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En estado de shock

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Cuando ocurre algo inesperado, que lo trastoca todo y pone nuestro mundo del revés, la respuesta normal es sentirse vulnerable y que aparezcan reacciones muy diversas, molestas, impactantes y desconocidas. Estas reacciones asustan y hacen pensar que algo está funcionando mal dentro de nosotros. No poder controlar nuestro pensamiento, estar constantemente preocupados, no poder concentrarnos, sentirnos extraños con nosotros mismos o con lo que nos rodea, tener ataques de pánico, ansiedad permanente, insomnio, pesadillas, desconfiar de todos y todo… son algunas de las respuestas al shock.

Cuando esto ocurre, el miedo a estas reacciones se añade al impacto emocional de la situación que las ha provocado, dando lugar a una espiral de respuestas cada vez más intensas. Pero, por extraño que parezca, estas reacciones son el modo en que nuestra mente intenta adaptarse a lo que ha ocurrido y, a su vez, protegernos del sufrimiento que está produciendo la situación. De esta forma intenta que no haya más daño emocional. Pero para la gran mayoría de las personas resulta desconocida esta forma de funcionamiento del cerebro.

Lo normal y esperable es que, en el momento en que se percibe que la vida propia o la de los que queremos está en peligro, el instinto natural intente protegernos y protegerlos. Sin embargo, a veces aparece una incapacidad repentina para actuar de forma organizada, bien porque la persona se siente paralizada, en estado de shock, bien porque su conducta es desorganizada y errática.

El estado de shock es una situación de bloqueo mental que impide que podamos conectar de forma adaptativa con la situación que se debe manejar. Es como una especie de barrera psicológica que imposibilita que podamos percibir y razonar con claridad, dando lugar a un estado de paralización que imposibilita la toma de decisiones y su puesta en práctica. En algunos casos lo que se produce es un comportamiento desconectado de la voluntad, como mecánico o automatizado, con la sensación de que no es uno mismo quien lo está efectuando. En psicología esta reacción se conoce como «despersonalización», y es una respuesta disociativa que puede aparecer ante situaciones de alto impacto emocional. Otra respuesta disociativa que puede aparecer es la «desrealización», en la que el entorno que rodea a la persona parece irreal, distante, como diferente; por ejemplo, una persona sabe que está en su casa, pero le produce extrañeza, y los objetos o las personas que están a su alrededor parecen ficticios, artificiales, líquidos, o como si se mirase a través de un cristal.

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