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El caso de Esther
La huida de la ciudad y el sentimiento de pánico

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Esther tiene cuarenta años, es directora financiera en una multinacional. Nos llama desde su casa en el campo cinco días después de que en marzo se declarase el estado de alarma en nuestro país. Relata lo siguiente:

Me llamó mi marido [médico especialista en cuidados intensivos de un gran hospital de la capital], era jueves, y me dijo que recogiera a nuestros dos hijos e inmediatamente me viniese a la casa de descanso que tenemos a cien kilómetros de Madrid, que no fuese a despedirme de mis padres y que no perdiera tiempo en llamadas, que el tiempo contaba. Me dijo muy serio que él no podía regresar a casa si estábamos nosotros, que tenía que irme. Me explicó que la situación era muy grave, que empezaban a estar saturados, sin material de protección y que podía contagiarnos el virus. Pensé que me tomaba el pelo. Se enfadó y me gritó como nunca lo había hecho; me dijo que tenía que irme ya, que iba a declararse el estado de alarma y que entonces no podría viajar con los niños. Me quedé como paralizada una hora. Recuerdo que mi hijo pequeño lloraba, pero no me acuerdo más de esa hora. Después hice las maletas, pero con una sensación rara, como si no fuese yo, como si fuese un robot. No podía pensar. Conduje hasta allí, pero no recuerdo cómo lo hice, no era yo.

Pienso que es cansancio y que se me pasará, pero han pasado varios días y me sigo sintiendo rara. También tengo una sensación extraña con las cosas a mi alrededor, a veces es como si escuchase a mis hijos a lo lejos, y tengo la sensación de estar detrás de un cristal. Me da miedo estar así con los niños, me da miedo volverme loca. Es como si aún no me lo creyera. Me pregunto qué hago aquí sola con ellos. Pienso en mi marido; él no puede llamarme todos los días, siento pánico, pues no sé si realmente está bien. A veces solo quiero desaparecer. A veces parece un sueño. Nada tiene sentido.

No tener control ante situaciones catastróficas es algo que los seres humanos no llevamos bien, nos cuesta asimilarlo. Y en este proceso de asimilación de lo ocurrido, de organización y adaptación de la mente a la nueva realidad, pueden producirse reacciones extrañas y aparatosas, aunque normales. Este es el caso de Esther. Se encuentra bajo un estado conmoción emocional. Nunca pensó vivir estas circunstancias. La plaga de la COVID-19 supone para ella una ruptura de lo que pensaba que era el mundo: un lugar predecible, seguro y agradable donde vivir.

Las personas solemos pensar que todo lo que ocurre tiene un sentido y que podremos controlar las dificultades que vayan surgiendo. Esther escuchaba las noticias, pero nunca consideró la COVID-19 como algo cercano, por tanto, no anticipó y se preparó para la situación que está viviendo. Se ha encontrado frente a ella de un momento para otro. Como muchas otras personas, pensaba que su país no podría ser afectado gravemente por el coronavirus. Le parece que lo que ocurre es una película de ciencia ficción, y su sensación es de no estar viviendo su propia vida, ni de ser realmente ella. Esther responde con reacciones de despersonalización y desrealización, con miedo, y con deseos de evitar la realidad (querría desaparecer). Estas reacciones son esperables y normales teniendo en cuenta sus creencias, su confianza ciega en la seguridad inalterable de su vida y las circunstancias que está viviendo.

Esther ha ido entendiendo y aceptando que las reacciones que tuvo en aquellos primeros momentos eran normales. Reacciones que en otras circunstancias podrían calificarse de increíbles o sorprendentes, pero en su situación resultan normales. En aquel momento escuchar que lo que le pasaba no era un síntoma de locura le ayudó a aceptar esas sensaciones molestas sin asustarse, y así fue más fácil que fuesen desapareciendo. Paulatinamente dejó de sentirse ajena a su comportamiento. También, poco a poco, está entendiendo que el mundo mental no es la realidad, y va aceptando que una cosa es lo que ella creía y esperaba (su mundo virtual) y otra bien distinta cómo se han dado los acontecimientos (la realidad). De un modo progresivo va saliendo de esta primera fase de impacto y conecta totalmente con la situación real, ya sin las reacciones de protección de su mente.

Una vez superado el estado de shock inicial, que puede perdurar días o hasta unas cuatro semanas, suelen aparecer reacciones relacionadas con un estado de excesiva alerta (por ejemplo, sensación de miedo, no poder respirar bien, náuseas o vómitos, sobresaltos, taquicardias, dificultad para dormir, fatiga, falta de concentración) y respuestas emocionales muy intensas (como enfados, llanto, irritabilidad o ataques de ansiedad). Conviene tener en cuenta que durante esta nueva fase sigue existiendo vulnerabilidad y pueden seguir reapareciendo las reacciones iniciales.

Además de salir de la conmoción emocional que vivió en los primeros momentos, Esther deberá hacerse a la idea de que tendrá que enfrentarse a una vida nueva y aceptar que en su día a día hay más estrés e incertidumbre de lo que nunca pensó. Ese mundo seguro en el que creía ya no existe, por tanto, su recuperación estará unida a la tarea de construir una nueva visión de la vida, donde ella tendrá una misión diferente a la que hasta ahora había tenido. Deberá sintetizar su vacuna emocional para que en un futuro otras adversidades no tengan el impacto que esta pandemia ha tenido en ella.

Consejos para Esther:

• Reacciones físicas o emocionales que en otras circunstancias podrían calificarse de increíbles o sorprendentes son normales en circunstancias como las que se están viviendo durante esta pandemia por COVID-19.

• Sé paciente y no te desesperes. Entiende que, aunque molestas, esas reacciones que te preocupan o asustan son normales y pasarán.

• Si sientes angustia, utiliza alguna estrategia de relajación sencilla; te ayudará a reducir los nervios.

• No te quedes aislada pensando en lo peor. Te resultará de gran utilidad tener localizados los teléfonos de personas de apoyo a las que acudir para solicitar ayuda, alguna orientación o simplemente distraerte.

• Intenta no pensar demasiado y distráete. Cuando no nos sentimos bien, no estamos en las mejores condiciones para tener un pensamiento claro, sensato y productivo.

• Si tu malestar es muy intenso, busca ayuda profesional.

Descubre la vacuna emocional

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