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INTRODUCCIÓN LAS «DISPUTACIONES TUSCULANAS» EN EL MARCO DE LA FILOSOFÍA DE CICERÓN
ОглавлениеLas Disputaciones tusculanas son una de las obras de contenido filosófico más interesantes y peculiares de Cicerón. No es nuestra intención escribir largo y tendido sobre la vida y la obra del autor, sobre todo porque no tendríamos más remedio que repetir lo que se ha dicho al respecto en otras introducciones a otras obras filosóficas de Cicerón publicadas en esta misma colección 1 . Con todo, a pesar de que en esta introducción vamos a ceñirnos de una manera casi exclusiva a analizar los aspectos más relevantes de la obra (contenido y estructura de cada uno de los libros, estudio de sus proemios o prólogos, la función de la filosofia, filosofia y retórica, método filosófico, etc.), parece oportuno ofrecer a los lectores, aunque sea de un modo conciso y sumario, algunos datos sobre la vida y la obra filosófica del Arpinate, con la única finalidad de servir de pórtico al estudio del tratado filosófico que nos ocupa.
Lo primero que conviene poner de relieve es que la producción literaria de Cicerón es muy disimétrica desde el punto de vista cronológico. Con esta expresión aludimos a lo siguiente: nuestro escritor dedicó una gran parte de su vida (coincidiendo con su actividad de jurista y político) a escribir discursos forenses, algunos de los cuales, como las Verrinas y las Catilinarias, han llegado a adquirir incluso una cierta popularidad entre el público culto de Occidente. La dedicación a la escritura filosófica, por el contrario, con un par de excepciones muy notables que se señalarán enseguida, sólo ocupó los tres últimos años de su vida, del 46 al 44 2 , con la excepción, claro está, del año 43, el de su muerte a manos de los sicarios de Marco Antonio. Téngase en cuenta que Cicerón nació el año 106. En una palabra: desde el año de su nacimiento hasta el 47 inclusive su creación literaria se ciñó al campo de la oratoria, si prescindimos de las dos obras que escribió tras las huellas de su admirado maestro Platón, Sobre la república y Sobre las leyes, que por desgracia se nos han transmitido incompletas. Dos circuntancias históricas, las cuales, como es lógico, se repiten hasta la saciedad en cualquier estudio sobre Cicerón, le indujeron a variar el rumbo de su creación literaria y a refugiarse en la escritura de contenido filosófico. Nos referimos, por supuesto, a las derrotas de Pompeyo en Farsalia, en el año 48, y de los pompeyanos en Munda, en el 45, que echaron por tierra toda esperanza de victoria en la contienda civil para el partido republicano, al que Cicerón se hallaba ligado por lazos muy estrechos. La segunda circunstancia fue la muerte de su querida hija Tulia, acaecida en el 45, a la que dedicaría una Consolación perdida. Ambos acontecimientos sumieron al Arpinate en un desánimo profundo que combatiría dedicándose a escribir tratados de índole filosófico-moral.
Parece oportuno, a continuación, poner de relieve un hecho realmente asombroso, nos referimos al dato de que las obras filosóficas más importantes de Cicerón se compusieron en un solo año, el 45. Ellas son el Hortensio, que se nos ha perdido, los Académicos, Sobre el supremo bien y el supremo mal (en adelante, De finibus ), Disputaciones tusculanas y Sobre la naturaleza de los dioses, cuya elaboración comenzó en el 45 y se culminó en el 44, un año antes de su muerte. ¿Cómo pudieron escribirse obras de tanta enjundia en un solo año? A una interrogativa casi ciceroniana de esta naturaleza nosotros no podemos, en este momento, intentar dar una respuesta, ni siquiera sumaria. Nos limitaremos a decir, con todo, que gran parte de las imperfecciones de contenido y estilo que afloran a menudo en la obra, y a las que los especialistas han prestado cumplida atención, se deben sin ninguna duda a la premura con que la obra fue escrita.
Todos los estudiosos de las obras filosóficas de Cicerón suelen ser unánimes en reconocer la relación estrecha que existe entre de De finibus y las Disputaciones tusculanas, a pesar de que sus diferencias de estructura y de contenido son bien patentes. Dos hechos avalan esta opinion generalizada. El primero de ellos tiene que ver con la temática. De finibus es un tratado que versa sobre la concepción del télos, o summum bonum, para decirlo en latín, de las principales escuelas filosóficas helenístico-romanas, a saber, el epicureismo, el estoicismo y la Academia (con su extensión al Perípato). A una mentalidad estrictamente filosófica le basta con el conocimiento de lo que piensan las diferentes escuelas sobre el bien supremo para descubrir por sí misma cuál es la senda que debe seguir para alcanzar la felicidad. Pero una mente popular no hila tan fino y lo más probable es que se le escapen aspectos profundos del análisis de lo que los filósofos consideran que es el sumo bien. Ella desea que le expongan muy clarito, con abundancia de ejemplos y con la utilización de todos los recursos retóricos disponibles para conseguir el mayor grado de convictión, qué hay que hacer para ser feliz. Ése es el objetivo que buscaba Cicerón al componer sus Tusculanas.
El segundo hecho es de índole interna: nos referimos a que el Arpinate en persona, en Tusculanas IV 82, es muy explícito sobre la relación que existe entre ambas obras y, así, nos dice lo siguiente: «Pero, puesto que conocemos ya la causa de las perturbaciones, todas las cuales nacen de los juicios que se basan en opiniones y de actos voluntarios, ha llegado el momento de poner fin a esta discusión. Pero conviene que nosotros sepamos, una vez conocidos, en la medida en que al ser humano le es posible, el supremo bien y el supremo mal (que es de lo que acaba de tratar Cicerón en De finibus ) que no podemos esperar de la filosofía nada más importante o más util que los temas de los que hemos tratado en estos días». Esos temas habían sido la erradicación del miedo a la muerte, la supresión del dolor, la aflicción y las perturbaciones del alma, requisitos indispensables para conseguir la felicidad. Sobre esta cuestión baste con lo dicho. Ocupémonos ahora de la cronología de la obra.