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CLÍNICA CONTEMPORÁNEA DE LA AUTORIDAD* JEAN-PIERRE KLOTZ

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¿Qué es la autoridad? Contrariamente a lo que podría creerse, esta «noción» (así la sitúa Kojève, quien le dedicó un opúsculo publicado tardíamente) ha sido poco estudiada. Vale la pena, por ejemplo, oponerla a la de fuerza: la autoridad funciona como tal cuando no necesita, además, de una fuerza para ejercerse. Se deduce de sus efectos, pero si se asocia a un enunciado, la causa por la que este enunciado asociado «hace autoridad» permanece enigmática. Puede utilizar una fuerza que emana de aquello sobre lo cual ella se ejerce, de manera a veces conflictiva. Para ser efectiva, la autoridad supone que se consienta a ella, o bien que se la rechace en caso de rebeldía, pero esta rebeldía la subraya, más allá de la oposición. La autoridad instaura así y nombra un orden, aunque este orden, antes de ser establecido, plantea la cuestión de su establecimiento, ocultado por su existencia misma.

Desde Freud el padre designa a quien tradicionalmente ejerce la autoridad. La autoridad tradicional es reducible a la autoridad paterna. Pero que lo sea —como ocurre en la religión— no dice cómo ha llegado a serlo. Y es por eso que, después de su puesta en evidencia freudiana con el complejo de Edipo y la lectura lacaniana de éste con el Nombredel-Padre, como significante, vale la pena interrogar su proclamado declive, a la luz de la clínica contemporánea.

Freud calificaba los síntomas neuróticos de «religiones privadas», tomando el relevo del padre devaluado. Este restablecimiento es tributario del amor al padre, condición de su autoridad. En tanto que caído el padre es amado y se caracteriza como tal para la histérica. El padre reinventado por el sujeto neurótico es un padre «muerto» según Lacan, padre por estar muerto y por ello pasado al estatuto de significante.

El padre amado da un punto de anclaje al sujeto identificándolo, no sin canalizar también sus modos de satisfacción. Detiene sus derivas en el lugar de los discursos hasta hoy relativamente estables de las tradiciones, tradiciones que se han vuelto frágiles por el discurso de la ciencia.

Procede por ello hoy en día oponer la perspectiva universalizante de la ciencia al particularismo de las comunidades tradicionales. Esta oposición «universal-particular» es crucial y subyace a la paradoja del progreso científico asociada al abandono del sujeto. Kojève caracteriza a la autoridad paterna como homogénea a la de la tradición, con la incidencia de una estructura temporal presente en su fundamento en cada caso —así, que el padre esté «muerto» lo historiza, incluso míticamente, en cada caso. Esta estructura temporal se encuentra en el superyó freudiano, heredero del Edipo, distinto, pero «no sin» el Nombre-del-Padre de Lacan que introduce en el Otro la autoridad de la ley.

Este halo temporal lo ponemos en relación con el hecho de que la autoridad del padre no puede nunca tener valor universal, incluso si el Nombre-del-Padre reina sobre el «un todo» que él nombra. El padre lo es para todos sus hijos, pero su autoridad no es efectiva sino para aquellos que hagan «alianza» con él. Encontramos ahí la oposición «Dios de los filósofos-Dios de Abraham, Isaac y Jacob», distinguidos a partir de la medida de su autoridad, supuestamente universal para el primero, efectivamente comunitaria y localizada en sus fieles para el segundo. La universalización propia al saber científico se opone a la autoridad del padre. ¿Cuáles son entonces las formas de autoridad que se perfilan en el horizonte de la subjetividad posmoderna, hecha de vacío de identidad y de errancia de los modos de goce? Podemos oponer allí dos formas que, según veremos, se conectan.

Suicidio, medicamentos y orden público

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