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Documento 11
ОглавлениеAgosto 10 de 1683
Carta de Kino al padre provincial Bernardo Pardo (103)
Mi padre provincial Bernardo Pardo
Pax Christi Iesu
Tengo escrito a Vuestra Reverencia desde Chacala, desde Mazatlán, desde la Barra de Sinaloa, y a fines de abril desde este Puerto de La Paz de las Californias, dándole noticias de nuestra navegación y llegada a esta California y de su naturaleza, y parte de aquellas noticias las repito en una que escribí los días pasados al padre Francisco Jiménez para que las comunique a Vuestra Reverencia, para que si acaso las mías que a fines de abril envié a Vuestra Reverencia con la Capitana, que iba al Yaqui por bastimentos y caballos, no hubieran llegado a México, esta otra suplan su pérdida. La causa de esta mi duda se funda en que hoy día no tenemos todavía noticias ningunas de dicha Capitana, y el no haber ella parecido hasta ahora, siendo así que la aguardábamos desde fines de mayo, ha llegado a ser causa de que en esta Almiranta fuéramos a buscar dicha Capitana y bastimentos, como así se determinó en una junta de general a veinte y nueve de junio, y por eso desde anteayer, que fue día de San Buenaventura, nos embarcamos ochenta y cuatro personas. Y ahora tiene determinado el sr. Almirante que pasemos a Sinaloa (camino de treinta y cinco o cuarenta leguas, no más) por bastimentos, y también para saber de la Capitana y de la Balandra que dejamos en Chacala y que luego después de haber sacado nuestros bastimentos, volvamos a esta California no empezó a este Puerto de La Paz sino al Cabo de San Lucas, pues se dice que aquellos indios son más pacíficos que estos guaicuros del Puerto de La Paz, aunque hasta los fines de junio estuvimos con mucha paz con ellos, y nos venían a ver casi todos los días, trayéndonos fruta y pescado. Pero después que se les prendió uno de ellos y se les mataron diez u once personas de las más principales, con un tiro de un pedrero, aquí ya no nos venían a ver, ni teníamos esperanzas de que en muchos meses habían de olvidarse del daño que de nuestras armas habían recibido.
En la carta del padre Jiménez escribo con más circunstancias lo que en estos disgustillos pasó, y por eso paso a suplicar a Vuestra Reverencia que por amor de Dios, según su gusto y mejor parecer, negocie, haga y alcance con el señor virrey, con el señor don Martín de Solís, o como Vuestra Reverencia juzgare in domino, que manden que esta conquista se procure hacer con paz y amor y no con demasiado rigor de armas, pues con los rigores se huyen los indios y se retiran y desamparan en los montes, cuando con La Paz y agasajo y caridad cristiana acudirán muchísimas almas a hacer cuanto les enseñáremos y quisiéremos, que por este camino ya teman y habían dejado muchas cosas que hay, habíamos insinuado no nos parecían bien e iban ya rezando algunas cosas que les habíamos enseñado, como el vendito y alabado sea y se persignaban, y cuando a medio día rezábamos la oración de rodillas, ellos también se ponían de rodillas. Algunos ya vivían y dormían con nosotros con toda paz y amor, y nos tenían ya prometido de traernos cuanto antes sus familias y chiquillos, que de los chiquillos habíamos de empezar los bautismos. Vuestra Reverencia nos avise, nos instruya y nos mande según su buen parecer y gusto, que aunque veo en algo atrasada esta nuestra conquista, por esta falta de La Paz, y particularmente por la falta de la Capitana por no habernos socorrido con los deseados y necesarios bastimentos y caballos, y quizá por haberse perdido como algunos temen. No obstante tengo buenas esperanzas se ha de proseguir con bien esta conquista y conversión de tantas almas, pues aunque no pasan de quinientos indios los que nos han venido a ver en diferentes ocasiones, pero son muchos más los que todavía no nos han venido a ver.
Casi todos estos tienen sus mujeres, y algunos, aunque pocos, más de una, y muchos hijos, y esto se entiende hablando solamente de los guaicuros más cercanos a este Puerto de La Paz, que es gente más belicosa. Pero los coras, que son más mansos y muy amigos de la nación española, son de un grandísimo número de gentío y almas. En el Puerto de San Bernabé o Cabo San Lucas hay también mucha gente, en otras alturas de esta grandísima isla de las Californias y en otras islas menores que están en la costa y contracosta. Y en la tierra adentro hay una infinidad de almas que con el favor del cielo, confío se han de agregar en pocos años al gremio de nuestra Santa Madre Iglesia. Y aunque hasta ahora no se ha entrado la tierra adentro, sino cuatro o cinco leguas, por la falta de los caballos que se aguardaban en la Capitana, y no hemos dado con algún río, hemos hallado tres o cuatro lindísimos aguajes, abundantísima leña, una lindísima salina o laguna de sal, muchísimo y muy buen pescado y muchos comederos de perlas de donde han sacado perlas, y algunas de muy buen porte, y si hubiera buzos no hay duda su Majestad, que Dios guarde, pudiera presto alcanzar una linda compensación de los gastos reales y tan apostólicos y católicos que se han hecho o pueden ser necesarios para la conquista y conversión de esta California, y para el bien y eterna salvación de tantas almas y maduras mieses que promete esta grandísima isla y casi otra Nueva España en el tamaño.
Lo que sí me parece será muy necesario, es el procurar que haiga paz, concordia, contento y gusto entre los señores españoles soldados y marineros con su cabeza, que aquí lo es el señor Almirante, y también entre ellos mismos, que por falta de estas cosas sucederá no se tenga tampoco paz con los indios, cosa hora en los principios parece ser muy necesaria.
El designio que ahora lleva el señor Almirante es de que esta Almiranta, de aquí a cuatro o cinco o seis semanas, pase a Chacala o Matanchel por los bastimentos del Rey Nuestro Señor, que Dios guarde.
Hasta aquí escribo en la gran bahía de La Paz, a diez y seis de julio. Cuando lleguemos a la Nueva España escribiré, con el favor del cielo, de esta navegación y nuestra llegada, y en el ínterin haré un pequeño mapa de lo que hemos visto, hasta que Nuestro Señor sea servido con el tiempo, con ver más tierras, islas y puertos poblados de muchas almas, envíe otros mapas mayores.
Vuestra Reverencia en sus Santos Sacrificios prosiga encomendándonos a su Divina Majestad.
Hoy día a veinte y uno de julio llegamos a este nuevo y muy lindo puerto de San Lucas, en la provincia de Sinaloa, que está en altura de veinte y seis grados y treinta y tres minutos. Desde ayer escribimos el señor Almirante y yo al padre de Ahome, y también al padre visitador. Aguardamos las respuestas.
Desde ayer, julio veinte y tres, hemos recibido cartas del padre Nicolás Ponce, de Ahome. Vinieron tan llena de muchísima caridad y amor, acompañadas de buenos refrescos y ofrecimientos de bastimentos, trigo, maíz y carne, que ha sido de grandísimo consuelo y alivio a todos, particularmente al señor Almirante a quien por otros caminos no han faltado ocasiones de disgustillos con su gente. El padre Goñi en muchas cosas está tan de su parte del señor Almirante que algunos lo llevan a mal. Yo procuro, y he procurado, y con el favor de Dios procuraré las cosas de una y otra parte con la mayor paz y suavidad que pudiere. También han sido de gran consuelo, particularmente del señor Almirante, el haber oído de la carta del padre Ponce, las noticias del obispado del ilustre señor don Isidro de Sariñana y Cuenca. Al contrario, nos fue de grandísimo desconsuelo el oír que la Capitana, desde fines de mayo había salido de Yaqui para volver con los bastimentos a las Californias, pero como en dos meses no ha parecido, temen casi todos no le haya sucedido alguna fatalidad. Acerca de la Balandra hemos oído que no ha mucho que ella estuvo en Mazatlán.
A veinte y cinco de julio vino a vernos el padre Nicolás Ponce, trayéndonos con mucha caridad notable alivio y socorro de algunos bastimentos. A veinte y siete se volvió a su pueblo de Ahome para socorrer al señor Almirante con el maíz, trigo, frijol y carne que en sus partidos tiene, que será casi la cantidad de bastimentos que para ahora se piden.
A treinta de julio, dichosa víspera de nuestro padre San Ignacio, recibimos muchas cartas de Sinaloa y noticias de la Capitana, que estaba en Yaqui, que los vientos contrarios no la dejaron pasar adelante. También el padre visitador consoló mucho al señor Almirante, escribiéndole manda a los padres le socorrieran cuanto antes con cuanto podían y con todo aquello que el señor Almirante pedía y necesitaba para socorro de sus navíos.
A cuatro de agosto recibimos de Yaqui y Mayo respuestas a las cartas con que les habíamos dado noticias a los padres de nuestra llegada, y juntamente cartas del capitán don Blas de Guzmán que es capitán de mar y tierra de la Capitana, y de otros muchos que actualmente estaban en la Capitana, que como de las cartas que el señor Almirante y yo habíamos escrito a los padres, de la altura de este puerto de San Lucas, sabían estar en veinte y seis grados y treinta y tres minutos, vendrían cuanto antes en dicha Capitana a este puerto de San Lucas para juntarse con nosotros y para que juntos pasásemos a proseguir con la empresa. Supimos que los continuos vientos sures, no solamente habían dado lugar a que la Capitana pudiera a las Californias, sino que por tres veces la obligaron a arribar a Yaqui y haberse vistos necesitados de echar los diez y nueve caballos y unas mulas al mar y muchos carneros, etc.
El señor Almirante, por habérsele ido de aquí parte de su gente, como diez u once personas, se ha visto unas veces muy afligido, pero la muy grande caridad con que con toda prontitud los padres le prometen todo género de socorro, le ha animado y consolado muchísimo. Sé que el señor Almirante le escribirá a México a cinco de agosto. Con el parecer del padre visitador se fue el padre Goñi a Mayo y Tepane para dar prisa a los que nos han de traer bastimentos.
Aquí va el mapa de las costas, puertos, islas y ríos, que hemos visto y observado en estas nuestras navegaciones. Va también un catálogo de las quinientas palabras de la lengua de las Californias que los tres meses y medio que allá vivimos, apuntamos y aprendimos.
Ahora por horas estamos aguardando la Capitana y parte de los bastimentos de esta Almiranta, y confío que ha mediado el mes que viene, y quizá más presto, pasaremos a proseguir con la conquista y conversión de las almas de la California.
De todo procuraré avisar a Vuestra Reverencia, con otra carta, cuya vida guarde Dios los más felices años, de mis deseos.
De este Puerto de San Lucas y agosto diez de mil seiscientos y ochenta y tres años.
Muy siervo de Vuestra Reverencia.
Eusebio Francisco Kino
103- AGI M 56. Mathes [9]: 328-333.