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Capítulo 13

Alguien repite “buscan a Silvia”. La mujer avanza entre las mesas ondulando la cadera con un tema que suena lento “Every rose has its thorn”. Les clava los ojos, sobre todo a Mara. Se dirige a los dos hombres con un par de ademanes amables y una sonrisa pidiéndoles que las dejen hablar solas. Se arrima a Mara y le susurra:

—Felicitaciones, nena, me encontraste.

Después de acomodarse una al lado de la otra, toma un poco de uno de los dos vasos que traía y agrega:

—Soy Silvia, pero acá me dicen La Lupe −la mira con asombro−. Nunca me imaginé que iba a ser tan fácil reconocer a alguien de la familia. −Se acerca todavía más balanceando la cabeza como si no creyera lo que ve, agita el líquido dentro de su vaso y deja el otro frente a Mara−. Sos igual a tu papá. Desde que me vine, no tengo muchas visitas de la familia. −Estira los labios rojos hacia adelante a la vez que alarga los brazos sobre la mesita sosteniendo su bebida−. A fin de cuentas es una ventaja, creeme que sí... pero no sé, ahora que te veo... −Le vuelve a fijar esos tremendos ojos negros y cambia de tema.

—¿No te dijo tu papá que somos un montón? −y se responde−. ¡Qué te va a decir ese, gracias que sabe hablar!... Y a mí con lo que me gusta usar la boca −explica riéndose−. Increíble lo diferente que se puede ser con un hermano. Siempre me gustó la gente que sabe hablar. Los que no esquivan ir directo al grano. Van y lo dicen bien. ¡Qué sé yo! Allá en Santiago todos me decían que hablaba demasiado, que era una lengua larga... boca sucia, y claro que era boca sucia... ¡¿Cómo no?! En ese pueblo de mierda... −Mara recorre la cara de su tía concentrada. Continúa sonando “Drive” de The Cars que las ayuda a no levantar la voz.

—Te vas a reír pero en este laburo ser bocona puede ser muy útil... −ante la expresión de Mara agrega−... Además, además, −y se vuelve a reír−. Es útil primero porque te podés defender y segundo porque si sabés chamuyarte a un tipo podés ganar más platita. Obvio que también ayudan unas buenas tetas, o una carita como la tuya... Sos linda, ¿eh? Una mezcla linda...

Mara se marea, pero intenta mostrar todo el interés posible. Silvia lo nota y quiere saber:

—Perdoname, a mí y a mi boca. ¿Cómo te llamás? No te pregunté... −Cuando escucha casi salta de la alegría−. ¿Mara?... ¿Maravilla? ¡Qué buen nombre! Alicia en el país de las maravillas... Es mi cuento favorito. ¡Es una señal! Me parece que este lugar conmigo es tú lugar.

Mara siente un pinchazo agudo en la cabeza y se toma la frente...

—¿No te sentís bien? −Le toca suavemente el hombro.

—Antes de buscarte tuve una pelea con mi viejo...

—... Y te pegó. Emilio sigue siendo un sorete. ¿Lo sabías? Claro... Sos dura si llegaste hasta acá. −La abraza unos segundos y luego le hace señas a una mujer que está ahí no más−. Una de las chicas te va acompañar a mi casa. Vivo arriba. Descansá todo lo que necesites. Allá... −apuntó con el mentón al techo— nadie te va a molestar. Después subo y seguimos charlando. Ahora descansá, descansá, mamita. −Le pasa la mano por la espalda con firmeza y la ayuda a pararse. La música cambia, rítmica y estridente “Roam”, de B-52’s. Con la piel manchada por las luces de colores se acercan las dos caminando despacio hasta un amplio dintel que da a una especie de vestíbulo. Rápidamente la sostiene “Pichí”, mano derecha de Silvia, es bajita, así que a Mara no le cuesta apoyarse.

Suben dos pisos por una escalera alfombrada. En el primero atraviesan una serie de pequeñas puertas numeradas a lo largo de un pasillo, en el fondo una escalera caracol. Suben y dan a un pequeño hall y luego a una habitación espaciosa donde Mara se siente tranquila al fin.

—Esa puerta antes del balcón es el baño, ¿querés? −Y lo señala.

—Sí, por favor −contesta Mara. La mujer redondita la acompaña y le abre la ducha. Deja un toallón y sale.

Mara observa el gran espejo de la pared hipnotizada por la lisa superficie brillante. No puede creer que en un baño haya tanta luz, tanto brillo, tanta limpieza y tanto espacio. El piso le parece hermoso, lo toca. Piensa que sería un buen lugar para festejar su cumpleaños de quince. Es la primera vez que se siente tan libre. “Tantotán”. Se sonríe mientras se desviste.

El Fuego dice Maravilla

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