Читать книгу Plegaria en el asedio - Damir Ovčina - Страница 19

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Prohibida la entrada. Tocamos el timbre del depósito de cadáveres. Un hombre bien entrado en la cincuentena se baja las gafas y tiende la mano, primero a uno y luego al otro. Vuelve a colocarse las gafas, señala hacia la izquierda del pasillo. Habla con prudencia y leve compasión. La ventana de la oficina está abierta, mira hacia la colina. Edificios austrohúngaros grises. Ellos dos se van al fondo del pasillo. Yo echo un vistazo al calendario de 1992 de los Ferrocarriles Yugoslavos. Estoy a punto de ir tras ellos y me detengo. Vuelvo hasta la puerta de entrada. Allí no se oye nada.

Nos tiende la mano al salir. Yo me vuelvo una vez más hacia la oscuridad. Los dos bajamos andando sin decir palabra a la planta baja. Él a la oficina y yo a una silla roja de plástico. En el pasillo, una viejecita de piel casi amarilla en una cama con ruedas. Una enfermera intenta meterla en el ascensor.

Vamos arriba.

La anciana tumbada de costado farfulla. Intenta señalar algo, gira la mano. Luz amarilla en el pasillo sin ventanas.

Todo saldrá bien. Espera, mujer. Vamos, ahora. Eso es.

La puerta se cierra.

Mi padre abre el Escarabajo. Se inclina para quitarle el seguro a la otra puerta. Tengo la ventanilla bajada. El vigilante del aparcamiento indica que pasemos. La primavera ha irrumpido en Sarajevo. Saco la mano por la ventanilla. Pofalići, Malta, Čvila, Otoka. En Neđarići, a la derecha delante de las residencias de estudiantes y luego la primera a la derecha por la avenida. Los tilos todavía sin hojas. En el poste, el número de autobús y el nombre de la parada. La carnicería de al lado, cerrada. A la derecha también, en la primera planta de la Casa de la Cultura, está la biblioteca. Un coche de policía con las puertas abiertas aparcado delante. Centinelas en los portales del cuartel. Cuando se celebraba la carrera de relevos por el cumpleaños de Tito nos traían aquí. Delante del cuartel, en varios puntos, sacos de arena. Sol a lo largo de la calle.

La vecina en el balcón. Espero a que baje él. Se yergue junto al coche. No dice nada, nada pregunta la mujer. Yo subo primero. La vecina llorando en la puerta.

Él en el sillón. Yo en el sofá con la cara hundida en el respaldo. En el aparcamiento un partido.

No es gol, no es gol.

¡Pita penalti!

Suena el teléfono. Él habla. Yo encima del acumulador. Dos van al colegio cruzando el aparcamiento. Alguien en la puerta. Medicinas en la mesa. La radio con el volumen bajo derrama noticias y llamamientos. Braman las voces de los reporteros desde distintos lugares. Las manecillas lentas. El día largo. Mi padre de la cocina al cuarto de estar. Yo de la ventana a la cama. Cojo un libro, pero no me engancha. El pan reseco. En la nevera todavía hay comida que ella compró. Los tarros en la alacena rotulados con su letra. Los periódicos en su lado de la cama en el dormitorio. La bata sobre el respaldo. Las cremas al pie del espejo. Notas debajo del teléfono. Papeles en el borde de la mesa de la cocina. El teléfono suena a menudo. Me entreno para controlar la voz y respirar con moderación.

La noche ha caído sobre el aparcamiento. Enfrente, luz y un televisor con el volumen muy alto. Mi padre no cierra los ojos en el sillón. Yo me levanto y preparo un té. La luz de la cocina es intensa. Silencio en el edificio. La ropa de mi madre en el sofá. En la radio, las noticias largas llenas de advertencias. Se pide que alguien haga algo. Infusión de arándanos en el cuarto de estar. Luego hablamos brevemente sobre qué y cómo será, quién acudirá dónde y lo que yo debo saber pero que él mismo no sabe y a lo mejor debería saber. Apunto unas frases mientras la infusión se enfría y él se acuerda de algo importante, luego callamos, la radio descansa de los discursos emitiendo música melancólica. Desde el aparcamiento alguien grita desaforadamente a través de la noche. Al otro lado del jardín luz en un balcón.

¡Vamos a dormir! Si es que alguna vez de verdad se puede volver a conciliar el sueño.

Cierro los ojos y decido no abrirlos al menos por una hora mientras se oye durante un rato largo el rumor del agua en el baño. Un coche acelerando ruidosamente en dirección al supermercado. Doy vueltas en la cama sin abrir los ojos. Supongo que ha transcurrido una hora y diez minutos y puedo mirar el reloj. Una hora y cinco minutos. La noche oscura. El aparcamiento silencioso. El sauce del jardín se balancea con el viento.

Plegaria en el asedio

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