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Documento 13

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Agosto 30 de 1683

Carta de Kino (107) a Paulo Zignis (108)

Cuando se acercaba el fin del año pasado, remití a su reverencia una carta desde el puerto de Chacala de la Provincia Mexicana o Nueva España en América cuando los dos sacerdotes de la Compañía íbamos a abordar las naves en las que se estaba organizando la expedición a California, la más extensa isla del mundo, con los auspicios del Rey Católico Carlos II.

14 de enero

El 14 de enero de este año de 1683 que corre, salimos del puerto de Chacala más de cien personas en dos naves, la Capitana y la Almiranta; la primera, dedicada a la Bienaventurada Virgen sin Pecado Concebida y la segunda, a San José y San Francisco Xavier. En esta navegación, enfrentamos vientos muy adversos, pero juzgamos que por favor del Cielo, disfrutamos otros, propicios en el mismo grado.

9 de febrero

Hacia el fin de enero, llegamos al puerto de San Juan de Mazatlán, donde permanecimos como quince días, y de ahí partimos el 9 de febrero, y bordeando las costas de la Nueva España.

8 de marzo

El 8 de marzo tocamos la desembocadura del río Sinaloa, donde por la gran caridad del reverendo visitador de nuestras misiones de la Compañía de Jesús en Sinaloa y Sonora, recibimos con liberalidad regalos, varios dones y los subsidios de la provisión, no solo los dos sacerdotes de la Compañía, sino también el sr. General mismo (el Almirante Isidoro de Atondo y Antillón, navarro de nacimiento) y otros.

18 de marzo

Luego a partir de ahí, casi al meterse el sol del día 18 de marzo, avanzando por el mar 35 leguas españolas a la distancia del polo o latitud geográfica, o a una distancia de casi 25 grados del ecuador, llegamos a la vista de California, adquirida con tantas guerras y desgracias. [fue] el 25 de marzo o día festivo de la Encarnación del Verbo Divino por la salvación de los humanos.

30 de marzo

Además, el 30 del mismo, entramos al principal puerto de California, que en castellano y frecuentemente en los mapas se llama de La Paz, o [sea]: puerto de La Paz. Por otro lado, para que se comprenda más fácilmente esto y lo que hay que decir adelante, remito a su reverencia un rudo mapa geográfico e hidrológico de este puerto, y de las vecinas provincias, de las islas de California, así como de los demás litorales, puertos y ríos de la Nueva España y de Sinaloa; aunque poco menos castellanizado (por así decirlo), es muy parecido al que, por mandato de los Superiores, hago llegar al reverendo Padre Provincial y al excelentísimo Señor Virrey. Su reverencia sabrá, como lo ha acostumbrado desde hace tiempo, corregir mis errores o soportarlos con paciencia. Los primeros cinco días que pasamos en California, ciertamente con gran pesar de nuestro alma no vimos absolutamente a ningún Indio o habitante de la tierra; a pesar de que al bajar, habíamos encontrado agua muy buena y alrededor de esa fuente huellas humanas de muchos pies desnudos, de niños igual que de adultos, impresas en la tierra arenosa muy recientemente. Por nuestra parte, el primer trabajo que emprendimos fue elaborar artísticamente una cruz de gran tamaño, además de erigirla en una colinilla alta que había cerca, y ahí fijarla. Se actuó también para erigir un pequeño lugar sagrado y la fortaleza militar, y para que el inicio de ambos se diera más cómodamente, se cortaron varios árboles y jarales, y sobre todo una parte del palmar, sumamente hermoso y ameno

7 de abril

El día 7 de abril dije la primera Misa en tierras de California. Las demás, las celebré cada día en el navío, todo el tiempo de la navegación, solo una impidieron los vientos turbulentos. En cambio en tierra, aunque el año pasado recorrí casi 800 leguas de varios caminos terrestres, solo dejé de celebrar dos misas, los dos días en que no hubo acompañante. Mientras estaba yo demasiado ocupado en erigir el altar portátil, y los soldados ocupados en talar los árboles para la capillita y la fortaleza militar, los centinelas avisaron que a través del cercano bosque venían muchos indios con gritos hostiles. En consecuencia, por órdenes del Sr. General todos se volvieron a las armas y pensaban que quizás venía un gran ejército de Californios, con gran cantidad de armas. Poco después aparecieron 35 Indios, todos portadores de armas grandes, a saber, arcos y flechas largas, con grandes voces y gritos repitiendo aurú, aurú, esto es: fuera, fuera, o retírense de aquí de nuestras tierras. Pero nosotros, sobre todo los Padres de la Compañía, avanzamos al frente de ellos y de la forma más amistosa, les ofrecimos varios regalillos comestibles, y aunque al principio nada querían recibir de nuestras manos, sino que fue necesario dejarlos en el suelo, para que de ahí los pudieran recoger, poco después admitían todo de nuestras manos. Mientras les mostrara yo la sagrada imagen metálica de Cristo pendiente de la cruz, y con señas más que con palabras les explicáramos algo de la eterna felicidad y salvación de las almas, con ningún razonamiento pudimos comunicarles sino alguna mínima noticia o conocimiento de los divinos Misterios. Lo que después pidieron, bastante tiempo después, con una palabra de su lengua: aini, esto es: agua para beber, con facilidad lo obtuvieron del magnífico pozo que habíamos excavado, llenísimo de agua de inmejorable calidad y abundancia. Además, por esta causa nos los volvimos tan amigos, que por la tarde regresaron a sus casas como si todo el tiempo hubieran sido conocidos y con la mejor voluntad, dejándonos explicadas algunas palabras de su lengua.

9 de abril

El día 9 de abril, en la nueva capilla (aunque todavía no acabada), los dos sacerdotes de la Compañía dijimos las dos misas (como cada día el resto del tiempo) y enseguida que las acabamos llegaron un total de 83 Indios, entre ellos su jefe, y el hijo de éste, de la misma estatura, todos perfectamente bien armados, aunque ninguno de ellos hizo nada hostil, sin embargo de veras habían llegado con el propósito de pelear. Efectivamente, suelen los gentiles de toda California prepararse para la guerra pintándose con colores y combinados en cierto orden los cuerpos desnudos, el pecho, los brazos, la espalda, las piernas y las caras, o sea, desfigurarse de veras horriblemente. Así pues, como aquellos 83 venían pintados con los colores negro, blanco, rojo y amarillo, teníamos un seguro signo de guerra. Por otro lado, aparte de un insignificante tocado en la cabeza, comúnmente los de sexo masculino no usan ropa alguna; aunque las mujeres se cubren del pecho abajo hasta los pies con pieles de ciervos, de un modo decente y muy modesto, según vimos después en otra ocasión. Pero estos 83 indios, eran todos guerreros jóvenes y de edad madura. Y para que no intentaran algo hostil en forma alguna, el máximo empeño de todos nosotros fue el de tratarlos bien, de ganarnos sus ánimos con regalitos y obsequios y de comprometerlos para ganarlos a todos para Cristo. Al caer la tarde, se retiraron para dormir en la selva cercana, contentos ellos con nosotros y dejándonos a nosotros todavía más contentos y llenos de la mejor esperanza, en que a su tiempo se convertirían a la fe recta de la salvación.

10 de abril

El día 10 de abril, regresaron todos los Indios, pidiéndonos comida, lo que obtuvieron abundantemente junto con otros regalillos, quedándose con nosotros como viejos conocidos, ofreciéndonos leña del bosque cercano y agua del pozo vecino, también nos hicieron con prontitud y buena voluntad otros mandados como sirvientes. A no pocos de ellos los enseñamos a hacerse en la frente y en el pecho la señal de la santa Cruz como lo acostumbramos los cristianos, y en eso se mostraron muy dóciles. Luego les propusimos que tiraran sus flechas como al blanco [que pusimos]: un escudo elaborado con piel o cuero de buey (con el que se protegen los soldados españoles contra las puntas de las flechas en muchos lugares de las Indias). Ocho o diez de los indios más robustos procuraban con todas sus fuerzas traspasar el escudo blandiendo sus flechas, pero de todos, sin excepción, se rieron los suyos, al quebrarse sus flechas de punta de piedra o de pedernal débil, quedando ileso el escudo. Luego [quedaron] admirados y con temor de nuestras armas, cuando poco después vieron claramente que uno de nuestros soldados, con la bala disparada por su arcabuz traspasó no uno, sino tres escudos sobrepuestos. Por otro lado, con el estruendo del arcabuz, todos los indios, menos el hijo del jefe, se aterrorizaron a tal grado que se lanzaron a la fuga con pusilanimidad; hasta que los llamamos para que volvieran, mostrándoles atractivos regalos; también el Señor General de buena gana les obsequió regalillos, mientras contemplaban las perforaciones de los escudos. Al retirarse por la tarde, nos aseguraron que regresaban a sus familias, esposas e hija/os, y que les llevaban los regalos que nos habían aceptado.

11 de abril

El día 11 de abril o domingo de ramos, según la costumbre y el rito de la Iglesia, bendijimos y distribuimos los Ramos, y por cierto en exagerada cantidad, porque habíamos puesto como el más agradable palmar nuestro templo, la fortaleza militar y nuestras casas.

13 de abril

El día 13, el Señor General mandó a nueve personas para que exploraran las tierras interiores hasta 3 ó 4 leguas, e indagaran si había otro río, los caseríos de los indios y algunas llanuras o tierra fértil para la agricultura. Al volver por la tarde, trajeron algunas de las cosillas que los días anteriores habíamos dado a los indios, sobre todo ropas, porque esos indios prefieren su desnudez a la ropa, y como la juzgan más bien carga que ornato u honra, la arrojaron por todas partes. Vieron también estos nueve, en una llanura muy amplia, gran cantidad de humos, los de las hogueras encendidas por los indios, que ordinariamente se hallaban es esos terrenos.

14 de abril

El día 14 de abril casi terminamos nuestro templecito, y en él colocamos las sagradas imágenes de gran tamaño y pintadas por un pincel bastante bueno. La primera era de la Virgen María de Guadalupe, la segunda explicaba exponía los 12 artículos del símbolo de los apóstoles, y la otra presentaba las Sagradas imágenes de Jesús, María y José, Joaquín y Ana, el Santo Patriarca, (nuestro) Padre Ignacio y el gran Querubín de las Indias, San Francisco Xavier. Por la tarde, recibimos muchas confesiones sacramentales con motivo de la pascua y por cierto que en esa ocupación nos dieron las 2 de la madrugada.

15 de abril

El día 15, jueves de la cena del Señor, continuamos con el sagrado tribunal, desde muy de mañana hasta la misa; en ella el Señor General y algunos de los principales militares o marineros recibieron la sagrada comunión. A partir de la comida, nos visitaron amigablemente 40 indios. Por la tarde, para los españoles hubo sermón de la Pasión del Señor. Además, el día siguiente, Viernes Santo, y el Sábado Santo, continuamos los oficios eclesiásticos, aunque sin cesar llegaran como huéspedes unos Indios, nunca desagradables.

17 de abril

El 17, Sábado Santo, cantadas las Letanías de Todos los Santos en la misa, al Gloria in Excelsis, aumentó la solemnidad no solo el primer repique festivo de las campanas, sino también el retumbar de todas las escopetas, y también lo repitieron cinco veces durante la misa todas las escopetas y los cañones de las dos naves.

18 de abril

El día 18 o Domingo de Resurrección, en ambas misas se distribuyó la sagrada comunión a muchos. Por la tarde, se concedió confesar [a los marineros] en las naves y para que pudieran más cómodamente recibir la sagrada comunión quienes custodiaban las naves , el día siguiente se dijo en la nave capitana solamente una misa.

22 de abril

El día 22 se decidió enviar la nave Capitana a las misiones de la Compañía cercanas al río Yaqui, para que trajeran de ahí la abundante provisión de víveres, ovejas, trigo, bueyes, legumbres, así como caballos y burros, con cuyo apoyo podríamos penetrar hasta muchas leguas y también hasta las mismas costas de la California occidental. Por lo tanto, se dispuso la nave.

24 de abril

El día 24, mientras la Capitana salía de nuestro puerto de La Paz —llamado popularmente de La Paz— encalló en un banco arenoso por inclinarse más a la izquierda, en grado exagerado; pero al descargar el peso del lastre y al subir la marea poco después , sin daño alguno, gracias a Dios, salió exitosamente del peligro.

25 de abril

El día 25, Domínica in Albis, muy de mañana se dijo una de las misas, en la que muchos comulgaron y en ella estuvieron presentes junto con su Capitán, el Señor Blas de Gusmán, los que poco después abordaron la nave capitana; y salieron con vientos tan propicios, que en pocas horas desaparecieron de nuestra vista.

28 de abril

El día 28 llegaron unos indios, en una cantidad de casi 50, y no pocos de ellos eran de los que hasta entonces no habían venido a visitarnos; los demás se admiraron mucho de la ausencia de la nave Capitana, y preguntaron por ella y por el lugar al que había ido. Y cuando les dijimos que había ido por víveres, provisiones o alimentos, nos pareció que se llenaron de considerable gozo y que ponderaban mucho tal iniciativa. Por otro lado, mientras todos ellos lo veían y estaban presentes, bauticé solemnemente a un pequeño infante, hijo de una familia de indios que hasta ese lugar habían ido desde la Nueva España, en la servidumbre del Señor General. Ese niño, bautizado ese día, había nacido dos días antes y recibió el nombre de José. No es fácil decir con qué cariño acompañaron a este niño todos los indios de California, porque parecía que no podían poner fin a los besos, abrazos y otras caricias. Nosotros, por nuestra parte, suplicábamos al poder del cielo que nos inspirara tal aprobación que pronto pudiéramos bautizar a sus niños y a los adultos mismos. Mientras, nos pareció conveniente conformarnos con instruirlos para hacerse la señal de la Santa Cruz y otras minucias. Aunque ya habíamos obtenido también que quisieran venir a tomar parte en nuestra alegría y solemnidad, al organizar danzas, según la costumbre de [este] pueblo.

1ro. de mayo

El primero de mayo, en conchas del mar se encontraron perlas, o perlas-de-tamaño nada común; también otros, que habían emprendido camino por otra causa, aseguraron que habían encontrado piedras que contienen metal. etcétera.

Hasta aquí había llegado al escribir, [cuando] se presentaron las ocupaciones y urgencias, que impiden y obstaculizan [continuar], aunque podría seleccionar de mi diario mucho más para esta ocasión. Y porque prefiero enviar esto poco a su Reverencia y a la Provincia de Alemania Superior, corto el hilo, con el propósito de escribir mucho más la próxima vez. Solo añado con la máxima brevedad, que cuando esperábamos en California, hasta mediados de Julio, que regresara la nave Capitana y las provisiones, como no apareció, con el fin de preguntar por ella y su viaje, llegamos a este puerto Sinaloense de San Lucas, todas las 84 personas que habíamos permanecido en California y que en el lapso de los tres meses habíamos aprendido 500 palabras de la lengua de California.

21 de julio

Así que el 21 de Julio entramos felizmente en este puerto de San Lucas, que con todo cuidado señalé en el mapa, llegamos en la nave Almiranta con el Sr. General los dos sacerdotes de la Compañía y los demás. Los Reverendos Padres Misioneros de nuestra Compañía, con la mayor caridad y no menor liberalidad, prontitud y velocidad, dispusieron las provisiones de todo género para todos, en la máxima abundancia, y el Reverendo Padre Nicolás Ponze se dignó asignarnos su provisión.

En cambio, recibimos las más tristes nuevas de nuestra nave Capitana; a saber: que hace tiempo salió del puerto Yaqui a California y como entretanto nunca apareciera, la mayoría había creído que naufragó; aunque poco después entendimos que fue obligada a volver al puerto Yaqui, por los vientos contrarios, lo que les aconteció el mismo día que llegamos a este puerto de San Lucas.

Por consiguiente, habiendo enviado el Sr. General cartas por tierra, sucedió que el día 25 de agosto llegó hasta nosotros con éxito. Superan los quinientos Imperiales los donativos que para alimento y vestimenta nos asignaban a mí y al padre Goñi los reverendos padres del río Yaqui.

Ahora estamos dispuestos para que en diez o 15 días regresemos a las Californias, (o si Dios lo concede, a las Carolinas, como por Felipe II [se han llamado] las Filipinas), donde nos esperan innumerables almas aptísimas para el Reino de Dios.

Del puerto de San Lucas, de la Provincia de Sinaloa,

de la Nueva España o América Septentrional.

30 de agosto de 1683.

Eusebio Francisco Kino.

107- Original latino preservado en los Archivos Estatales de Baviera (BayHstA, Jesuítica Nos. 293-294). Publicada por Peter Stitz en “Californische Briefe des P. Eusebio Francisco Kino (Chini) Nach der oberdeutschen Provinz, 1633-1685” en Archivum Historicum Societatis Jesu , III, Roma, 1934, pp 116-121. Traducida al castellano para este trabajo por el doctor Conrado Ulloa, profesor emérito de la Universidad de Guadalajara.

108- Paulo Zignis fue compañero de Kino durante los estudios de filosofía y teología en la Universidad de Ingoldstad. Durante su estancia en La Paz le envió algunas cartas.

Kino en California

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