Читать книгу Plegaria en el asedio - Damir Ovčina - Страница 10

Оглавление

Por la calle Kralja Tomislava entre la nieve. A mi izquierda el viejo edificio del clínico para enfermedades oculares. En un poste un anuncio en el que pone vendo piso en Zaima Šarca cuarenta y cinco metros cuadrados a buen precio. Centellean las ventanas en los rascacielos azules. El autobús rojo número 17 colina arriba.

A través de la plaza de Skenderija y a pie por la orilla del río hasta la calle Lenjinova. El monte Trebević blanquea. Nubes bajas en la cima. Con las manos hundidas en los bolsillos paso delante de la floristería del reloj en el barrio de Kovačići. Compro algunas chucherías en la tienda de ultramarinos. La pesada puerta metálica en la calle Lenjinova 1. Acierto con la llave a la segunda. Arriba, en el piso. Enciendo la calefacción. Abro el grifo para que corra el agua y espero sentado sobre la cazadora. Trolebuses y coches en la calle Zagrebačka. La radio con polvo. Marco seis números. Ha salido a la tienda. Digo mi nombre y apellido, que son recibidos con frialdad. Un trolebús gira desde la Zagrebačka. Un taxi delante de la zapatería Planika. Polvo en la vajilla en la vitrina antigua. Yo de ventana en ventana, del baño al acumulador de calor. Las manecillas se han separado. Nadie en las escaleras. Una voz detrás de una puerta. Olor a guiso en la segunda planta. Río abajo hasta la calle Bratstva i jedinstva. Algún transeúnte a lo largo del río. Nieve en el asfalto. Esa a la que he llamado antes, dejando mi nombre y apellido, vive muy alto en la calle Blagoja Parovića. Delante de su entrada un Lada ranchera en el que un hombre de mediana edad carga un fregadero. El portal abierto. Subo. Escaleras sin ventanas. El ascensor chirría. Seis viviendas por planta. Olor a pescado frito. Llamo al timbre. La mujer, de unos cincuenta años, espera que le diga algo.

Buenos días.

¿Sí?

¿Está en casa?

¿Eres tú?

Doy una respuesta neutral.

La llama. Mirada severa. La requerida aparece en la puerta.

Aquí estoy.

¿Estás bien?

Más o menos.

Tiene un sofá azul. Un piso con varias habitaciones. Las ventanas de su cuarto miran al este. No estoy acostumbrado a la altura. Arrecia la nevada. Una džezva1 roja con café y dos tazas en la bandeja. La puerta entreabierta.

Estáis muy alto.

¿Cómo estás?

Una situación difícil.

¿Qué?

Mascullo algo entre dientes. Ella trae unas galletas Jaffa. Se arregla el pelo y alisa la colcha.

¿Quieres que te enseñe mi colección de discos?

No es el momento.

Para mí sí.

¡No fastidies!

¡Piénsalo!

Ah. Si fuera tan fácil. Y tampoco sabrías cómo, te rajarías.

¡Vamos fuera!

¿Adónde?

A cualquier parte.

Espérame abajo.

En las escaleras olor a sarma.2 En una pared, una pintada: Tito, hermano, cómprame un habano. Ella con un chaquetón. El flequillo trasquilado a propósito y el moño a la japonesa.

¿A pie?

A pie.

De cháchara pasamos delante del cuartel, de la garita con la bandera azul, blanca y roja con la estrella de cinco puntas. Me tira una bola de nieve, yo respondo. Yo preocupado, ella convencida de un desenlace feliz.

La ciudad gris bajo el manto blanco.

¿Vamos a mi casa?

¿A Dobrinja?

A la calle Lenjinova.

¿Qué hay allí?

Nadie en la casa.

¿Qué haremos?

Tengo buenos discos.

No sé nada de esas cosas.

Yo tampoco. Podemos hablar de tiempos antiguos.

De veras, no estoy segura.

Vamos, tía.

Mejor vamos ahora al centro y luego ya veré si tengo coraje y me animo.

Lo tienes y puedes si realmente quieres. Y yo estoy seguro de que quieres, aunque no quieras.

Por la calle Kralja Tomislava con las manos en los bolsillos. La tenducha de los burek3 vacía. Quince minutos hasta el tranvía. Dentro poca gente. La nevada arrecia. Ella me sacude la nieve de la capucha. Frente a la Escuela de Economía, ella a la derecha, yo a la izquierda.

¿Te llamo yo dentro de una hora?

¡Llama!

En la Lenjinova dos vecinas suben lentamente por las escaleras. La mayor, con pañuelo negro a la cabeza, tiene más de ochenta años y la nieta, con las bolsas de la compra en las manos, cinco más que yo. Nos preguntamos por la salud. A veces me imagino a la que es cinco años mayor en diferentes situaciones. Ahora me sonríe fugazmente. Ellas a paso lento por las escaleras. El acumulador ha calentado un poco el piso. Seis números y luego su voz.

Eres tú.

¿Vienes?

Lo intentaré.

El edificio pequeño donde está correos.

Lo sé.

Los trolebuses al este y al oeste. Gente y coches por la Zagrebačka. Delante de la oficina de correos alguien grita algo. Portazo en el portal. Música en el otro edificio. Un radiotaxi desde la Lenjinova.

Llaman a la puerta. En la penumbra resplandece la nieve en el abrigo negro.

¿Dónde está ese café?

Para ti solo lo mejor.

Estoy emocionada.

Espero a que el agua empiece a hervir. Huele a piedra de mechero. El piso lleno de aire rancio. Los muebles viejos. Faros de coches en dirección al este y al oeste. Voces dispersas.

Hierve el agua.

Hierve, hierve.

¿A qué te refieres?

¿Cómo se desabrocha esto?

Hay que hacerlo desde este lado.

¿Así?

Así.

¿Y eso?

Esto así.

Esta parte de aquí y más arriba merece un elogio.

¿Cuál?

Pues esto de aquí y lo de más arriba, esto. Justo esto.

¿Y qué me dices de esto otro?

Déjame ver.

¿Te refieres a esto?

A esto y esto de aquí.

Pues es bueno.

¿Tan bueno como esto o cómo?

Sí, como esto, pero a la vez diferente, no es fácil hacer una simple comparación.

¿Así que es eso?

Sí, eso es.

Música dulzona de la emisora 202. Un trolebús acelera hacia la plaza de Skenderija. Alguien ruidoso en la escalera. Una planta más abajo el volumen alto de una televisión.

Hay que practicar para obtener resultados óptimos.

Y que lo digas.

En la radio una canción de ambiente otoñal. Ella dice que ha sido divertido y que ahora tiene que marcharse a casa.

A lo largo del paseo Wilson hace frío. El río marrón crecido debido a las nevadas. Un coche por el puente, los faros centellean, el ruido se aleja. Perros en alguna parte. Yo le tiro una bola de nieve, ella me responde. Yo critico el mundo, ella alaba mis críticas. Un comentario romántico mío sobre algo, su respuesta cautelosa. Desentierro frases memorizadas, sus manos hundidas hasta el fondo en los bolsillos del abrigo. La puerta pesada del portal de su edificio. Cuando se mueve se enciende la bombilla de las escaleras.

En fin, fue un programa muy variado.

Esta es la edad de piedra de mis ambiciones en lo que se refiere al asunto.

En el ascensor ella a las alturas. A mí me serenan la oscuridad y el viento. Imagino mi casa como si todo estuviera bien. Luego calculo los días que podrían pasar hasta que esto suceda. El tranvía atestado, hacia el oeste, y luego en Neđarići casi no alcanzo el autobús 36. Muchos conocidos dentro. Por la calle Akifa Šeremeta y luego a través del aparcamiento. La nieve a media altura. Luz en nuestra cocina. En la ventana a la derecha de las escaleras, la vecina con la cara pegada al cristal. Me saluda. Delante del portal dos pinos cubiertos de nieve. Calor en casa.

¿Cómo está?

Un poco mejor. Incluso ha comido algo.

¿Puede dormir?

A ratos.

¿Quieres un té?

¡Vale!

La televisión nos inunda de noticias. En el edificio contiguo suena un acordeón. Se abre la puerta del piso de al lado y reciben a alguien afablemente. Enfrente música y una voz sollozante a través de los sonidos del acordeón.

Ay, ese infeliz de ahí. Lo habrá dejado la novia, o algo similar.

¡Oh, qué extraño, un tío así!

Ahora canta canciones tristes.

Ya, ya.

Agua en el baño durante un buen rato. Ya ha pasado medianoche. La radio muy bajita. Muy pocos coches por la calle Akifa Šeremeta y menos todavía por la Franca Prešerna. Yo leo, adelante y atrás. Anoto en el cuaderno lo que ocurre y cómo y quién ha dicho qué. Detesto mi letra. Las frases aún más. Sin embargo, me gusta escribir.

1Cazo con mango largo que se utiliza para hacer café de puchero.

2Plato típico de los Balcanes que consiste en hojas de repollo rellenas de carne y otros ingredientes.

3Una especie de pastel salado de masa filo relleno con carne por lo general.

Plegaria en el asedio

Подняться наверх