviaba, pero no procede enumerarlos detalladamente.
El día vigesimoprimero fue instalado en el patio de la Anciana Dama un pequeño tablado. Había sido contratada una compañía cuyo repertorio contenía tanto obras de la escuela Kunqu como de la escuela Yiyang [3] . En el salón fueron instaladas las mesas para el banquete familiar, al que no fue invitado ningún extraño a la casa, exceptuando a la tía Xue, a Xiangyun y a la propia Baochai.
Aquella mañana, al no encontrar a Daiyu, Baoyu fue a buscarla y la halló acurrucada en el kang.
—Vamos a desayunar —le dijo—. El espectáculo empezará enseguida. Dime qué ópera quieres que representen y la pediré para ti.
Pero Daiyu sonrió con desdén.
—Ya que hablas tanto, contrata una compañía que represente mis óperas favoritas en vez de proponer que aproveche la fiesta de aniversario de otra persona para contemplarlas.
—No hay problema. Mañana mismo contrataremos una para que los demás aprovechen la tuya.
Y diciendo esto, le dio un tirón de la manga para levantarla y se fueron juntos cogidos de la mano.
Acabado el desayuno, llegó el momento de elegir las obras que debían ser representadas. La Anciana Dama llamó a Baochai para que propusiera su selección. Al principio la muchacha declinó el honor pero luego, por complacer a la anciana, señaló una escena de Peregrinación al Oeste. Luego le tocó el turno a Xifeng que, conocedora también del gusto de la dueña de la casa por las comedias y farsas, eligió Liu Er empeña su ropa, con lo cual aumentó todavía más el buen humor de la Anciana Dama.
Daiyu declinó hacer su selección, y cedió su turno a la dama Wang y a la tía Xue, pero la Anciana Dama le dijo:
—Os he hecho venir para celebrar un día que ha sido pensado especialmente para vosotras, las jóvenes, de manera que haz tu selección sin preocuparte por tus tías. Este espectáculo y este banquete no han sido organizados para ellas. Ya les hacemos suficiente favor permitiéndoles asistir a las representaciones y comer gratis. Pero no dejaremos que seleccionen ni una pieza.
Todos celebraron el comentario y entonces Daiyu eligió una pieza. Lo mismo hicieron Baoyu, Xiangyun, las tres Primaveras y Li Wan. Las obras se fueron representando en el mismo orden en el que habían sido solicitadas.
Cuando el banquete estuvo dispuesto, la Anciana Dama pidió a Baochai que eligiese una pieza más, y ésta pidió El monje borracho.
—Siempre eliges piezas fuertes —objetó Baoyu.
—Si no reconoces su calidad, has estado viendo óperas en vano todos estos años —replicó Baochai—. Además de ser un gran espectáculo tiene unos versos magníficos.
—Nunca me han gustado los espectáculos bulliciosos.
—Considerando ésta como un simple espectáculo bullicioso demuestras lo poco que sabes de ópera. Deja que te explique. Se compone de una serie de arias muy conmovedoras compuestas sobre el aire norteño de Dian Jiang Chun [4] , que es una excelente melodía. En cuanto a los versos, imitan los de Ji Sheng Cao, que son magníficos, como sabrás.
Ante tal elogio, Baoyu se acercó a ella y le pidió al oído que se los recitara.
Baochai recitó:
Se han secado las lágrimas del héroe,
y atrás quedó el hogar del ermitaño.
Por tu divina gracia he recibido
la tonsura bajo el Altar del Loto [5] ,
pero permanecer aquí no es mi destino
y hoy mismo abandono el monasterio.
Desnudo me marcho, sin ataduras.
Deseo dejar el convento
ataviado sólo con hojas de palmera
y cubierto con sombrero de bambú.
A donde me lleve la suerte voy
con mis sandalias de paja
y mi quebrado tazón de mendigo.
Tanto le gustó a Baoyu el poema que fue marcando el ritmo con pequeños golpes sobre la rodilla mientras asentía admirado con la cabeza, como elocuente homenaje al recitado y la erudición de Baochai.
—Tranquilízate —le dijo Daiyu—. Todavía no hemos visto El monje borracho y ya estás tú representando El general finge estar loco.
El comentario de Daiyu provocó la risa de Xiangyun.
Siguieron viendo óperas hasta la caída del sol, cuando la Anciana Dama hizo que le fueran presentadas dos actrices, una que hacía el papel de heroína y otra el de payaso, que le habían caído en gracia. Al verlas de cerca le parecieron aún más encantadoras. Los reunidos se maravillaron al saber que la heroína tenía sólo once años y el payaso nueve. La anciana las recompensó con unos platos especiales y dos sartas de monedas más.
—Cuando esa niña está maquillada es la viva imagen de alguien que se encuentra entre nosotros —comentó Xifeng—. ¿Nadie ha notado el parecido?
Baochai supo a quién se estaba refiriendo, pero se limitó a sonreír. También Baoyu lo había adivinado, pero no se atrevió a hablar.
Xiangyun, sin embargo, sí lo dijo:
—¡Ya lo sé! Es idéntica a la prima Daiyu.
La mirada que le lanzó Baoyu llegó demasiado tarde. Al señalarlo Xiangyun, todas se percataron del parecido y lo celebraron entre risas. Al rato se dispersaron.
Aquella noche, mientras se desvestía, Xiangyun ordenó a Cuilü que empaquetara sus cosas.
—¿Por qué tanta prisa? —preguntó la doncella—. Ya haremos el equipaje cuando llegue la hora de partir.
—Nos vamos mañana bien temprano. ¿Para qué quedarnos aquí soportando miradas torvas?
Baoyu, que había oído la conversación, acudió inmediatamente y le tomó la mano.
—No me has entendido, querida prima. Daiyu es muy sensible. Si los demás no señalamos el parecido entre la actriz y ella fue por no disgustarla. ¿Cómo no iba a molestarle tu abrupto comentario? Te miré para advertirte que no hirieses sus sentimientos. Es injusto y desagradecido que te molestes conmigo. Si se hubiese tratado de cualquier otra persona no me habría importado.
Xiangyun lo apartó indignada con un gesto de la mano.
—No trates de enredarme con tus zalamerías. Yo no soy como tu prima Daiyu. Cuando las demás se burlan de ella no ocurre nada, pero yo ni siquiera la puedo mencionar. Ella es una gran señorita y yo una esclava, ¿cómo me iba a atrever a ofenderla?
—Sólo pensaba en ti cuando te miré, pero tú has interpretado mal mi gesto —insistió Baoyu desesperado—. ¡Que me convierta en polvo ahora mismo y que diez mil pies me pisoteen si mi intención fue ofenderte!
—Deja de decir tonterías después del Año Nuevo, y si las tienes que decir hazlo delante de esas mezquinas criaturas tan sensibles a las ofensas y tan hábiles para hacer de ti lo que quieran. ¡No me obligues a escupirte!
Dicho lo cual se fue al cuarto interior de la Anciana Dama y se echó furiosa sobre un kang.
Ante la actitud poco comprensiva de Xiangyun, Baoyu salió en busca de Daiyu, pero apenas hubo puesto un pie en su cuarto ella lo sacó afuera a empellones y cerró la puerta. Confundido, la llamó en voz baja a través de la ventana:
—Prima querida.
Pero Daiyu no le hizo ningún caso.
Entonces él, abatido y desconsolado, inclinó la cabeza en silencio. Xiren supo que sería imposible consolarlo en aquel momento. Y allí seguía, parado como un idiota, cuando Daiyu abrió la puerta pensando que ya se había marchado. Viéndolo allí todavía, no tuvo coraje para volver a cerrar y regresó a acurrucarse en su cama; él la siguió.
—Siempre hay una razón para todo —dijo Baoyu—. Si explicaras las cosas, la gente no se sentiría tan herida. ¿Qué te ha molestado de pronto?
—¡Valiente pregunta! —contestó Daiyu con una risita fría—. Yo tampoco lo sé. Parece que sólo sirvo de hazmerreír. ¡Compararme con una actriz! ¡Exponerme a las risas de todo el mundo!
—¿Pero por qué te enfadas conmigo? No fui yo quien hizo la comparación, y tampoco me reí.
—¡Sólo hubiera faltado eso! Pero sin haberte reído ni haber hecho tú mismo la comparación, tu actitud me ha dolido más que la de cualquier otro.
Baoyu, que no supo cómo defenderse de la acusación, permaneció callado.
—No me habría molestado tanto si no le hubieras lanzado esa mirada a Xiangyun —continuó Daiyu—. ¿Qué querías decirle? ¿Acaso que gastándome ese tipo de bromas lo único que hacía era rebajarse y envilecerse ella misma? Ella es hija de una casa noble; yo no soy nadie. Si yo hubiera contestado a su broma, ¿no se hubiera visto degradada? ¿No era eso lo que le querías decir? ¡Qué amable por tu parte! Lástima que ella no apreciara tu consideración y montara en cólera. Y encima, para congraciarte con ella, me llamaste a mí mezquina y susceptible. ¿Y temías que ella me ofendiera? ¿Pero a ti qué te importa que yo me moleste con ella, o que ella me ofenda?
Baoyu comprendió que la muchacha había escuchado su conversación con Xiangyun. Su intención había sido evitar roces entre ambas, pero había fracasado en su empeño y ahora ambas arremetían contra él. Eso le recordó un pasaje de Zhuangzi:
Los que se pretenden hábiles trabajan duramente hasta agotarse; las preocupaciones consumen a los que se creen sabios. Pero aquellos que no están dotados de ningún talento no albergan ambición alguna: disfrutan de su alimento y van errantes sin dirección fija, como barcas a la deriva.
Y otro que decía:
Los árboles de las montañas son los primeros en ser cortados, las aguas cristalinas son las primeras en ser bebidas.
Cuanto más pensaba en ello, peor se sentía. «Si ahora con unas cuantas personas no consigo resolver los problemas, ¿qué se puede esperar de mí en el futuro?», pensaba. Pero no quiso seguir adelante con sus reflexiones y emprendió el regreso a su cuarto.
Daiyu, al ver la cara que ponía y el silencio en el que se empeñaba, comprendió que se sentía muy abatido. Pero eso no hizo sino enfurecerla más.
—¡Vete! —grito—. ¡Vete y no regreses! ¡No vuelvas a dirigirme la palabra!
Baoyu la ignoró completamente. Ya en su cuarto se tumbó sobre la cama y clavó la mirada en el techo. Aunque sabía lo que había ocurrido, Xiren no se atrevió a mencionarlo e intentó distraer a su señor hablando de otra cosa.
—La representación de hoy dará lugar a muchas más —vaticinó—. Seguro que la señorita Baochai devuelve el agasajo.
—¡Y a mí qué más me da si lo devuelve o no! —gruñó dándose la vuelta; un gesto insólito en él, por cierto.
—¿Qué manera de hablar es ésa? En pleno principio de Año Nuevo, mientras todas las damas y señoritas están disfrutando, ¿cómo es posible que usted esté de tan mal humor?
—No me importa si están disfrutando o no.
—Pero si ellas son tan consideradas las unas con la otras, ¿no debería serlo usted también? ¿No sería mejor para todos?
—¿Para todos? ¡Que ellas se muestren consideración unas a otras, que yo «me marcho desnudo, sin ataduras»!
Unas lágrimas surcaron sus mejillas. Xiren las vio y no quiso decir más.
Meditando sobre el sentido de ese verso, Baoyu se puso a sollozar. Súbitamente se incorporó, fue a su escritorio, tomó un pincel y escribió este gatha [6] :
Si tú me pruebas, si yo te pruebo;
si mente y corazón ponemos a prueba;
si ya nada queda por probar,
llegaremos a la prueba verdadera.
Cuando las pruebas se hayan acabado,
mis pies encontrarán reposo.
Temeroso de que los otros no pudiesen desentrañar el sentido, añadió en el margen izquierdo del papel otro poema escrito con el ritmo del Ji Sheng Cao. Cuando terminó de leer el resultado se fue a dormir sintiendo el corazón libre de estorbos.
Ahora bien, poco después de la abrupta partida de Baoyu llegó Daiyu con la excusa de ver a Xiren, aunque en realidad lo que pretendía era comprobar el estado de ánimo del muchacho. Cuando le dijeron que él ya dormía se dispuso a volver a su cuarto, pero Xiren le dijo con una sonrisa:
—Espere un minuto, señorita, el señor ha escrito algo que tal vez le gustaría leer.
Tomó silenciosamente el gatha y la canción de Baoyu y los entregó a Daiyu; la muchacha comprendió que habían sido escritos en un momento de irritación, y se sintió conmovida y divertida a la vez.
—Es una bagatela, un pequeño entretenimiento del que no hay que sacar ninguna consecuencia —dijo a la doncella mientras se guardaba el trozo de papel, que se llevó consigo.
Al día siguiente se lo enseñó a Xiangyun y a Baochai. Baochai leyó en voz alta el segundo poema, que decía:
En el principio no había «yo» ni «tú»,
¿por qué te inquietas si ella no entiende?
Libre he venido, libre me voy.
La incertidumbre y el júbilo
no tienen sentido para mí;
próximo o lejano,
tampoco me abruma el parentesco.
¿De qué han servido mis desvelos de antaño?
Hoy comprendo su futilidad.
Cuando hubo terminado, pasó a leer el primero y luego se echó a reír.
—¡Ahora es un iluminado! La culpa es mía, por haberle recitado esa canción. Las paradojas Chati [7] y todos esos misticismos taoístas son propicios para apartar a la gente de sus inclinaciones naturales. Si empieza a hablar en serio de todas esas tonterías, y acaba obsesionado, yo seré la responsable.
Acto seguido rompió los poemas en mil pedazos y ordenó a sus doncellas que los arrojaran al fuego inmediatamente.
—No era necesario romperlos —dijo Daiyu con una sonrisa—. Venid conmigo, voy a hacerle algunas preguntas. Os garantizo que le quitaré de la cabeza esas insensateces.
Y las tres muchachas se fueron juntas al cuarto de Baoyu. Daiyu tomó la palabra:
—Atiende, Baoyu. Bao significa «lo más valioso», y Yu «lo más sólido». Pero ¿de qué manera eres tú lo más sólido o lo más valioso?
Baoyu no supo qué responder, y las muchachas se dieron a aplaudir y reír.
—¿Y este obtuso muchacho quiere jugar a la metafísica?
Daiyu continuó:
—Los dos últimos versos de tu poema están bien:
Cuando las pruebas se hayan acabado,
mis pies encontrarán reposo.
»Pero me parece que le falta algo; déjame añadir dos versos más:
Cuando no haya donde reposar los pies,
ése será el más puro y mejor estado.
—Sí, ahora es cuando se entiende —intervino Baochai—. En los viejos tiempos, cuando el sexto patriarca Huineng de la Secta Meridional viajó a Shaozhou en busca de un maestro, supo que el quinto patriarca Hongren estaba en el monasterio del monte Huangmei, y consiguió un trabajo de cocinero en ese lugar, El quinto patriarca, buscando un sucesor, ordenó a cada uno de sus monjes componer un gatha. Shenxiu, su discípulo mayor, recitó:
El cuerpo es un árbol de Bodhi [8] ,
el espíritu un espejo brillante.
Mantenlos pulidos y limpios,
que el polvo allí nunca se pose.
»Huineng, que lo oyó desde la cocina mientras descascarillaba arroz, comentó: “Muy bien, pero necesitaría redondearse”. Y recitó:
Ningún árbol es el de Bodhi,
no existe el espejo brillante.
Nada es lo que aparenta ser.
¿Dónde podría amontonarse el polvo?
»Entonces el quinto patriarca le entregó su manto y su escudilla. A tu poema le ocurre lo que al gatha del discípulo Shenxiu. Los últimos versos no lo daban por concluido. ¿Se va a quedar así la cosa?
—Fuiste derrotado al no responder inmediatamente —dijo Daiyu—. Aunque ahora respondieses, carecería de valor. No volverás a hablar del Chan. Sabes menos del asunto que nosotras y, sin embargo, te atreves a la práctica de la doctrina.
Baoyu, que de hecho creyó por un momento haber alcanzado la iluminación, se sintió derrotado por Daiyu y por Baochai, de quien nunca hubiera supuesto el conocimiento de los versos budistas que le había recitado, y pensó: «Ellas conocen mejor que yo estos pensamientos, y sin embargo no han alcanzado la iluminación. ¿Por qué inquietarme por estos asuntos?». Y entonces dijo con una carcajada:
—No me interesa la metafísica. Sólo escribía para divertirme.
Y los cuatro hicieron las paces.
En ese momento vinieron a anunciarles la llegada de una adivinanza que la concubina imperial había enviado inscrita en un farol para que todos intentaran resolverla, y que además había de servir como modelo para que cada uno ideara una nueva adivinanza y la enviase a palacio.
Los cuatro echaron a correr a los aposentos de la Anciana Dama, donde encontraron a un joven eunuco con un farol de gasa blanca de forma cúbica, especial para adivinanzas [9] . Sobre una de sus caras figuraba ya colgado el acertijo. Todos se arremolinaron en torno a él para tratar de resolverlo, mientras él eunuco transmitía la siguiente orden:
—Cuando las jóvenes damas y los jóvenes señores hayan resuelto la adivinanza no deben decir a nadie cuál es su solución. La escribirán en privado para que sea sellada y enviada a palacio. Sólo Su Alteza decidirá cuáles son las correctas.
Baochai y las demás se adelantaron para examinar el texto de cerca. Eran cuatro versos sin gracia y ella supo enseguida la solución, pero de todos modos los celebró mientras simulaba estar pensando con todas sus fuerzas. También Baoyu, Daiyu, Xiangyun y Tanchun habían encontrado la solución a la adivinanza y todos fueron discretamente a escribirla. Luego fueron convocados Jia Huan, Jia Lan y los demás, que después de devanarse los sesos escribieron igualmente sus respuestas. Finalmente cada uno compuso una adivinanza, la copió con sumo cuidado y la colgó del farol para que se la llevara el eunuco.
A la caída del sol regresó el eunuco para anunciar que el acertijo de la concubina imperial había sido correctamente resuelto por todos, menos por la segunda joven dama y el tercer joven señor, y que Su Alteza ya había pensado las respuestas a las adivinanzas recibidas pero no sabía si eran o no correctas.
Les mostró las soluciones escritas, unas correctas, otras equivocadas, pero todas fueron elogiadas como si hubiesen sido aciertos. Después procedió a la entrega de los premios para los ganadores: un estuche de bambú para guardar poemas, y un cepillo para limpiar teteras. Sólo Yingchun y Jia Huan dejaron de recibir recompensa, pero mientras ella consideró todo aquello como un juego sin importancia, él se sintió humillado. Y, por si fuera poco, tuvo que escuchar las siguientes palabras del eunuco: «Su Alteza no ha intentado resolver el acertijo del tercer joven señor, pues le pareció que no tenía sentido. Me ordenó que se lo devolviera y le preguntara por su sentido».
Inmediatamente se arremolinaron todos para leer la adivinanza de Jia Huan, que decía:
Ocho ángulos tiene el Hermano Mayor,
pero el Hermano Menor tiene dos cuernos [10]
y le encanta sentarse en el tejado en cuclillas,
mientras el Hermano Mayor se sienta en la cama.
Al leer este acertijo y conocer la solución que Jia Huan transmitió al eunuco, una almohada cuadrangular y una teja en forma de cabeza de animal, se escuchó un rugido de carcajadas. Tras escribir la solución, el eunuco bebió un poco de té y emprendió la marcha.
A la Anciana Dama le encantó que Yuanchun estuviera de tan buen humor, e inmediatamente ordenó la confección de un delicado biombo para el salón donde las muchachas pudieran colgar sus adivinanzas. Se preparó té aromático y se sirvieron varios tipos de confites, así como diversos pequeños premios.
Cuando regresó de la corte, Jia Zheng encontró a su madre muy contenta y, puesto que se trataba de una fiesta, aquella noche acudió a participar de la diversión e hizo preparar un banquete y faroles de colores para iluminar el salón; luego invitó a la Anciana Dama a que lo viera. La anciana se sentó con Baoyu y Jia Zheng en la mesa más alta, y un poco más abajo se instalaron la dama Wang, Baochai, Daiyu y Xiangyun en una mesa, y en otra lo hicieron Yingchun, Tanchun y Xichun. El salón hervía de criadas y doncellas. Li Wan y Xifeng se sentaron en el cuarto interior.
Cuando Jia Zheng comentó la, ausencia de Jia Lan, un ama se encaminó al interior a preguntarle el motivo a Li Wan, que se levantó para responder:
—Dice que no viene porque el señor no lo ha invitado.
Cuando la respuesta fue transmitida a Jia Zheng, todos rieron y comentaron lo extraño y testarudo que era aquel muchacho. Jia Zheng mandó enseguida a Jia Huan y a dos criadas con el encargo de traerlo. Cuando llegó, la Anciana Dama le hizo sentarse junto a ella y le ofreció diversas viandas mientras los demás charlaban y se divertían.
Habitualmente, a Baoyu le gustaba hablar sin medida, pero en presencia de su padre se limitaba a responder cuando alguien le dirigía la palabra; y también a Xiangyun, que era normalmente mujer de una extremada locuacidad, la enmudecía la presencia de su tío. Daiyu era demasiado taciturna, y nunca hablaba cuando estaba delante de muchas personas. Baochai se comportaba como solía, cuidando cada palabra. En definitiva, en aquella reunión familiar se respiraba un ambiente algo tenso. Sabiendo que la causa era Jia Zheng, la Anciana Dama le sugirió, después de tres rondas de brindis, que se retirase; pero éste, consciente de que pretendía despacharlo con buenas palabras, dijo con una sonrisa:
—Hoy, cuando me enteré de que había preparado todos estos acertijos de farol, traje regalos y viandas para participar. ¿No concederá a su hijo algo del amor que siente por sus nietos?
La anciana soltó una risita.
—No pueden reír ni hablar libremente si estás presente, y eso resulta muy aburrido —le dijo—. Ahora bien, si son acertijos lo que quieres te propondré uno. Pero si no lo resuelves tendrás que pagar un castigo.
—¿Y obtendré un premio si acierto?
—Claro que sí —convino la anciana, y recitó:
Un mono de cuerpo ligero se encarama en un árbol.
Es el nombre de una fruta.
Por supuesto, Jia Zheng sabía que la solución era el lichi [11] , pero dio a propósito varias respuestas equivocadas y sufrió varios castigos que le impuso su madre antes de dar la solución. Entonces planteó él mismo una adivinanza:
Su cuerpo es cuadrado
y dura su sustancia;
aunque no pueda decir palabra,
es seguro [12] que responderá.
Susurró al oído de Baoyu la solución al enigma, y el muchacho, comprendiendo su intención, la transmitió discretamente a la abuela, quien, tras pensarlo un momento, juzgó que la respuesta era correcta y dijo:
—¡Es un tintero [13] !
—¡Sólo nuestra venerable señora es capaz de adivinar un acertijo así, al primer golpe! —dijo Jia Zheng, y a continuación ordenó:
—¡Traigan los regalos!
Se oyó un grito por respuesta, y unas mujeres trajeron bandejas y cajitas. En su cuidadosa inspección, la Anciana Dama descubrió deleitada que se trataba de objetos originales y delicados hechos expresamente para la fiesta de los Faroles.
—Sirve vino a tu padre —dijo a Baoyu muy contenta.
Baoyu sirvió el vino y Yingchun lo entregó. La Anciana Dama dijo:
—Veamos cómo resuelve el señor algunas de las adivinanzas que los muchachos han colgado del biombo.
Obediente, Jia Zheng se dirigió al biombo. El primer acertijo que vio decía lo siguiente:
A los monstruos infundo pavor.
Mi forma es un rollo de seda,
y paraliza los corazones
mi atronadora explosión.
Todos me buscan ansiosos,
pero ya no estoy [14] .
—¡¿El cohete?!
Cuando Baoyu le respondió que era correcto, su padre siguió leyendo:
No cesan los trabajos humanos ni los decretos del cielo,
pero sin la bendición del cielo sería estéril el trabajo humano.
¿Cuál es la causa de tanta incesante, frenética actividad?
La incertidumbre de las cifras del yin y el yang [15] .
—¡¿El ábaco?!
Yingchun contestó que sí y Jia Zheng leyó el siguiente acertijo:
Todos los niños levantan la mirada.
Es bueno festejar el día Brillante y Claro,
pero ella se pierde cuando se quiebra el hilo de seda.
No culpemos de la separación al viento del este [16] .
—Eso parece una cometa —dijo Jia Zheng.
Tanchun confirmó que la respuesta era correcta, y él leyó otra adivinanza:
Se esfumó una vida anterior, pura apariencia.
Ahora escucha la salmodia de los sutras
y es sorda a los cantos populares.
No digáis que viviendo así se yace en el fondo de un mar de penumbra,
pues asoma en su corazón la luz brillante [17] .
—¿Una lámpara de un templo budista?
—Sí —dijo Xichun con una sonrisa.
Jia Zheng pensó: «La consorte imperial escribió sobre un cohete que se desintegra; Yingchun sobre un ábaco, viviendo en constante conmoción; la cometa de Tanchun es un objeto que se lleva el viento; la lámpara votiva de Xichun es algo todavía más solitario y abandonado. ¡Son temas de mal agüero para el principio de Año Nuevo!». Y, aunque cuanto más reflexionaba más desalentado se sentía, no se atrevió a revelar sus pensamientos en presencia de su madre y pasó a resolver el siguiente enigma, que correspondía a Baochai:
¿Quién abandona el palacio con el olor del incienso en las mangas?
No se parece ese aroma al del laúd o la frazada,
no requiere vigía que anuncie el alba
ni doncella que en la quinta vigilia le devuelva el ánimo.
Día y noche lo consume la ansiedad,
la angustia, mientras el tiempo se esfuma,
y aprendemos a estimarlo en la fugacidad de la vida.
¿Qué más le da si el día está claro o nublado [18] ?
Tras leerlo, el desánimo de Jia Zheng aumentó. «El objeto descrito no es de mal agüero —pensó—, pero qué versos tan poco apropiados para proceder de la mano de una muchacha. No parece que ninguna vaya a tener fortuna o larga vida.» Y, sumido en sus cavilaciones, era la viva imagen de lo sombrío.
Suponiendo que su mal aspecto se debía al cansancio, su madre consideró que estaba estorbando la diversión de los jóvenes.
—No resuelvas más adivinanzas —le dijo—. Más vale que vayas a descansar un poco. Nosotros tampoco tardaremos en irnos.
Jia Zheng asintió enseguida y se esforzó en brindar con su madre antes de retirarse. Ya en sus aposentos, siguió dándole vueltas al asunto. Le asaltó una preocupante premonición que le impidió dormir. Pero dejemos ya este asunto.
En cuanto hubo salido Jia Zheng, la Anciana Dama dijo a sus nietos:
—¡Ahora, poneos cómodos y divertíos!
Baoyu, que ya había echado a correr hacia el biombo, daba saltos como un mono recién desencadenado rompiendo los acertijos.
—¿No puedes quedarte sentado y tranquilo como hasta hace un momento? —le dijo Baochai—. Conversa con nosotras civilizadamente.
Xifeng, que se les había unido, intervino dirigiéndose a Baoyu:
—Deberías estar siempre al lado de tu padre. Hace un momento olvidé sugerir que te propusieran algunos enigmas para resolver. Si lo hubiera hecho, ahora estarías todavía sudando gotas frías.
Baoyu dio un salto enorme para atraparla, y entonces se armó una batahola.
Después de charlar un poco con Li Wan y las muchachas, la Anciana Dama empezó a sentirse fatigada. Al oír los sonidos de la cuarta vigilia ordenó que quitaran las mesas e indicó a los criados que podían disponer de las sobras.
—Vámonos a descansar —dijo incorporándose—. Mañana también es fiesta y habrá que levantarse temprano. Por la noche volveremos a divertimos.
Escuchen el próximo capítulo.