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El caso de Rosario
El demonio de la depresión

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Rosario tiene 45 años. Es dependienta en una tienda de ropa que ha tenido que presentar un ERTE. Está divorciada desde hace un año y vive con sus tres hijos, con quienes ha pasado el confinamiento. El hijo mayor, de doce años, sufre epilepsia y, aunque ahora está bien, su problema ha sido muy resistente a los tratamientos y se ha tardado en identificar cuál era el más adecuado para su tipo de epilepsia.

Rosario se pone en contacto con nosotros durante la quinta semana del confinamiento, pues llevaba varios días sin energía para levantarse de la cama; tenía continuamente ganas de llorar y una sensación de tristeza permanente. Su hijo mayor la ha visto llorando en varias ocasiones y le había insistido en que se levantase. Nos comenta que ha decidido llamarnos por su hijo. Este fue su relato:

Esta mañana no me quería levantar, eran las doce de la mañana y no podía salir de la cama. Entonces ha entrado mi hijo mayor, se ha sentado en la cama y me ha dicho que por favor no le dejara solo con sus hermanos, que tenía miedo. En ese momento me he dado cuenta de que algo tenía que hacer, aunque no creo que nadie me pueda ayudar. Estoy cansada de vivir. Cuando el problema de la epilepsia de mi hijo empezó a resolverse y me encontraba más tranquila, vino el divorcio, y ahora que ya estaba mejor y saliendo adelante, ha venido la pandemia. No puedo más. Estoy cansada de luchar. Cuando no es una cosa, es otra. Al comienzo del estado de alarma no me pareció que estuviese tan mal. Estaba preocupada y un poco nerviosa, y me mantenía muy activa en casa y hablando con compañeras del trabajo, pero ahora no veo salida. La situación sigue siendo muy difícil, no mejora. Me da miedo el contagio y la situación económica. ¿Qué haré si cierran la tienda? No veo que pueda hacer nada que haga diferente esta situación. No depende de mí. Me siento culpable, pues hasta he pensado que los niños se vayan a vivir con su padre.

Rosario está comenzando a estar deprimida. Ha caído en un estado de agotamiento emocional que se explica por todo lo que ha pasado en su vida. En los últimos diez años ha tenido una vida llena de problemas importantes. Iba resolviendo uno tras otro, pero ahora la sensación que tiene es de que, da igual lo que haga, siempre habrá algún problema. Ese pensamiento es cierto, en la vida siempre hay problemas que resolver. La cuestión es que la pandemia de COVID-19 ha cogido a Rosario en un estado de vulnerabilidad, y al tratarse de un peligro que persistirá. A pesar de los esfuerzos que ella está realizando, su cerebro ha generado un estado que se llama indefensión aprendida.

La indefensión aprendida es un modelo psicológico que explica por qué comienzan ciertas depresiones. Cuando hay una situación de estrés, lo normal es que la persona luche e intente hacer todo lo que puede para conseguir controlar la situación; la persona se esfuerza por eliminar el problema y volver a la normalidad. Cuando no puede, y el estrés se mantiene, una reacción puede ser el ataque de ansiedad (como en el caso anterior con Miguel), pero otra forma de reaccionar puede ser la de Rosario, el abandono de la lucha o la indefensión aprendida, y significa que el cerebro ha aprendido que no puede hacer nada para controlar la situación estresante y se siente indefenso frente al peligro. En este contexto el cerebro opta por la retirada y la evitación, pues percibe que no se puede lograr nada. Dicho de forma muy simple: si no es posible el control, la consecuencia es la rendición.

Rosario tiene una gran ventaja, y es que su estado emocional no ha durado demasiado. Ha pedido ayuda rápidamente, lo que hace más fácil la recuperación de ese estado deprimido en el que se encuentra. Lo primero es que Rosario entienda por qué se encuentra en esa situación emocional, y que lo vea como el resultado esperable y normal por lo que ha ocurrido. Rosario ha perdido la sensación de control que tenía sobre su vida, la COVID-19 se la ha arrebatado. Ahora comienza un proceso en el que debe aprender cómo funciona nuestra mente y cuáles son sus trampas, y cómo, al intentar protegernos, nos puede generar un problema mayor.

Rosario debe hacer un cambio en su forma de entender la vida en general y la suya en particular. Ella creía que con esfuerzo era posible conseguir todo lo que se proponía, y, en cierta forma, lo había logrado. Pero cuando los acontecimientos no están bajo nuestro control, las cosas se complican. Esta pandemia resulta incontrolable, y las consecuencias económicas también. Además, Rosario creía que después de su divorcio su vida entraría en una fase donde las cosas ya funcionarían bien de una vez por todas. Nada más lejos de la realidad.

Rosario comenzó por mantenerse activa y hacer lo que podía durante los momentos en que duraba el confinamiento. Era importante que no fuese tan exigente consigo misma e intentara descansar un poco más. Debía aceptar que no servía de mucho intentar anticipar los problemas que tendría en un futuro. Siempre es más fácil y productivo analizar cómo resolver un problema y tomar decisiones cuando el problema ha sucedido y tenemos datos, pero no antes. Rosario se encuentra en una situación difícil, pero, sin saberlo, ella se lo está poniendo más difícil todavía. No se da cuenta de que su razonamiento está dirigido por su desesperanza y le está llevando a la conclusión de que no hay salida, cuando siempre la hay.

Estas son algunas de las indicaciones para Rosario que son aplicables a todos nosotros, y que son el inicio de su vacuna emocional contra la pandemia, pero también contra otras adversidades que puedan darse en el futuro en la vida de cualquier ser humano.

Indicaciones para Rosario:

• Acepta que te encuentras ante una depresión incipiente y debes cuidarte.

• Duerme lo suficiente. Incrementa tus horas de sueño, pero a la hora que haya que levantarse, hazlo.

• Escribe en un tarjeta las razones para levantarte por las mañanas, y colócala en tu mesita. Léela con atención al despertarte.

• Ponte una rutina que te mantenga activa, no cansada, pero sí activa.

• Puedes cambiar esa rutina día a día, pero debes decidirlo en un momento en el que no te sientas muy mal.

• Lo que has decidido el día anterior debes mantenerlo. Por la mañana, cuando te despiertas, no es el momento para debatir si debes hacer o no lo que decidiste ayer. Hoy lo haces.

• Cuando te sientas mal, no caigas en el error de pensar y pensar; tus conclusiones están sesgadas por tu estado emocional y seguro que la situación no es tan grave como tu mente la está pintando en ese momento.

• Aunque tengas problemas que resolver, este no es el momento. Sé paciente. Intenta distraerte.

• Cuando llegue el momento de analizar y resolver, habla con personas expertas de las que te fíes para tener la seguridad de que tu análisis es objetivo. No te fíes del todo de tu criterio, cuestiónalo.

• Practica la meditación. Céntrate en el aquí y el ahora, presta atención plena a lo que haces; por simple o sencillo que sea, intenta prestar atención.

• Recuerda: «tu cabeza debe ir contigo». No es eficaz estar haciendo una cosa y pensando en otra. Pregúntate qué es lo que se supone que deberías estar haciendo ahora, y hazlo en cuerpo y mente:

o Si estás haciendo la comida, presta atención y no pienses en otra cosa.

o Si tienes que estar concentrada en los deberes de tus hijos, céntrate en ello.

o Si tienes que dormir, ponte una música o sonido relajante que pueda captar tu atención.

o Si estás viendo una película, presta atención a los diálogos, y si te encuentras con tus hijos, coméntala con ellos.

• Si notas que tu estado emocional es muy intenso y que tu cabeza se llena de pensamientos negativos, apúntalos. Al día siguiente, cuando estés un poco mejor, léelo: ¿lo ves tan dramático como ayer? Es probable que no.

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