Читать книгу Plegaria en el asedio - Damir Ovčina - Страница 20

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La vecina en el balcón encima de nuestro garaje. El Escarabajo arranca a la primera. Gente por la calle con su rutina diaria. Nosotros hacia Neđarići. Tenderetes con chocolatinas y fruta junto a la parada. Alipašino, Otoka, Čvila, Malta, Marindvor, Skenderija, Baščaršija. Gente con bolsas en las aceras. Reservistas de la policía con el gorro cuartelero azul patrullan. El tranvía número 3 da la vuelta. En los escaparates de las pastelerías tulumbas6 en almíbar y pequeñas baklavas.7 Los taxistas aguardan. El cielo se ha despejado. Los montes todavía blancos.

El hombre explica cuánto cuesta cada cosa, dónde queda sitio, qué es lo que la gente hace en estas situaciones. En las habitaciones comunicadas entre sí de una casa en la calle Kovači, en la parte antigua de la ciudad, todos hablan en voz baja. El empleado con bigote menciona a menudo a Dios. Acordamos el cementerio de Vlakovo. Delante de la casa, en plena Baščaršija, está aparcada una furgoneta Volkswagen.

Ponemos una decena de esquelas en el asiento trasero del Escarabajo. Color verde y letras árabes encima de los nombres. El mío en primer lugar. Hacia la catedral y luego por la calle Titova hacia los grandes almacenes. Por la vía principal con los semáforos sincronizados hasta Marindvor. Giramos a la izquierda a la calle Ljubljanska. En el año 76 y parte del 77 vivíamos realquilados en una de las villas judías. Petar Tješić, viejo pintor, vivía encima de nosotros. El baño estaba al fondo del pasillo. Recuerdo también la valla verde, el gato amarillo y blanco y el puesto de polos en el puente de Vrbanja. La tarde de hoy tranquila. Gente con bolsas de plástico sube la cuesta. Con el coche a la vía rápida y doscientos metros más adelante a la izquierda colina arriba. La calle empinada. Casas cuadradas con tejados a cuatro aguas. El invierno en retirada, pero todavía hay leña delante de las casas. El Escarabajo toma un respiro en la cima de la colina. La carretera continúa a la izquierda hacia el monte Trebević y nosotros detrás de un Zastava 101 amarillo hacia abajo, hacia Lukavica. Unas pocas casas a la derecha de la carretera. A la izquierda un pueblo al pie del monte. Todavía nieve en algunas laderas. Ramas sin hojas. Empiezo a decir que me acuerdo de este camino del día en que nos mudamos en el verano del 77, pero me paro. Sus ojos en la carretera. Ha abierto la ventanilla. Fuera del portal fijamos el lugar para la esquela. Un hombre del otro portal le tiende la mano, menciona a Dios y se aleja calle abajo. Yo corto cinta adhesiva. Él pone la esquela en la puerta de entrada, yo la pego. La foto de hace cinco años. Una más en la puerta de casa.

Él tranquilo en el sillón. Televisores desde todos lados. Suena el teléfono. Yo contesto la llamada y mientras hablo tranquilamente intento prever cuál es la siguiente frase que me van a soltar. Llaman a la puerta. Dos parejas en la entrada. Estrecho la mano a todos escuchando atentamente lo que cada cual tiene que decir. Se sientan en el cuarto de estar. Yo me dispongo a preparar café. En la alacena zumo de sobra. Recuerdan el día en que nos mudamos. Era agosto. Todo ha pasado muy deprisa. Qué tiempos aquellos. A nadie le importaba qué era cada uno. Todo se fue al traste. La gente muere sin orden ni concierto. Se vive con miedo.

Los dos damos las gracias en la puerta. Ellos ofrecen cualquier tipo de ayuda. Las escaleras frías. Debajo del vidrio templado en el rellano tiestos con toscas plantas verdes.

Medianoche. Él en el sillón. Yo en el sofá. Faros en la oscuridad. Una ráfaga de disparos en alguna parte.

El acumulador se ha enfriado y me paso a la cama. Mi padre ha dejado abierta la puerta de la habitación. Las manecillas lentas a través de la noche. En sueños olvido todo lo que ha pasado. Cuento hasta tres mientras me vuelven los recuerdos del día de ayer.

El agua en el baño empieza a correr. El amanecer gris y lento. Aire caliente del acumulador. Mi padre en la cocina junto al horno. Me da unas palmaditas.

¿Qué voy a hacer allí?

Juntos haremos lo que sea necesario.

Suena el teléfono. Escucho y hablo previendo la siguiente palabra del interlocutor. Afuera, los niños van al colegio.

Al mediodía la vecina trae dos tarteras con pita de espinacas y burek. El cerezo todavía desnudo. La radio emite muy bajito las noticias y luego los partes de los municipios que ahora parecen tan lejanos. Yo de ventana en ventana y del sofá al sillón. Él ensimismado en unos papeles. En su rostro, la edad madura.

Vámonos.

Yo cierro con llave. Él al lado del coche charla brevemente con alguien. Yo por las escaleras fijándome en quién nos observa y desde dónde.

El autobús rojo número 25 delante de nosotros. Pasamos por la calle Kasindolska en dirección a Ilidža y luego por el puente todo seguido junto a la iglesia. Metros cúbicos de leña delante de las casas. Día despejado. Ha llegado la primavera. Estrías de nieve en el monte Igman.

Cortinas pesadas en las capillas abiertas. Dibujos sobre las puertas. Nosotros dos delante. La gente tiende la mano y habla en voz baja. Llegan tres furgonetas. Se forman varias filas. Estamos un poco abrumados.

Oración fúnebre por un varón adulto. Los hombres se vuelven hacia la izquierda, hacia la derecha, alzan las manos.

Oración fúnebre por una mujer adulta.

A la dos menos diez arrancan las furgonetas. Caminamos en fila. Nombres y apellidos, fechas y símbolos a izquierda y derecha. En una elevación a la izquierda, dos hombres cavan. Se yerguen mientras el grupo se acerca. El imán viene corriendo. Se levanta un poco la gabardina mientras se apresura entre las tumbas. De la furgoneta blanca con rótulo verde baja el hombre de Baščaršija de ayer. Abre la puerta trasera. El ataúd envuelto en fieltro verde con letras árabes. Lo cogemos. Pasa de unas manos a otras. Cinco, diez, quince metros. Me adelanto para cogerlo de nuevo.

Nos ponemos en cuclillas. Las mujeres y varias personas se quedan atrás. Los que nos rodean vuelven las palmas de las manos hacia el cielo, se las pasan por la cara, recitan en voz baja. El imán dice que esta tumba llama y advierte tres veces cada día.

Nosotros repetimos que la salud viene de Dios, pero que también la enfermedad es un regalo para el hombre.

¡Ponte delante!

¿Aquí?

Aquí.

Agárralo con la izquierda.

Así, así, bajadlo despacio.

Primero la cabeza, así, está bien.

Colócalo mejor.

Coge las tablas.

¡Ponlas aparte!

Tú colócalo.

¡Así! Hacia este lado. Pon este terrón bajo el hombro en el lado izquierdo. Asííí. Está bien.

Un poco más.

Sal fuera.

Despacio, ten cuidado.

Rozo las tablas con la palma de la mano cuando me tiende la suya para sacarme fuera. Tropiezo. Tira de mí con fuerza. Barro en mis vaqueros, en las manos y en la cazadora. Nos ponemos en cuclillas. Tres palas. Yo cojo una, mi padre la segunda, alguien la tercera. Empieza a caer la tierra. La primera paletada, la segunda, la tercera, cuarta, quinta, sexta, séptima, octava, novena, décima.

¡Suéltala, vamos, suelta la pala!

El imán pregunta en voz alta si a esta mujer se le perdonan todas sus deudas.

Mi padre coloca la losa. Están escritos el nombre, el apellido y los años. Dos veces seis letras y una con el signo diacrítico.

¿Cómo se llamaba la madre?

¿De quién?

De ella.

Se lo digo. Él introduce ese nombre en su sermón fúnebre. Yo escarbo con las uñas en la tierra. El sol límpido encima del monte Igman. Las nubes veloces hacia el este. Las montañas grandes al sur. La primavera tibia. La chica que estaba en la calle Lenjinova espera ahora junto a la fuente al principio del cementerio. Él pasa de largo, yo me detengo. Ella hace un amago de abrazarme. Ahora los dos caminamos juntos hacia el aparcamiento. Delante del cementerio, losas para las lápidas. El autobús rojo en el gran aparcamiento. Él dentro del Escarabajo. Con el brazo derecho sobre el asiento del copiloto.

Ella se despide a través del cristal en la parte trasera del autobús. Nuestro coche ruidosamente hacia la carretera de Blažuj. Saco el brazo por la ventanilla y toco la puerta con la mano. Una persona apila la leña. Un Zastava 101 en dirección contraria. Las gallinas juguetonas delante de una casa baja con tejado a cuatro aguas. Casas de ladrillos rojos sin barandilla en los balcones. Cajones de madera amontonados. Un depósito de fuel pintado de color naranja. Llegamos a la vía principal. A la izquierda, el edificio de una empresa y luego una iglesia. Un autobús rojo en dirección contraria. En el puente un señor mayor en bicicleta ralentiza el tráfico. Nosotros por delante de la escuela secundaria y luego seguimos la valla del aeropuerto hasta la calle Kasindolska. En el barrio despacio por la calle Akifa Šeremeta y luego a la izquierda a la Franca Prešerna. Por este lado de la calle solíamos regresar del colegio. Dos veces seis letras de las cuales una con el signo diacrítico en la puerta de la entrada. El sol a través de las cortinas del piso. Yo en el sofá. Mi padre en el sillón verde. Pita de espinacas y té en la mesita. Pésames por teléfono.

Té en la mesa. Las tazas encima del periódico. Bijeljina en la portada. El suplemento del Oslobođenje se llama Nedjelja.8 En la portada pone No entregaremos Bosnia.

La puerta entreabierta. Mi padre en el sillón. Paso las hojas de derecha a izquierda. Memorizo, repito, escribo. Una noche fría. Luces en dirección al supermercado. Un perro en el aparcamiento. Televisores en el edificio de enfrente.

6Pastelillo típico de la cocina otomana hecho de masa frita empapada en almíbar.

7Pastel elaborado con pistachos o nueces y masa filo bañado en almíbar.

8Nedjelja significa domingo.

Plegaria en el asedio

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