Читать книгу Descubre la vacuna emocional - Christine Lebriez - Страница 21

El miedo a la enfermedad y otras obsesiones

Оглавление

Saber que el peligro puede estar en cualquier sitio hace que la angustia sea mayor y más difícil de gestionar. El riesgo de contagio sigue siendo muy alto. No es posible bajar la guardia, la COVID-19 sigue amenazándonos. El miedo puede ser incluso peor a medida que se han ido conociendo más las terribles consecuencias sobre el organismo. Esta conciencia sobre la gravedad del peligro que corremos puede hacer que, sin darnos cuenta, seamos víctimas de la búsqueda irracional de seguridad y caigamos en comportamientos que aparentemente parezcan adecuados y protectores pero no lo sean. Un ejemplo de ello es llevar al extremo el cumplimiento de ciertas indicaciones sanitarias, como es el lavado de manos o el control de la temperatura corporal, como si incrementando su frecuencia consiguiésemos la protección total.

Durante esta crisis sanitaria la necesidad persistente de una higiene y cuidado por encima de lo que era habitual genera comportamientos que rozan lo obsesivo, o que lo son en toda regla. Por ejemplo, una búsqueda incesante de información que, lejos de dar tranquilidad a quien la busca, cada vez lo altera más, o comportamientos de lavado de manos que superan con mucho las necesidades del momento y se asemejan más a conductas obsesivo-compulsivas que a conductas preventivas. Sin embargo, la línea divisoria no siempre es fácil verla.

Desde que empezó esta pandemia hay personas que están permanentemente en estado de alerta ante el surgimiento de cualquier mínima señal física que pueda relacionarse con la COVID-19. Son personas especialmente sensibles al temor que siempre implica una enfermedad grave o desconocida. Tienen miedo a contraerla y se pasan el día observándose, chequeando cómo se sienten, tomándose la temperatura o buscando información en internet. Estas personas tienen más riesgo de desarrollar un problema de hipocondría.

El problema es que esta búsqueda de síntomas que realizan no es objetiva. Si buscamos signos de enfermedad en un estado de miedo y angustia, sin duda encontraremos sensaciones en nuestro cuerpo que nos parezcan extrañas, molestas, desconocidas, y las asociaremos con la enfermedad. Además, al prestar demasiada atención a las señales de nuestro cuerpo, lo que hacemos es amplificar esas sensaciones y percibirlas de forma más intensa, y como más graves. El miedo no solo es una sensación subjetiva, también implica cambios físicos. Así, cuando tenemos miedo a una enfermedad y buscamos signos en nuestro cuerpo para comprobar si la padecemos o no, es probable que captemos señales de miedo, no de la enfermedad. Como captamos señales que creemos que son de enfermedad, nos asustamos, y al asustarnos producimos más síntomas corporales. Entramos así en un círculo vicioso que nos puede amargar la vida creyendo que estamos enfermos cuando realmente no lo estamos. Esta es nuestra naturaleza. Somos capaces de autosugestionarnos y creer que sufrimos síntomas que realmente no tenemos al interpretar de forma errónea señales normales de nuestro cuerpo que se relacionan con su funcionamiento habitual, o con nuestro estado emocional.

Lo repetiremos una vez más: nuestra mente no está diseñada para captar lo real. Nuestro cerebro nos engaña, y cuanto más asustados estamos, más probable es que caigamos en el engaño de nuestra mente.

Descubre la vacuna emocional

Подняться наверх