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LOS PRÓLOGOS DE LAS DISPUTACIONES TUSCULANAS
ОглавлениеUno de los rasgos más peculiares de las Tusculanas es el hecho de que cada uno de los cinco libros de que consta comienza por un prólogo bastante extenso, algo sin parangón en la producción literaria ciceroniana. En la obra inmediatamente anterior, De finibus, dividida también en cinco libros, sólo el primero se inaugura con un prólogo que posee una cierta similitud con los de las Tusculanas. Pensamos que una comparación entre ellos puede arrojar alguna luz al respecto.
El prólogo del libro I de De finibus es una justificación de su dedicación senil a la literatura filosófica y una respuesta a las distintas objeciones que la misma le puede granjear. A las personas cultas que no sienten interés alguno por los temas filosóficos, a quienes piensan que el cultivo de la filosofía debe hacerse con moderación y no con tanto empeño, a quienes opinan que es preferible leer a los escritores filosóficos griegos en su lengua original y no en lengua latina y a quienes consideran inadecuada la dignidad y el rango del Arpinate una ocupación de esa naturaleza, Cicerón les responde lo siguiente:
1.— Que en el estudio y cultivo de la filosofía no caben términos medios, ya que sería vergonzoso mostrar fatiga en la búsqueda de la verdad.
2.— Que, en las circuntancias vitales en las que se encuentra a la sazón, él siente un deleite especial en dedicarse a escribir este tipo de libros.
3.— Que no puede comprender el desprecio de algunas personas por las creaciones literarias en lengua latina, sobre todo si se repara en que, frente a lo que se suele pensar, la lengua latina es más rica que la griega.
4.— Que él no se limita a traducir a los autores griegos de obras de contenido filosófico, a pesar de que no desdeña esa labor, sino que lo que pretende es exponer con fidelidad y en un estilo elegante las teorías de la principales escuelas filosóficas griegas, sin renunciar en modo alguno a expresar su opinión personal.
Cicerón concluye este prólogo indicándonos que, después del esfuerzo de muchos años anteriores en la composición de discursos forenses, se ha propuesto en el otoño de su vida poner todo su afán en el noble empeño de que sus conciudadanos tengan un conocimiento mucho mejor de la filosofía, «ya que no hay en la vida nada tan digno de indagarse como las cuestiones de las que se ocupa la filosofía» (11).
Es evidente, como comprobaremos muy pronto, que en los prólogos de las Tusculanas, en unos más, en otros apenas o nada, resuenan claros los ecos del prólogo de De finibus que acabamos de extractar, pero no es menos cierto tampoco que ellos poseen peculiaridades propias que les confieren una notoria originalidad.
Como los lectores pueden tener una información de primera mano de los cinco prólogos de las Tusculanas, bien por los resúmenes que se acaban de hacer de los contenidos de cada uno de los libros, o por la lectura completa y directa de los mismos, vamos a limitarnos ahora a extractarlos sumariamente y a apuntar sus rasgos relevantes.
Descripción esquemática de los puntos tratados en cada uno de los prólogos: