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ACTUALIDAD DE LA PSICOPATÍA
ОглавлениеMENTAL: con las nuevas clasificaciones DSM IV y CIM 10,2 la enfermedad mental se borra ante la noción de trastorno mental. Una extensión así, aplicada en particular a los trastornos del comportamiento, ¿no corre el riesgo de sustraer a la psiquiatría de la atención clínica y volverla garante de métodos de prevención masivos y autoritarios?
AA: En efecto, éste es el riesgo. En el mes de diciembre 2005 la Alta Autoridad de Sanidad (Haute Autorité en Santé, HAS) organizó un coloquio, en dos jornadas de trabajo, para definir, prevenir y tratar la «psicopatía». Ésta no existe en las nomenclaturas internacionales; sin embargo, los psiquiatras franceses la mantienen. Estuve presente, estudié los documentos y consulté la bibliografía. Es sorprendente constatar que una parte de los «expertos» eran los mismos que los que participan en la elaboración de los informes del INSERM,* y en particular, aquellos sobre la evaluación de las psicoterapias que han conmovido a la opinión pública y que el ministro de Sanidad, Philippe Douste-Blazy, hizo retirar de la web de su ministerio. Para estos expertos la prevención de lo que ellos califican como trastorno mental es tan necesaria que evolucionará hacia la llamada psicopatía, es decir, pasajes al acto delictivos. Hay que saber que la psiquiatría biopsicosocial impone hoy la idea de que existe una salud psíquica —se construye a partir de estadísticas y la estadística promedio es considerada como la norma mental. Asimismo, quieren imponer, y es lo que se lleva ahora, la detección sistemática de todo lo que se salga de las normas; es el caso en particular del Trastorno de las conductas en el niño y el adolescente del informe INSERM del otoño de 2005. Todo lo que se salga de la norma estadística debe ser señalado como índice de peligrosidad y reeducado sin demora. Esta misma mañana, durante la conferencia de prensa en la que se daba cuenta de las conclusiones, los expertos recordaban que un bebé que no duerme bien, que se alimenta mal, que parece un poco agitado, o lo contrario, debe ser estudiado. Les da igual que sea un niño al que le va mal en la escuela o que se ausenta.3 Los peritajes INSERM, las conferencias de consenso y el coloquio HAS vehiculan la evaluación estadística favorable a las TCC que nos viene de Estados Unidos. La cultura de la evaluación se instala en Francia y favorece la represión, porque estigmatiza los comportamientos llamados patológicos, sobre criterios sociales. Después de la campaña de opinión desencadenada por la amenaza de que los bebés «ladrones de juguetes» en la guardería sean considerados futuros delincuentes, me pregunté cuáles serían las conclusiones del coloquio sobre psicopatía.
Actualmente los expertos hacen seis recomendaciones.4 Hay que admitir que han retrocedido respecto a la afirmación «científica» de que existe una relación entre el trastorno de conducta y la delincuencia «psicopática». Han retrocedido en la forma pero no el fondo. En lugar de utilizar el DSM que habla de «personalidad antisocial», los expertos eligen la CIM 10, que habla de «personalidad disocial», o bien recomiendan, a título de precaución oratoria, utilizar el término de la OPEP5 en lugar del de «psicopatía». No se trata de algo humorístico. Sobre el informe entre la psicopatía y la delincuencia, la comisión recomienda la prudencia, lo que no le impide proponer la utilización de la escala de Hare.6 ¿Cómo no evocar Minority report? Con esta escala, el sujeto será juzgado no solamente por los actos que haya cometido, sino también por sus intenciones, y si éstas son juzgadas criminales, se podrán aplicar las penas más duras. Algunos juristas se alarmaron ante este atentado a los Derechos Humanos. Los expertos de la HAS han retrocedido en apariencia, pues dicen que hay que utilizarla con prudencia, pero agregan que hay que asociarla a otra evaluación, profunda, con otras escalas de la misma calidad.
J-DM: Se trata de una encuesta muy amplia. Como para el trastorno de conducta: en la maternidad se interroga a la comadrona, en la escuela a la maestra, al médico escolar, en las instituciones, a los educadores... Se vuelve una encuesta de opinión.
DOMINIQUE VALLET: En esta encuesta muchos autores subrayan la necesidad de una detección precoz en la infancia de signos que pudieran ser evocadores de una evolución hacia trastornos psicopáticos. En los estudios concernientes a psicópatas adultos el análisis retrospectivo de los antecedentes encuentra, estadísticamente, una frecuencia mucho mayor de comportamientos violentos durante la infancia. Los autores toman la precaución de indicar que el diagnóstico de psicopatía no puede manejarse más que en la edad adulta y los elementos evocadores en la infancia de la potencial psicopatía son abordados solo en condicional.
Más allá de estas precauciones, se miden los límites de una apreciación puramente objetiva. Algunos se vinculan a la construcción misma del modelo criteriológico, otros a la dificultad de objetivar el criterio en un dominio tan complejo como el de la subjetividad. Estos estudios son, además, susceptibles de utilizaciones criticables, pues, en una dimensión psicosocial, se vuelven herramientas mal orientadas de apreciación del comportamiento, en particular en el niño.
Mas allá de lo que se pueda oponer a los abordajes conceptuales en torno a lo que ahora se aísla como trastornos del déficit de atención en el niño (TDAH), se pueden medir los efectos de un recurso, a veces muy extendido en ciertos países, como la utilización de terapias biológicas como el Metilfenidato.
AA: Otra recomendación de la HAS se refiere a la investigación. La humildad de los expertos reunidos era sorprendente. Juzgaron que debieron tomar precauciones porque les faltaron muchos datos «científicamente válidos», es decir, evaluados con estadísticas.
Durante la audición pública de diciembre de 2005 se abordó el tratamiento de la psicopatía. Consiste, entre otras, en «establecer en cada departamento un protocolo precisando de manera clara y vinculante las condiciones de tratamiento en el sector psiquiátrico de los menores con edades comprendidas entre los dieciséis y los dieciocho años»,7 a fin de evitar las rupturas, como la ausencia de tratamiento. Ahora, en la Educación Nacional una circular de diciembre de 2003 pide que los niños «con problemas» sean localizados por el personal, desde las camareras de comedor hasta las autoridades responsables, y que ello sea consignado sobre un «carné de salud psíquica». En lo que concierne a los adultos, les leo un punto que conviene señalar: «Las curas psicoanalíticas no están indicadas para las personalidades de tipo psicopático. Mientras que el abordaje psicoanalítico permite sobre todo ofrecer a los terapeutas una pauta de comprensión» y continúa: «Las terapias cognitivo-conductuales contemplan modificar de forma duradera los comportamientos por un abordaje pragmático».8 Es difícil no considerar que una vez más para el psicoanálisis el bonete de asno y para las TCC la palma.
Respecto a la articulación de los campos sanitarios y judicial, la comisión ha expresado asimismo su malestar en relación con los textos legislativos, y más particularmente con la ley del 12 de diciembre de 2005, que multiplica los recursos para los peritajes psiquiátricos y que sitúa la perspectiva de la atención en la lógica de la vigilancia.9 Una vez más el problema concierne a las reincidencias delictivas y las escalas de las TCC sobre la peligrosidad.
Se recomienda también establecer en las prisiones un protocolo precisando las modalidades de intervención de los diferentes agentes biopsicosociales y retirando los medios para los tratamientos por orden judicial. Entramos en una era en la que no reinarán más la libertad ni el consentimiento a la atención. La atención no será ya un derecho, sino una obligación de la que los «expertos» psiquiatras serán los jueces de los ciudadanos.
Un último punto concierne a la formación de los diferentes actores implicados. Se trata de una formación específica que apunta a ofrecer un cuadro terapéutico y educativo estructurado para los agentes a fin de darles una «cultura común». En efecto, «los intercambios entre los agentes debe ser el objeto de un protocolo riguroso». Es decir, que hace falta a la vez «una sutura social»,10 este nuevo significante-amo que habla de sí mismo, y la «cultura común» biopsicosocial. Los expertos de la HAS han retomado, pues, las difuntas propuestas de ANAES, severamente criticadas durante los Forums Psy organizados por Jacques-Alain Miller en Francia.