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11. LA TERCERA OLA: LA REDEFINICIÓN DE LAS FRONTERAS DE LO PÚBLICO-PRIVADO Y LA ARTICULACIÓN DE LA DIVERSIDAD

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Hoy, más de dos siglos después de la Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana, las mujeres hemos derribado casi todos los obstáculos y las discriminaciones legales en las sociedades democráticas, y sin embargo, la situación comparativa entre los sexos continúa sin experimentar cambios revolucionarios. Es decir, las mujeres hemos cosechado enormes éxitos si comparamos nuestra situación con la de hace cincuenta años, pero no es así si lo que comparamos es la situación entre varones y mujeres en la actualidad. En consecuencia, el feminismo desde los 80 continúa teniendo el desafío de encontrar respuesta al crucial interrogante de cuáles son los mecanismos por los que se reproduce la desigualdad sexual. En palabras de la politóloga y feminista nórdica Jónasdóttir «¿por qué o cómo persisten las posiciones de poder político y social de los hombres frente a las mujeres, incluso en las sociedades occidentales contemporáneas, en las que se consideran individuos iguales desde el punto de vista formal y legal, en las que la mayor parte de las mujeres adultas tienen un empleo de tiempo completo o de media jornada, en las que se cuenta con una elevada proporción de mujeres bien cualificadas, y en las que las disposiciones estatales de bienestar, que obviamente benefician a las mujeres, se hallan relativamente bien desarrolladas?»72.

Responder a este interrogante moviliza buena parte de los desarrollos de la teoría y la práctica feminista desde los 80. Para tratar de ordenar y sintetizar, aunque sea con las inevitables limitaciones de toda clasificación, unos debates que han llegado a ser muy complejos y que suponen una vuelta de tuerca en la visión feminista de la realidad vamos a retomar la tematización del patriarcado como un sistema que implica, sobre todo, la adjudicación de espacios sociales según el género y la jerarquización valorativa de esos espacios. En las sociedades occidentales esta adjudicación de espacios se ha concretado en la dicotomía público y privado, auténtica infraestructura material y simbólica sobre la que se levanta tanto el sistema económico como el político y el socio-cultural. Este sistema rígidamente dualista de pensamiento y acción, de adjudicación coactiva de identidades, espacios y valores queda en parte reflejado en el siguiente cuadro sobre la configuración de los espacios público y privado (Tabla 1). Pues bien, desde esta perspectiva destacan tres aportaciones: los feminismos de la diferencia, los feminismos de la igualdad y por último, los feminismos postmodernos y postcoloniales. Los de la diferencia, de alguna manera aceptan y apuestan por reforzar esta visión dicotómica de la realidad, y sus políticas se centran en potenciar las relaciones entre mujeres y la trasmutación simbólica de la valoración de las identidades y los espacios. Han criticado con dureza el feminismo reivindicativo al que consideran victimista y plañidero y a su vez han recibido la crítica de desactivar la lógica de las reivindicaciones. Los feminismos de la igualdad —liberales, radicales, socialistas, materialistas…— ponen el énfasis en lo que une a las mujeres para introducir las reivindicaciones y la agenda del género en el proyecto común de la sociedad. Su aspiración final es poner fin a la imposición coactiva de las identidades y redefinir y subvertir la sociedad patriarcal en su lógica binaria de dominación. En tercer lugar, están los feminismos posmodernos y los postcoloniales, fronterizos o del tercer mundo, que ponen en primer plano los temas de la fragmentación del sujeto mujer (los primeros) y de la diversidad de las mujeres (los segundos). En general, y frente a la hegemonía del género en los feminismos de la igualdad plantean nuevas oposiciones binarias determinantes en la vida de muchas mujeres y que no parecen resolverse dentro del marco teórico femenino-masculino (Tabla 2).

Teoría feminista 1: De la ilustración al segundo sexo

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