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El caso de Noelia
Una obsesión que termina en estrés agudo

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Noelia tiene cincuenta años. Es funcionaria y está con teletrabajo. Tiene dos hijos. Uno de ellos, de veinticinco años, ha estado infectado y se encuentra en el momento en que nos llama a la espera de que le hagan el test para confirmar que ha superado la enfermedad. Todavía vive aislado en su habitación. Noelia se pone en contacto con nosotros, pues su familia le dice que no puede seguir así, que acabará con un problema psicológico. Este fue su relato:

Gracias a Dios que estoy en casa. Al principio estaba tranquila y pensaba que aquí me encontraría segura junto a mi marido y mis hijos. Pero desde que mi hijo se ha contagiado y ha tenido que aislarse en su habitación, yo me he desequilibrado, o eso me dicen. A veces no sé que pensar. Unas veces creo que estoy exagerando; otras, que los demás no me entienden, que están demasiado tranquilos, y que yo soy la única que vive del riesgo. Ya no me puedo distraer con nada, estoy continuamente observando cómo me siento, a ver si noto algo raro, me pongo todos los días el termómetro varias veces y busco información sobre los síntomas de la COVID-19 para ver si la puedo tener. Ha habido días que estaba convencida de que la padecía, me sentía muy mal. Además, últimamente, me lavo las manos continuamente, y me paso el día con un trapo con lejía limpiando; si veo que alguien toca algo, voy detrás a limpiarlo. Han contado la cantidad de veces que me lavo las manos y aseguran que hasta diez veces en un hora. Me da miedo que mi hijo salga de la habitación, no sé qué hacer, hasta me siento mala madre por no querer que deje el aislamiento. Quiero cerrarla y, cuando se pueda, pintar y desinfectarla. Nunca me había pasado algo parecido, pero yo creo que está justificado. ¿Y si lo cojo? Pero dicen que me estoy pasando y que acabaré con un problema mental.

La moderación y el equilibrio suelen ser excelentes virtudes. La indicación es no generar un exceso de miedo, pero tampoco comportarnos imprudentemente, como si no ocurriese nada.

Podemos considerar que lo que le ocurre a Noelia es lógico, y que se le pasará en cuanto la situación sanitaria cambie y la pandemia esté controlada. Pero es necesario ser cautelosos, pues lo cierto es que de momento es conveniente acostumbrarse a vivir con la presencia del virus, y, además, en su caso, todo indica que se está desarrollando un problema psicológico que supondrá una gran interferencia en su vida diaria. Este es el riesgo que corre Noelia. La COVID-19 ha entrado en su casa y la ha expulsado de su zona de confort, de su zona habitual de control. Se encuentra frente a algo peligroso y desconocido, de dimensiones globales. La incertidumbre la deshace por dentro. Para intentar tener algo de control sobre la situación observa repetidamente cómo se siente, busca obsesivamente información, limpia su casa una y otra vez y lava muy a menudo sus manos. Esto la tranquiliza pasajeramente, pero dura poco; enseguida vuelven su inseguridad y su angustia. La familia de Noelia tiene razones para preocuparse. De no corregirse estos comportamientos, pueden convertirse en una fobia a la enfermedad, en un trastorno obsesivo-compulsivo, o en ambos.

Por más que Noelia lo intente, hay mucho que no está bajo su control, y, por tanto, debe empezar a aceptar y asumir que el riesgo de contraer la enfermedad está presente y no se va a esfumar. Puede reducir ese riesgo siguiendo las indicaciones de las autoridades sanitarias, pero no lo puede reducir a cero. Además, Noelia debe aprender que es ella misma la que está generando sensaciones en su cuerpo que acaba confundiendo con la enfermedad. La incertidumbre produce ansiedad y la ansiedad produce respuestas que no son solo psicológicas, también son físicas (cansancio, debilidad, diarreas, náuseas, picores, mareos, temblores, brotes de dermatitis, faringitis, dificultad para respirar, sensación de calor, etc.). Algunas personas son capaces de producir muchas de estas respuestas. Noelia es una de ellas.

Indicaciones para saber si Noelia debe lavarse las manos:

La clave para saber si debe lavarse las manos o no es reflexionar sobre cuál es realmente el objetivo de lavarse las manos, es decir, preguntarse cuál es la función que tiene ese comportamiento. ¿Qué buscas con el lavado de manos?:

a) Busco no contagiarme porque he tocado algo o a alguien que podría estar infectado.

b) Busco quedarme tranquila, pues mi mente no puede dejar de pensar en el coronavirus.

c) Busco lavarme nuevamente las manos esta vez de forma correcta a pesar de haberlo hecho ya.

Si la contestación a la pregunta es la opción a, puedes hacerlo; si tu respuesta es más la opción b o c, no debes hacerlo.

Noelia está escuchando demasiado a su cerebro asustado, que es el que dicta las órdenes. Pero este cerebro asustado no está utilizando de forma sensata la información. Intentado conseguir que Noelia no se contagie, está sesgando la información y asustándola para que intente controlar lo incontrolable. Noelia debe entender qué ocurre y acostumbrarse a actuar siguiendo las directrices sanitarias y dejar de actuar en función del miedo que siente. Si continua así, no solo no mejorará, sino que su miedo y sensación de inseguridad irán creciendo.

Noelia debe acostumbrase además a tolerar las señales que emite su organismo cuando tiene ansiedad, pero también cuando no la tiene. Nuestro cuerpo es como un coche: por bien que funcione, hace ruidos. Algunas veces interpretamos esos ruidos como señal de que hay un problema y acudimos al taller, pero no le pasa nada, son normales, es lo que los mecánicos nos dicen con frecuencia. Las sensaciones que encontramos en nuestro cuerpo cuando lo observamos se parecen mucho a estos ruidos. Quizá no nos gusten y creamos que son anormales, pero no lo son. Para acostumbrarse a los «ruidos» de su organismo, Noelia ha empezado a practicar un poco de relajación y de meditación. Está avisada de que se puede asustar al percibir síntomas físicos, pero debe recordar que, por sorprendente que le parezcan, son normales, explicables y no una señal de enfermedad.

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